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artículo literario

05/05/2024@21:45:00

Siguiendo rutas americanas por la España meridional pasamos de la Montilla del Inca Garcilaso a la Córdoba de los virreyes, esto es, del Siglo de Oro a la Ilustración hispánica. Y lo hicimos en la misma compañía, la mejor posible. Desde la Universidad de Málaga emprendimos una ruta indiana más. Tras Macharaviaya, Sevilla y Montilla, vino Priego. Profesor y alumnado disfrutaron de una gran jornada, pletórica de recuerdos y abundante en afectos. Mi agradecimiento a todos ellos y, muy especialmente, a nuestra cicerone. Estos fueron sus resultados cumplidos a continuación veamos sus aprendizajes en apretada síntesis.

Sufro, luego soy. El shock de sus leales, la crisis de gobierno, todo el maremagno desatado por el arrebato entre peronista y absolutista de Pedro Sánchez –“Después de mí, el Diluvio”-, se resuelve en esa frase con la que Pascal Bruckner subtitula su último libro: ‘Portrait de la victime en héros’ -Retrato de la víctima como héroe-. Una pandemia de nuestro tiempo que el filósofo francés disecciona con la misma prosa incisiva con la que analizó las otras dos: ‘La euforia perpetua: sobre el deber de ser feliz’ y ‘La tiranía de la penitencia: sobre el masoquismo en Occidente’.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
El benemérito historiador Bartolomé Miranda Díaz, profesor de la Universidad de Sevilla, presidente del Grupo de Estudios Carrioneros Joaquín Galeano de Paz (Sevilla), galardonado, verbi gratia, con el Premio Nacional de Bibliografía Bartolomé José Gallardo por la obra «La librería del Convento de San Benito de Alcántara...» (Mérida, 2013), y autor de los excelentes libros, entre ellos: «La orden de Calatrava en la ciudad de Sevilla y en el Aljarafe durante el Antiguo Régimen (Siglos XII-XVIII). Estudio y documentación» (Sevilla, 2020); «Honor, poder y gloria. La Carrera de Indias según un comerciante sevillano del siglo XVIII» (Badajoz, 2019); y «La Villa de Castuera (Siglos XVI-XVII). Radiografía histórica a través de los visitadores de la Orden de Alcántara» (Badajoz, 2013); descubrió dos cartas de poder-, otorgadas por los Ayuntamientos de Castilleja del Campo y Huévar del Aljarafe-, concernientes al alguacil comisario Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), quien sirvió bajo las órdenes del contador Miguel de Oviedo, nombrado por el «Rey nuestro señor».

En el cincuenta aniversario de la muerte de la novelista irlandesa Kate O’Brien (Limerick, Irlanda, 1897 – Canterbury, Reino Unido,1974) nos ocupamos de su figura como escritora de proyección internacional, como mujer, como feminista, como admiradora del genio de Santa Teresa, como abulense de sentimiento, como viajera enamorada de Castilla, como ilustre vecina protagonista del callejero abulense, como icono del festival literario que lleva su nombre en Limerick, como brigadista literaria en la guerra civil española, como embajadora de Ávila en la cultura anglosajona, y como nexo de unión entre Irlanda y España.

En el Día Mundial de la Poesía, con Priscilla nos preguntamos ¿qué podemos añadir a los sueños del, de la poeta cuando en casa se sueña?

Dos paradigmas incuestionables de la crítica literaria se ocuparon de la obra: la argentina María Rosa Lida en Introducción al teatro de Sófocles (Losada, Buenos Aires, 1944) y el norteamericano Edmund Wilson en La herida y el arco, (F. C. E., Breviarios, México, 1983). La historia se remonta a los Cantares ciprios (poema perteneciente a la literatura griega antigua, del cual se conservan apenas algunos fragmentos y que formaban parte del llamado “ciclo troyano”: conjunto de poemas que narraban los acontecimientos legendarios de la guerra de Troya y del cual han llegado hasta nosotros sólo dos: Ilíada y Odisea), se menciona escuetamente en Ilíada (canto segundo, 722-726), la retoma Píndaro en sus Píticas (Oda I) hasta que en manos de Sófocles se convierte en una obra maestra escrita a sus ochenta y cinco años.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
Gracias a la ejemplar colaboración del benemérito biógrafo cervantino Alfonso Dávila Oliveda, Secretario de la Asociación Cultural Universis de Alcalá de Henares, ex Director del Archivo General de la Administración del Estado Español, editor de Itinerarios de Alcalá de Henares (Aguadulce, Editorial Círculo Rojo, 2023), y autor de los excelentes libros, entre ellos, Miguel de Cervantes. Apuntes para una biografía. El espía (1595-1603), (Editorial Círculo Rojo, 2019); Miguel de Cervantes Saavedra, el espía de Felipe II, que acabó con Hasán Bajá, virrey de Trípoli y Argel (1595-1601). Apuntes para una biografía, (USA, Columbia, SC, 2017); y Miguel de Cervantes. Apuntes para una biografía. Volumen IV. El abuelo. (1604-1608), (Editorial Círculo Rojo, 2023), descubrimos 21 nuevas joyas documentales del glorioso Manco sobre su vista en la Sartén de Andalucía, que empieza el 6 de julio de 1588 y termina el 19 de julio de 1588:

Los sajones con bastante precisión distinguen entre “History” y “Story”, que diferenciaría la historia que elaboran los historiadores con datos fidedignos y que acoge hechos y personajes verídicos, de las otras historias, albergues de ficciones y personajes inventados. Los anglos pues, no precisan de explicación alguna para distinguir historia de ficción, basta utilizar la palabra adecuadamente. Dicen por ejemplo: “Love story”[1], o “West side story”[2], y nadie duda de que lo tratado ahí sea una invención. En español sin embargo tenemos idiomáticamente la limitación de considerar historia a ambas modalidades. Decimos: “te voy a contar una historia” para referirnos a una ficción. Cuando aludimos a un hecho verdadero, hemos de reforzarlo con la explicación de que ocurrió realmente, que es un hecho histórico.

[1] Película americana de 1970, basada en el best- seller del mismo título de Erich Segal. Director Arthur Hiller. Protagonistas: Ali MacGraw y Ryan O´Neal

[2] Película musical americana de 1961, dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins. Música de Leonard Bernstein. Protagonizada por Natalie Wood y Richard Beyner

estos días, regresé a la universidad, aprendí que la historia tiene voz, que nos habla, pero que tenemos que aprender a escucharla

Aunque no me dejo ver en ninguna, salvo excepciones puntuales y por exigencias del guion, las redes sociales me interesan por lo que significan como fenómeno sociológico. Un mundo de pantallas a la medida de este tiempo líquido en el que prevalece la pulsión del instante. Un espejo sin profundidad pautado por la dictadura de las apariencias y, dentro de estas, por la tiranía de lo cool. ¿También una nueva dimensión de eso que Jung definía como nuestro inconsciente colectivo?

¿Qué es esa figura a la que se suele denominar, con exceso o defecto de pertinencia, escritor secreto, en qué consisten los rasgos que lo configuran y lo velan, la circundante vocinglería que lo sofoca al tiempo que lo confina a un plano subsidiario, discreto, recóndito? Es una recurrencia interrogativa que consiente una variedad de respuestas: un escritor secreto puede ser aquel que elige hurtarse al ingente ditirambo de la autopromoción; quien privilegia sus propios requerimientos por sobre las demandas de un grupo editorial; alguien cuyas obras, aun de excelente factura, quedan relegadas del relumbrón de sucesivas reediciones, del módico placebo de un premio literario o de la provisoria eternidad de una recensión en los suplementos culturales al uso; definiciones todas ellas que no agotan una enumeración que podría ser tan profusa como fastidiosa.

Jorge Luis Borges solía decir de sus poemas que eran expresiones directas de su sentimiento y de su ser íntimo. También creía que si no hay emoción no puede haber poesía. Solo unos pocos temas (el sueño, el laberinto, el espejo, el tiempo, Buenos Aires...) alcanzaron a merecer la obsesiva pluma del poeta. Quienes frecuentaron sus versos no han dudado en señalar su idealismo, la tendencia a la abstracción y al prototipo, su visión estática del universo, el sentimiento -en fin- de la vanidad del mundo y de lo perecedero de los individuos. Luego vinieron los profesores de Literatura con sus análisis semióticos, concluyendo que la escritura de Borges es densa, sobrecodificada, polivalente, literarizada y textualizada.

Si el rey Felipe II utilizaba esa expresión, para nombrar despectiva y vengativamente a Ana de Mendoza, Princesa de Éboli, Kate O’Brien la resignificó al utilizarla como título de su séptima novela, publicada en 1947. Bien podemos utilizarla ahora, en un sentido muy diferente, para referirnos a la escritora, por su calidad literaria, su amor por España; su interés en figuras literarias e históricas españolas (Teresa de Jesús, Ana de Mendoza, Jacinto Benavente y Miguel de Cervantes); su valentía al abordar temas que le valieron la prohibición de dos de sus novelas (Mary Lavelle (1936) y Land of spices (1941) en Irlanda por contradecir los rígidos parámetros de moral sexual impuestos por el gobierno de Eamon de Valera, y la prohibición de otra en España, por el gobierno franquista, Farewell Spain (1937), por su decidida defensa de los valores de la República y su condena del golpe militar; y el carácter feminista de su literatura, en que nos muestra mujeres independientes, capaces de tomar decisiones y defender aquello en lo que creen, como sucede en la novela que comentamos.

Bien asentado en un café literario de Buenos Aires, en compañía de Borges en carne y hueso imaginario, el narrador de “Ajedrez”, el primero de los cuentos de El ojo mágico de Antonio Jurado (EDA Libros, 2023) le espeta al lector: “La lectura me parece la mejor manera de ver la vida sin intermediarios”. O sea, empecé a percatarme muy pronto de que los ojos de su autor son capaces de abarcar 360º grados, que observan como los de un águila real y que su ojo es mágico porque ve lo que no vemos los demás.

Permítasenos otorgar un realce, acaso inmerecido para estos rudimentos, reproduciendo, a manera de introducción y resguardo, dos citas de incontrovertible ponderación; en La tragedia griega (Gredos, Madrid, 2011), la erudita Jacqueline de Romilly afirma: “Haber inventado la tragedia es una hermosa medalla de honor; y esa distinción pertenece a los griegos”. Por su parte, el padre dominico André-Jean Festugière, filólogo, filósofo y notable traductor, comienza su imprescindible ensayo La esencia de la tragedia griega (Ariel, Barcelona, 1986) con la siguiente aseveración: “Sólo una tragedia hay, y es la griega.”