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George Orwell

08/04/2024@21:45:00
Coincidiendo con el 75 aniversario de la publicación de 1984, de George Orwell, Ediciones Destino publica este retelling autorizado por los herederos de Orwell y contado desde el punto de vista de Julia, la compañera clandestina de Winston Smith.

Las novelas de ficción siempre han sido las más favoritas por los lectores y las que más se han llevado a la gran pantalla. En este artículo exploramos las mejores novelas distópicas, para lectores de todos los gustos.

Por si todavía no lo saben, permítanme sorprenderles con la noticia: 2023 es un año electoral en España. Eso significa que nos van a estar machacando varios meses con el taladro político-informativo, que horadará primero nuestro parietal y luego, sin compasión, penetrará con su broca mediática hasta las íntimas entretelas de nuestro córtex; pero no teman, porque si siguen leyendo estas líneas pueden evitar la trepanación. Me propongo analizar la política nacional a partir de uno de los más rotundos clásicos literarios del siglo XX.

Traducción:Eduardo Zeind Palafox

El socialista de hogaño está en la postura del médico que procura tratar un totalmente descorazonador caso. Cual doctor, debe mantener vivo al paciente, por lo que admite que el paciente, al menos, tiene oportunidad de sanar. Cual científico, debe arrostrar los hechos, por lo que admite que el paciente podría fenecer.

Traducción: Eduardo Zeind Palafox

La pretérita semana anoté que arte y propaganda nunca se separan totalmente, y que lo que se supone es puramente estético juicio es siempre corrompido por amplios afanes morales o políticos o religiosos. Y añadí que en conflictivos tiempos, tales como los recién idos diez años, en que la persona pensante no podía ignorar los sucesos que lo circundaban ni soslayar partidismos, esos sustanciales afanes fueron empujados hasta la superficie de la conciencia. El criticismo deviene más y más cínicamente partidista, e incluso la pretensión de imparcialidad se dificulta. Mas no se puede inferir de ello que no hay tal cosa como el juicio estético, que toda obra de artista es ramplonería, sólo panfleto político que puede juzgarse como tal. Si así razonamos movemos nuestra mente hasta calleja sin salida, en la que ingentes y obvios acontecimientos devienen inexplicables. Para ilustrarlo examinaré gran pieza de moral, de criticismo no estético -criticismo antiestético, dígase-, que es de lo más egregio que se ha escrito: el ensayo de Tolstoi acerca de Shakespeare.
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No sé, como dice Azucena del Valle en su artículo "HUEVOS HABEMOS, MÍO CID...", si los huevos los puso de moda Felipe Trigo, Federico Trillo o aquel gran humorista por mal nombre Chiquito de la Calzada que decía "no te digo trigo por no llamarte Rodrigo". A mí, que soy muy europeo y carpetovetónico, me gustan los huevos de la regla de los benedictinos aunque no descarto una buena tortilla con una docena de huevos como se zampaba mi amigo Urbano, que tenía nombre de papa. En el artículo, tenemos todos los tipos de cómo se pueden preparar los huevos. Como dicen los canarios: todos los días un huevo por lo menos o era un plátano.

Contraviniendo la popular creencia, el pasado no fue más dinámico que el presente. Parece serlo porque cuando se mira retrospectivamente, los hechos son juntados al modo telescópico, y porque pocos recuerdos son allegados realmente sin mácula. Lo tal es, sobre todo, porque libros, filmes y reminiscencias se entreveraron en la guerra de 1914 a 1918, por lo que se conjetura que tuvo tremebundas, épicas características inexistentes en la actualidad.

Traducción: Eduardo Zeind Palafox

Desde muy temprana edad, tal vez desde los cinco o seis años, supe que creciendo debía ser escritor. Entre los diecisiete y veinticuatro años de edad procuré abandonar tal idea, e hícelo consciente de que zahería mi verdadera naturaleza y que tarde o temprano tendría que asentarme y redactar libros.

Traducción: Eduardo Zeind Palafox

Hablo de la crítica literaria, y en el mundo en que actualmente vivimos eso es casi tan poco prometedor como hablar de paz. Esta no es pacífica era, y no es tampoco crítica era. En la Europa de los pasados diez años la crítica literaria del viejo tipo -crítica realmente juiciosa, escrupulosa, imparcial, que trataba a la obra de arte como a algo valioso en sí- ha sido casi imposible.