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"Una piedra en el arroyo": memoria, amor y dignidad en tiempos convulsos

Una ópera prima nacida del amor y la memoria
viernes 21 de noviembre de 2025, 18:33h
Una piedra en el arroyo
Una piedra en el arroyo

Recién leí la ópera prima de Marisa Gálvez, una almeriense de nacimiento, afincada en Cartagena desde la niñez, que ostenta una gran afabilidad en el trato y es una gran aficionada a la lectura, influencia —cuenta— de su amado padre, quien le inculcó tan apasionante afición.

Su novela lleva por título Una piedra en el arroyo. En el transcurso de la lectura de tan conmovedora y bien hilada narración de hechos reales, verídicos y cargados de un dramatismo nada figurado, el lector tendrá ocasión de pasear con el protagonista aquella piedra, mojarse quizá en aquel arroyo cercano e incluso añorar un tiempo pasado, cuando las aguas corrían cristalinas, antes de que la España de los días de los hechos se desangrara en una “incivil” guerra que nunca debiera haber tenido lugar, y más aún, que ojalá no se repita jamás.

Una novela de amor… y de historia viva

Aun destacando que dramatismo hay, y mucho, la obra de Marisa podría calificarse también como una “novela de amor”, aunque antes debe considerarse una novela histórica y a la vez testimonio familiar, personalizado en su propia genealogía.

Ascendientes directos de la autora —especialmente su padre— le transmitieron aquellos avatares familiares, del entorno, de la provincia y de la España de la primera mitad del siglo pasado, que incluye los convulsos años de la Segunda República y la guerra fratricida que desangró el país entre 1936 y 1939.

Y digo “novela de amor” porque está escrita con y desde el corazón de una hija que rinde honra y honor a su amado y añorado padre, y, por ende, a toda su generación. El amor, como motor de la vida, impulsa a los personajes —y a nosotros mismos— a formar familias, luchar, resistir y sobrevivir.

La autora lo plasma sin perder un ápice del realismo propio de unas escenas costumbristas, con personajes de carne y hueso que se debaten entre el amor, la familia, los conflictos humanos —los amores prohibidos, la envidia, la deslealtad, la traición, la pasión— y la supervivencia en un mundo donde, a poco que quisiéramos verlo, cabemos todos.

Una lectura para los cinco sentidos

Una piedra en el arroyo ofrece una experiencia sensorial completa:

  • Los ojos dibujan en nuestro cerebro las escenas que la autora, con frases sencillas y descripción precisa, nos va contando.
  • Respiramos el humo de la pólvora y sentimos el olor agrio de las celdas atestadas de presos.
  • Nuestras glándulas ensalivan ante el vapor de los pucheros que aquellas madres ofrecían tras las duras jornadas, si el racionamiento lo permitía.
  • Oímos el silbido de los trenes y tememos aquellos aviones portadores de miedo y destrucción.
  • Incluso nuestras manos experimentan la ávida sensación de pasar deprisa las páginas para llegar al final de una historia que es, en sí, una inmersión lúcida en las reacciones del ser humano cuando la existencia lo somete a prueba.

La historia familiar y el arte de narrar

Marisa Gálvez no solo ha narrado las vivencias de su padre, abuelo y bisabuelo que su progenitor le contaba como si se tratara de una historia familiar excluyente. No: nos ha ofrecido su historia servida en bandeja literaria.

Se ha documentado cuidadosamente para entretejer la vida de su familia con los grandes acontecimientos históricos en los que, indefectiblemente, los suyos se vieron envueltos —tanto por encontrarse en el lugar de los hechos (Almería, Madrid) como por su implicación política—. Y quizá también porque así lo dispuso el destino, que no se puede ni modificar ni reescribir.

En la novela, como subgénero de la narrativa, subyace el rasgo distintivo de la construcción ficcional a través de un narrador omnisciente. La autora crea personajes que su imaginación considera necesarios para que, interactuando con los reales, la historia cobre cuerpo y sentido, dotándola de amenidad e intriga.

A ello contribuye la estructura de cincuenta capítulos y un epílogo, breves y equilibrados, que permiten respirar al lector entre la intensa carga emotiva de la narración.

Personajes con voz propia

No suelo destacar personajes en mis reseñas, pues considero que si el autor los ha creado —los ficticios— o los hace actuar —los reales—, todos cumplen su papel tal como fueron concebidos o históricamente vivieron, sean buenos o malos.

Y en esta novela, más aún, porque se trata de una obra coral, donde incluso los personajes ficticios ejecutan su partitura sin fisuras, muy afinadamente, y con el instrumento que a cada cual le ha sido dado.

Otra cosa es confesar qué personajes me han calado más hondamente por su humanidad, sus hechos o su trayectoria vital: sin duda, Joaquín y Luisa, aunque todos despiertan una profunda empatía, especialmente los femeninos.

Conclusión: una voz valiente y necesaria

Tras digerir tanto dolor y tanta pasión como destila Una piedra en el arroyo, solo puedo expresar mi más sincera felicitación a Marisa Gálvez por esta sensacional obra que aporta una mirada íntima y honesta al panorama de la literatura española contemporánea.

Ha tenido la valentía de dar un paso importante y merece el reconocimiento por su entereza y su capacidad de narrar unos hechos tan cercanos y a la vez universales.
Solo espero que los desgarros que este proceso le haya causado se cierren con reconocimientos como este.

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