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José Manuel de Prada y Álvaro Bermejo
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José Manuel de Prada y Álvaro Bermejo

“PERDÓN POR LAS MAYÚSCULAS"

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
viernes 21 de noviembre de 2025, 23:22h

Literaktum, el festival de las letras de San Sebastián, vestía de gala su inauguración para recibir a Juan Manuel de Prada y su monumental "Mil ojos esconde la noche". Su particular comedia humana, contada en dos tomos no menos balzaquianos, en torno a su particular Rastignac: Fernando o Fernandito Navales, un periodista y escritor fracasado y por tanto resentido, falangista de última hora en el París de la Ocupación.

El relato de sus desmanes, contado en primera persona merece esos dos volúmenes, y su modulación. Desde el resentimiento que presidió su primera entrega, “La Ciudad sin luz”, hacia una bien dudosa búsqueda de la redención en el que lo cierra, “Cárcel de tinieblas”.

Soldado de mala marcha, como se conocía en el Siglo de Oro a los mercenarios, y a los desertores, narrador tan poco fiable como seductor, por sus luciferinas artes, las víctimas preferentes de Navales serán los artistas e intelectuales españoles refugiados en esa Cité Lumière que su pluma entenebra a cada trazo.

El eje del debate en Literaktum no podía ser otro que la memoria histórica. También desde dos perspectivas. La de quienes vivieron aquel tiempo bajo una máscara de falso heroísmo, como Picasso, protegido por orden expresa de Hitler. Ya en el nuestro, el de la Posverdad, las verdades a medias y las mentiras flagrantes, la de quienes hacen de la historia un arma ideológica imponiendo un relato mendaz, a la medida de sus intereses.

Tanto como su maestría literaria, el imperativo de objetividad en Prada. Un escritor conservador que desnuda hasta el hueso la miseria moral de unos cuantos referentes de la mal llamada ‘España Nacional’. ¿De qué manera? Yendo a las fuentes y manchándose las manos en archivos raramente consultados por tantos historiadores para quienes el prejuicio se antepone a la evidencia.

Resulta alarmante que nuestra historia oficial siga cautiva de esos espejos deformantes dignos del esperpento valleinclanesco. Que prevalezca la hemiplejia partidista. Que seamos incapaces de mirar atrás con la mirada limpia, porque “España sigue siendo un polvorín”.

No alivia el diagnóstico que en Francia sucediera algo semejante con su glorioso relato de la Resistencia, hasta que Modiano cortó las cuerdas de los violines. Ni la manera en que se sigue anulando la relevancia de la URSS en la derrota de Hitler -desde Stalingrado en adelante-, excluyéndola de cualquier conmemoración de la victoria de los Aliados. Hoy, como predica el líder ucraniano Volodomir Zelensky, incluso homologándola con el régimen nazi, con el aplauso unánime de la OTAN. De España, naturalmente, mejor no hablar. El guerracivilismo está en el aire, la perversión del relato a la orden del día. Se diría que entre nosotros la guerra no acaba nunca. Una y otra vez la historia chapoteando en el lodazal de la tendencia.

El protagonista de la novela de Prada escribe la palabra historia con dos registros: en minúsculas cuando alude a la trama. En mayúsculas cuando remite el tiempo histórico. En este caso, hasta se disculpa: “Pido perdón por las mayúsculas”. La sutileza no puede ser más perversa en lo que remite a nuestro momento. En realidad, a quien deberíamos pedir perdón es a la Historia misma. Por traicionarla con tanto resentimiento. Sin consentir ninguna redención.

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