La dama de La Cartuja marcó el inicio de una nueva fase en su trayectoria literaria, lo que le valió el reconocimiento como mejor libro revelación en los premios Un año de libros 2024. Con la publicación de La pintora de la luz, que continúa esta fascinante saga histórica, se reafirma como uno de los autores más destacados y prometedores del panorama editorial en nuestro país. En 1911, en Sevilla, han transcurrido nueve años desde que Trinidad llegó a la ciudad con el propósito de investigar la historia de su familia, relacionada con las legendarias vajillas de La Cartuja. Ahora, de regreso en Inglaterra y dedicada a su trabajo como ceramista, recibe una carta de la marquesa de Pickman, quien es la propietaria de la fábrica de loza. Este mensaje la impulsará a regresar al lugar que dejó una huella profunda en su vida. La invitación consiste en colaborar en un ambicioso proyecto que hará resplandecer la ciudad como nunca antes: la construcción de la plaza de España. En esta tarea, Trinidad deberá colaborar estrechamente con el arquitecto Aníbal González, conocido por su gran ambición. Este desafío artístico llevará a Trinidad desde las elegantes fiestas del palacio del Real Alcázar hasta los modestos talleres de Triana, mientras su destino se ve sacudido por las tensiones entre clases sociales y el amor hacia dos hombres. Después del éxito obtenido con La dama de la Cartuja, ¿qué reto se plantea con La pintora de la Luz? Sin duda emocionar al menos del mismo modo que con La dama. Por pedir, por supuesto que me encantaría que los lectores y lectoras recibieran un añadido, y que la historia les sorprenda y les aporte algo especial. Supongo que es lo que toda autora persigue, que cada novela sea mejor que la anterior. Nacer en Sevilla es todo un lujo y se ha escrito mucho sobre esta ciudad, pero, ¿faltaba esta novela para realzar aún más la belleza de la plaza de España, conocer su proceso de construcción y la magnífica labor de los ceramistas? Sería bonito pensar que se ha contribuido a algo así, desde luego. Ya con La dama me propuse hacer un homenaje a los artistas anónimos que están detrás de los objetos cotidianos; en la primera novela fueron especialmente las estampadoras de la fábrica de Pickman, y aquí destaco sobre todo a los ceramistas y alfareros de Triana, que ya venía citando, pero a los que deseaba dar mayor protagonismo. Al profundizar en la historia de la plaza de España me di cuenta de que no solo ellos estuvieron detrás, también otro tipo de artesanos y trabajadores. En verdad me parecería maravilloso que la novela sirviera para recordarlos y poner en valor su trabajo, pues parece que la plaza de España siempre ha estado ahí, de fondo, y a veces se ignora todo el esfuerzo que hay tras grandes obras como esa. Aníbal González, a pesar de adoptar características Modernistas, que eran las que imperaban en su época, fue capaz de crear algo especial para Sevilla que le diera identidad propia, ¿es necesario haber nacido en esta ciudad para impregnarse de su esencia y cambiar su fisonomía? “Sevilla tiene un color especial”, dice la canción de Los del Río. Quizás engendra gente que de verdad tiene una capacidad insólita para darle otra identidad a los colores, al arte y al ingenio. En Málaga también tenemos grandes genios, Picasso y Chiquito de la Calzada, por citar algunos. Quizás sea Andalucía madre de criaturas peculiares. Aunque hemos arrancado hablando de Modernismo, y la Sagrada Familia de Gaudí es de las cosas más espectaculares que he visto en mi vida. En fin, quizás de vez en cuando aparece alguien especial y el entorno apropiado puede ayudar mucho a que esta persona brille. Eso es algo en lo que reflexionan bastante los personajes de La pintora de la Luz. Aníbal González ya tiene un lugar destacado en la historia de la arquitectura española, pero, ¿se conocía a los que le acompañaron en este proceso? ¿Es necesario también reivindicarlos? De seguro suenan bastante más los nombres de Torcuato Luca de Tena y Alfonso XIII, aunque podríamos debatir si realmente la gente es consciente de lo mucho que participaron en el proyecto de la Exposición Iberoamericana o lo que se implicaron en la vida de los sevillanos durante esos años. Y luego están esos otros igual de relevantes pero quizás más desconocidos, como fueron José Gestoso, Manuel García Montalván, Manuel Soto o Pedro Navia, que fueron algunos de los ceramistas y académicos que revivieron el azulejo sevillano, y cuya labor sin duda fue clave para que obras como la plaza de España acabaran convirtiéndose en monumentos impresionantes. Por no hablar del mensaje de unidad que quisieron darle. Sería una pena que se olvidara todo eso.
¿Qué supuso para Sevilla organizar la Exposición Iberoamericana de 1929 cuando no se encontraba, precisamente, en su mejor momento? ¿Marcó un antes y un después para la ciudad? Diría que sí. Al documentarme sobre la época y la situación en la que se encontraba la gente por entonces, me desconcertó lo mucho que se parecía al presente. La gente joven de mi generación podría identificarse con esas personas mucho más que nuestros padres y abuelos, en tanto que había muchos problemas para tener una vivienda, formar una familia, o dedicarte a aquello para lo que te habías formado. El paro y el pluriempleo estaban a la orden del día. La Exposición vino a dar solución a todo, pero las obras tardaron en arrancar y se alargaron mucho más de lo sospechado, ahí reside el interés histórico-social de la novela, pienso. Y por eso me he inspirado mucho en Los miserables a la hora de escribirla, porque había un ambiente de tristeza, frustración y desesperanza muy grande. ¿Conocía el trabajo de las ceramistas antes o ha formado parte del proceso de documentación de la novela? Entiendo que toda buena andaluza debería conocer algo sobre azulejos, pero he de reconocer que me empapé de todo este mundo a raíz de ambas novelas. Mi fascinación comenzó con La dama de La Cartuja, porque jamás hubiera imaginado tanto trabajo, esfuerzo y belleza detrás de la loza, la cerámica o el azulejo. Y con mis novelas trato de transmitir toda la admiración que he ido sintiendo, para intentar que los lectores lo sientan igual o que, como mínimo, piensen sobre ello. Su novela hará famosa, en el mundo entero, la labor de las artesanas trianeras. ¿Han tenido hasta ahora el reconocimiento que merecen? Me gustaría pensar que la cerámica sevillana y andaluza ya eran conocidas en el mundo entero, pero me interesaba recalcar el esfuerzo, como digo. La parte humana. El día a día de esos artesanos, concretamente las mujeres, que han trabajado la arcilla trianera a lo largo de los siglos, entre cantes y buen humor. A los andaluces se nos conoce bastante por nuestra simpatía, debería saberse que la alegría es el secreto para que nuestro trabajo artístico sea tan especial. La clase social trabajadora tiene más libertad para relacionarse que los aristócratas… ¿sigue ocurriendo en el S.XXI algo parecido? ¿Se han superado los prejuicios o sigue siendo difícil acceder a las élites? Es una buena pregunta. Quizás ahora son otras cuestiones las que nos dividen. Antes eran las clases sociales, ahora quizás sean los estilos de vida, las tendencias ideológicas… Me gustaría creer que el nivel adquisitivo ya no es una excusa para categorizar ni excluir a nadie, pero sí pienso que sigue siendo una cuestión clave para condicionar la formación de una persona, pues la formación te permite a su vez acceder a determinados puestos de trabajo, que a su vez te permitan mejorar tu economía y calidad de vida. Yo hablo por mí, que siempre estudié con el apoyo de becas, y aunque por fortuna pude avanzar por las distintas etapas académicas que me propuse, he de reconocer que ciertos másteres, por ejemplo, fueron un sueño imposible para mí en su momento solo por el dineral que costaban. Un dineral que no tenía. Así que, bueno, a veces la vida es así, y yo ahora me siento afortunada de haberlo conseguido todo desde el esfuerzo, creo que me ha enseñado bastante. Y, de hecho, me sirvió para empatizar con muchos personajes de La pintora de la luz, no solo con Trinidad. Pensemos que esta época de la lucha obrera de las primeras décadas del siglo XX es cuando aparecen muchos de los grandes activistas y pensadores de nuestra historia, que emergen de las clases más bajas precisamente por su concienciación, y destacaron solo por su capacidad y esfuerzo, tan brillantes que fue imposible ocultarlos, y que les permitió escalar hasta hacerse notar en los círculos más altos. Trinidad volverá a su Sevilla natal y se verá envuelta en un montón de intrigas, pasiones… ¿qué tiene de especial esta mujer para que siga enamorando a los lectores? Me encantaría preguntárselo a los lectores, desde luego. En verdad son ellos y ellas las que tienen que decirlo. Si le preguntas a la madre todo van a ser halagos, no creo ser imparcial. Supongo que es su tenacidad, es testaruda como una mula. Y que es muchísimo más de lo que aparenta. Tiene esa planta seria y elegante de británica, pero en su pecho se oculta un corazón de trianera de armas tomar, apasionada y humana, en lo bueno y en lo malo.
¿A qué ha dado más importancia la autora? ¿al rigor histórico, la trama, los diálogos, las descripciones, los personajes…? ¿Ha sido complicado compaginar realidad y ficción? En mi caso, para mí lo más importante son los personajes, y que vivan y latan a través de los diálogos. Me gusta que fluyan, y que los lectores se los crean. Después, estamos en novela histórica, y para mí es sagrado cuidar la documentación y respetar mucho los hechos y a las personas que existieron, por consideración hacia sus descendientes, y al trabajo de los académicos que me han nutrido. Por eso, sí, reconozco que siempre es complejo ligar bien lo histórico con el argumento ficticio que ideo. Supongo que, mientras una trabaje con mimo y buena intención, las conciencias deberían estar tranquilas. ¿Cuánto tiempo ha dedicado a la investigación y con qué dificultades se ha encontrado? Por lo menos se invierten varios meses para arrancar, y después, incluso mientras escribes, sigues documentándote todo el tiempo. Siempre hay algo que pulir o en lo que profundizar, aunque es imposible abarcarlo todo. Tampoco al lector le interesa: quiere aprender y dejarse envolver por entornos sugerentes, no que le den una chapa. Para mí ese es el mayor reto, saber mesurar. Y en cuanto al proceso de documentarme, siempre es complejo dar con los mapas y los libros adecuados, hay que visitar muchas tiendas, librerías y anticuarios, y lo de los archivos y museos también es una cosa curiosa. En el Archivo Histórico Provincial de Sevilla entraba y salía cada dos por tres como en mi casa, pero hay otros lugares, como la fundación Fidas, que requieren avisar con tiempo para poder entrar. Pero tener los diseños originales de Aníbal González entre las manos… Mereció la pena cada llamada y papeleo. Los artesanos de la cerámica saben que sus piezas son frágiles y a veces se rompen, pero nunca se rinden… Si tuviera que decir algo importante que ha aprendido con su obra, ¿qué sería? Que hay tantas versiones de un hecho como miradas que lo presencian, igual que hay tantos diseños de azulejo como artesanos que se atrevan a ejecutarlos. Cada vez que concluyo una nueva obra me gustaría pensar que tanto yo como mi escritura somos un poco más maduras, y me atrae la idea de haber hecho reflexionar a la gente sobre muchas cuestiones en las que yo misma he ido pensando mientras escribía. ¿Para cuándo un recorrido histórico por los lugares donde transcurre la novela? Eso digo yo. Un día preparamos una mochila con ricos manjares para aguantar el tirón, buen calzado, nos levantamos prontito y nos recorremos Sevilla desde el Monasterio de Santa María de las Cuevas, pasando por la Casa Consistorial, el Palacio Pickman y acabamos en la plaza de España hasta la caída del sol si hace falta para ver cómo sus azulejos mutan del día a la noche. Puedes comprar el libro en:
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