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Roberto D. Malatesta
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Entrevista a Roberto D. Malatesta: “Las pasiones son inescindibles del yo, no soy sin ellas”

Roberto D. Malatesta responde “En cuestión: un cuestionario” de Rolando Revagliatti

Por Rolando Revagliatti
lunes 03 de agosto de 2020, 21:00h
Roberto D. Malatesta nació el 27 de diciembre de 1961 en la ciudad de Santa Fe (donde reside), capital de la provincia homónima, la Argentina. Es Contador Público Nacional, egresado de la Universidad Nacional del Litoral en 1989. Entre otras distinciones, obtuvo el Premio Municipalidad de Santa Fe 1994 y el Premio José Pedroni 2000-2005, obra édita, y 2006-2009, obra inédita.
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    Roberto D. Malatesta

La realidad está en otra parte
La realidad está en otra parte

Su proyecto “Esperanza – Spoon River” recibió la Beca de Creación del Fondo Nacional de las Artes. Coordinó talleres literarios en instituciones de su provincia y el Ciclo “Lecturas del Entrepiso” (Foro Cultural, extensión universitaria, UNL, 2010-2011). Efectuó reseñas literarias para las revistas “Fénix” y “Omero”, y para el diario “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe. Desde 2004 participa en congresos y encuentros en diversas localidades de su país. Junto a la cantante ‘Flopa’ Lestani presentó espectáculos de poesía y música. Poemas suyos fueron incluidos en volúmenes antológicos: “Santa Fe al Norte”, “Premio Regional. Casa de la Cultura de Alvear”, “75 Aniversario”, “Luz inagotable”, “Poetas 2. Autores argentinos de fin de siglo”, “Señales de la nueva poesía argentina”, “Voix d’Argentine – Voces argentinas”, “Poesía de pensamiento”, “Huellas de agua” y “Francotrinadores santafesinos”. Desde 1984 ha publicado los poemarios “De las cosas blancas”, “Casa al Sur”, “La prueba de la soledad”, “Del cuidado de la altura del níspero”, “Las vacas y otros poemas”, “Flores bajo la lluvia”, “Por encima de los techos”, “No importa el frío”, “Cuaderno del no hacer nada”, “La nada que nos viste”, “El silencio iluminado” (antología), “La estrella roja y otros poemas”, “La realidad está en otra parte”, “Libro del pescador” y “Esperanza – Spoon River”.

¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba? Y 2: ¿Cómo te llevás con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la velocidad, con las contrariedades?

RDM: Mi primer acto de creación o de iniciación, lo he escrito en un poema de “La estrella roja y otros poemas”. La tormenta era inminente, yo era un chico de seis o siete años, pero tenías miles de años de antigüedad, ya comenzaba a soplar el viento y se sentía ese olor a Dios que la lluvia, entre otros elementos, trae. La calle era un río de tierra, era el barrio de mi abuela, en el mío también eran de tierra las calles, yo sentí ese llamado, el viento, la tormenta, la pronta llegada de la lluvia que pone al cielo a nivel de las manos y el rostro. Algo se disparó en mí, y me lancé a la calle a revolcarme, daba vueltas y vueltas en el polvo, no sé qué era aquella danza, fundirme con los elementos, ser uno en la creación, comulgar. Si hoy no lo entiendo completamente, menos en aquella oportunidad.

Me fue mal, una vecina me vio y le contó a mi mamá, sin protestas la dejé aplicar su correctivo, ¿qué argumentar en mi defensa?

“En este rincón” el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...

RDM: La inspiración, no, no se ve, fluye, abre la puerta, invita a la fuga. Volvemos, si te quedás de ese lado enloquecerías totalmente. De chico, uno casi que vivía inspirado, pero te enseñan a rechazar la invitación. Existe.

¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?

RDM: Pablo Neruda tuvo una vida de absoluta locura: fue, vino, huyó, se refugió, amó mil mujeres, fundó su raíz en lo inestable, murió amargo viendo como se rompían sus sueños. Los libros autobiográficos de Neruda puede que sean su obra mayor. Claro, está “Residencia en la tierra”.

¿Lemas, chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?

RDM: No me gustan los lugares comunes de la lengua, rehúyo al refranero popular, me aburren los que viven citando frases de uso colectivo. Aunque por allí…: “La poesía sopla donde quiere”.

La inspiración no se ve, fluye

¿Qué obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?

RDM: Bohumil Hrabal, “Una soledad demasiado ruidosa”, nouvelle que es poesía pura, subrayé casi por completo el libro, historia de un perdedor magnífico, con tres relatos escatológicos y uno, de amor, que es una maravilla, y desde ya, la tristeza infinita.

Un libro de poemas que se puede leer como una novela, la “Antología de Spoon River” de Edgar Lee Master, otra maravilla, el espíritu humano, su fragilidad, su pecado, su lado oscuro expuesto verso tras verso. Un clásico, un maestro.

Eugenio Montale: pero si hubiese escrito solo el poema “Los limones”, suficiente, no se necesita más.

El final del cuento de Borges, “La escritura del Dios” … ¡ah!

¿Tendrás por allí alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos protagonista y que nos quieras contar?

RDM: Me remito a otra historia que pude incluir en un poema, “El pelo de los Beatles”; yo era muy niño, estaba en la peluquería de mi madrina, allí unas señoras comentaban con grandilocuencia y a grandes voces que “al fin los Beatles se van a cortar el pelo”; no sabía qué eran esos “Beatles”, pero las señoras hablaban con tal pesadez, dogmatismo y engreimiento, que yo me puse del lado de los melenudos, deseé que pronto me creciera el pelo, ser un Beatles.

¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
RDM: Posteridad… ya fue… cagada de palomas o disgregación en el polvo… Posteridad: ser viento.
“¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
RDM: Soy contador público, y de vulgares modos, como mi comprovinciano, el poeta José Pedroni, la rutina de mi trabajo se me hace cada vez más insoportable, aunque sea una rutina en constante composición o descomposición. ¡Dios, la jubilación, aunque me conduzca al hambre irremediable!
¿Para vos, “Un estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un estilo es una manera y un amaneramiento”.
RDM: Todos tenemos nuestro estilo, y nuestras limitaciones, lo importante es no convertirlo en un mecanismo, eso sería la muerte.
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
RDM: La indignación es ver ese exhibicionismo que esgrime la absoluta certeza, el engreimiento, la autosuficiencia, en un ser, en una sociedad. Se supone que somos constante aprendizaje; nacimiento constante o fósil: son las opciones.
También me indigna la censura desde lo políticamente correcto. El arte no es moral y los artistas, muchas veces, son seres viles elevados por la divinidad a concluir una obra; los ciegos no lo ven así, y no verlo es violencia, censurar es violencia.
Por otra parte, violencia me provocan los malos árbitros de fútbol, y me harta instantáneamente cuando viene el cuarto gol del equipo contrario y los nuestros van en cero.
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con nosotros?
RDM: Bueno, ya conté sobre mi niñez; va otra: era un niño que tenía como libros preferidos la biblia y el diccionario, y a ello oponía todos los juegos de pelota que derribaban en serie las planteras de mamá. De más está decir que mi madre me prefería lector.
¿En los universos de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien, ¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
RDM: Ser un personaje de Jorge Luis Borges da un poco de miedo, quedarse del otro lado del sueño o transitar la pesadilla, da miedo. Pero el universo Borges es el infinito, ser un guapo o un inmortal, ser el que cuenta “la” historia de su vida, el que se sienta en una mesa, vaso en mano y dice: escuche Borges lo que le voy a contar. Por supuesto, no se trata de mi voz, sino de la voz que Borges me dicta.
El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio, orientación o sentido?
RDM: Soy muy afecto al silencio, al pozo de la soledad, ese “El silencio iluminado”. La sorpresa, quizás la mayor, no suceda, es aquello que está a punto de ser, y no es, como en el poema citado de Montale, “Los limones”: “Ves, en este silencio en que las cosas/ se abandonan y próximas parecen/ a traicionar su último secreto”.
La desolación es lo que no está, lo que se ha ido y el camino que se atraviesa a causa de ello.
El fervor: las palabras de los poetas que acompañan.
La intemperancia, como vicio o defecto por la palabra que debimos guardar sólo para nosotros mismos.
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
RDM: Ingenio e ironía, me gusta más que sarcasmo: destaco al maestro Javier Adúriz, aunque no diría que la ironía prime en su obra, el ingenio sí, eso sobra. Ya más cerca de lo caustico, y, claro está, no exento de ingenio: Joaquín Giannuzzi.
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
RDM: Prefiero mis errores comprobables y comprobados, también son mi parte, que los por comprobar, siempre son los peores, esa es mi apreciación, no sé si la más apreciable, pero por ahí anda.
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
RDM: Las relaciones humanas son un misterio, pero si hay alguien que te parece querible no busques más vueltas, si te preguntás cómo carajo aprecio a este tipo que es tan opuesto a mí, es porque posee algo que supera tu comprensión, pero está, lo trae consigo. Ahora, valorar y querer no tienen por qué ser de la misma familia. Y creo que es más importante querer que valorar, por allí valorar no tiene mérito, alguien tiene valores, ha hecho cosas, entonces se lo valora. Pero querer es la semilla de Dios.
¿El mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
RDM: El mundo fue y será… como dice el tango tantas veces censurado… Suele ser el infierno, pero, o nos mimetizamos con él, o buscamos lo que en él es cielo, no hay más alternativas (por supuesto, plagiado de Ítalo Calvino).
Por la fidelidad y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
RDM: El mundo está lleno de seres anónimos que aman, trabajan y crean, no figuran en las crónicas y ni les interesa. Están a la vuelta de la esquina, te sirven el café o te dan el paso cuando ellos vienen por tu derecha. Tengo, por ejemplo, un amigo, gran poeta, que ha entrado en el absoluto silencio, no de la escritura, no le interesa nada del “ambiente”, pero claro, no lo nombraré, sería traicionarlo.
¿Qué te hace “reír a mandíbula batiente”?
RDM: Soy de la generación de Los Tres Chiflados, de esa no me curo más. Yo hubiese querido ser un chiflado, en una de esas lo soy, al menos mi apellido no lo desmiente.
¿Cómo afrontás lo que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
RDM: ¿Lejos? Ya a mi edad todo está más o menos lejos o no importa; aun así, trato de quererme, de ser feliz.
El amor, la contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has ido relacionando con esos tópicos?
RDM: Aquí se termina la entrevista… no pienso escribir una novela… Pero si me aceptás una respuesta, siendo tan solo y tanto, un hombre, el amor suele sacar lo mejor de nosotros, el dinero y la política, lo opuesto. Religión y contemplación se parecen mucho, al menos desde mi perspectiva.
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
RDM: Si son insufribles yo ya me fui demasiado temprano de la función como para calificarla… Salvo que se trate de reguetón, Dios me libre.
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y por qué?...
RDM: Cuando caminaba tomando la mano de mis hijos pequeños, era en un barrio del cielo… Ya no sabría dónde quedan esas calles, aunque aún vivo en él.
¿Cómo reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo, una microficción.
RDM: No, así como la ordenaste me satisface plenamente… Perfecto, Rolando, no lo podrías haber hecho mejor.
“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...
RDM: Las palabras mueren en la afasia y ello se produce cuando ya nada nos conmueve, el disco sigue girando, pero ya no hay quien escuche.
Escarbar en la naturaleza del amor suele ser muy poco amoroso
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
RDM: La verdadera ideología del artista es su capacidad creativa, la verdad del artista está en la obra. ¿Cuál era la ideología de Dante Alighieri? La de Ezra Pound, el gran vanguardista, la conocemos todos.
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
RDM: Bueno, quizás el error estuvo en mí, en creer en la promesa de esa persona. Y trato de mantenerme a distancia, no sea cosa que me vuelva a equivocar. Borges decía que no les prestaba plata a los amigos, por las dudas de que no se la devolvieran.
No concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
RDM: A mi abuela Berta (Borka, en su idioma natal), el ser más maravilloso, un ser de luz, inagotable luz que me sigue acompañando; ella era una traductora, sin saberlo, ya que me contó cuentos que sólo había pronunciado y oído en su lengua; su convicción para relatarlos era tal que yo conocía la nieve a través de la palabra nieve, cuando era un niño. Mucho después pude tocar nieve, en efecto, ya la conocía. Quizás escribo gracias a ella, o, dicho de otra forma, su gracia me legó la escritura.
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
RDM: La pasión puede ser estar en absoluto silencio, una mañana de domingo, leyendo; considero que las pasiones son inescindibles del yo, no soy sin ellas. Casi como los fantasmas, que ya de viejo he aprendido a sobrellevar y convivir con ellos sin exaltaciones, a veces, incluso, les tengo un poquito de lástima, ¡fijate éste, se ensaña con tan poca cosa!, les suelo decir. Con las pasiones me llevo mejor, nos sabemos a gusto el uno con el otro.
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
RDM: No sé, lo de alabado desmesuradamente puede ser en una época, luego eso cae, no se sostiene; de todas formas, yo admiro a quién me entregó algo, por ello no me interesa tanto la “alabanza”, prefiero la gratitud.
¿Acordarías, o algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
RDM: Tan asimétrico que puede ser simétrico. Escarbar en la naturaleza del amor suele ser poco amoroso. No existen patrones. Nada tienen que ver estas extravagancias mías, seguramente, con el poema de Luisa, muy buena poeta.
¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la madrugada?
RDM: Puede depender de dónde me encuentre. A orillas del río: amanecer, siesta, crepúsculo. Si en mi casa, en mi barrio: la mañana, el mediodía, la madrugada. Pero el asunto es estar en ese preciso momento, en ese lugar, no ausentarse, no de uno mismo, de la hora, del espíritu del tiempo.
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos propondrías?
RDM: Reuniones cumbres, no me gusta, es como aquel poema del inmenso Horacio Castillo, cuando el escalador del Everest llega a la cumbre y descubre al cielo tan distante como antes (qué poeta Horacio Castillo, con él me reuniría en la cumbre del Everest), pero, bueno, jugando un poco, me hubiese gustado un encuentro entre Li Po y Thomas Merton, y si a eso le sumamos a Mozart tocando el piano, ¡yo quisiera estar allí, oculto entre arbustos, o sirviéndoles el té!
Seas o no ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...
RDM: Tablas, con tablas estoy hecho; con eso, yo que siempre pierdo, gano.
*
Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de Santa Fe y Buenos Aires, distantes entre sí unos 460 kilómetros, Roberto D. Malatesta y Rolando Revagliatti, julio 2020.
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