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Sibilla Aleramo
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Sibilla Aleramo

Sibilla Aleramo: el feminismo italiano hecho carne y letra en el siglo XIX

Por Pilar Úcar Ventura
miércoles 17 de noviembre de 2021, 10:00h

La necesidad de gritar su libertad más allá de convencionalismos particulares y sociales la abocaron a la soledad y a la pobreza. Su prolífica obra ejemplifica la agonía femenina y el deseo vital de lucha de la mujer en un mundo inflexible.

ANGUSTIA
¡Angustia furiosa
por toda la riada de vida
que nadie con brazo fuerte contiene!

Versos que reflejan a la perfección la personalidad de esta escritora italiana nacida Marta Felicina “Rina” Faccio en 1876. Después de sus estudios elementales, imposibles de continuarlos, se formó de manera autodidacta mientras trabajaba en la fábrica de vidrio que regentaba su padre.

Nunca contó a su familia la agresión sexual sufrida a los 15 años, y en una especie de simulacro salvífico se casó con su propio violador. En 1901 la encontramos en Roma, tras un intento de suicidio, alejada de su verdugo y con su hijo. Mujer de relaciones abiertas, comparte vida con hombres y mujeres. En 1906 publica una novela escandalosa y la primera obra feminista en Italia: Una donna, narración de su propia vida hasta ese momento. Activa en política, defensora de las causas más desfavorecidas, comprometida socialmente, artista…Il passaggio en 1919 plasma su amplitud de miras, su defensa por la libertad sexual femenina. Para muchos críticos, solo es una mujer del siglo XIX con multitud de aventuras erótico-festivas, llena de líos y romances convulsos.
¡Angustia angustia
de andar cual río que ruge de amor
en la nocturna indiferencia del mundo!

Si ampliamos el foco, observamos una figura sin escondrijos, significativa y humana a la que le tocó vivir el vaivén histórico de su país en un intento de acomodarse a las décadas del siglo XX. Suscribe el Manifiesto de los Intelectuales Antifascistas y recorrió Europa enarbolando su adscripción al comunismo tras la segunda conflagración mundial. Imparable siempre, se suceden títulos literarios: Ir y quedarse, 1921, Transfiguración, 1922, Placeres ocasionales, 1930, Sí a la tierra, 1934, Desierto de amor, 1947, Ayúdame a decir, 1951, Luces de mi tarde, 1956. Partidaria de la Unidad femenina nacional. Afirmaba sus múltiples vidas, auténtico poliedro en medio de un contexto patriarcal, bélico, autoritario y represivo ante la emancipación de la mujer. De fama internacional y reconocida por propios y extraños, languidece en un desván, desfallecida por el hambre acuciante: sus exangües fuerzas igualan sus emolumentos. Escasa fuerza física, casi inane, resiste como puede colaborando en algunas revistas culturales. Necesita escribir, que su voz se oiga más allá de las miserias que padece. Apasionada y apasionante, buscaba la luz en la poesía y en la lectura y seguía confiando en el ser humano: creía en un futuro mejor más allá de las tinieblas amenazantes que invadían el suyo. Llama la atención la “no- identidad” de sus personajes, innominados, quizá en un deseo de no concederles aliento propio, se nombran por su función en el relato. El vértigo que la envolvía le permitía reflexionar sobre la esencia del ser, sobre su persona tan valiente y tan dueña de sí misma. Muere en Roma en 1960.

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