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Ángel González Olmedo
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Ángel González Olmedo

Entrevista a Ángel González Olmedo: “Traslado nuestros problemas sociales y políticos al terreno de la fantasía; allí es menos doloroso”

Autor de “Las historia triste de un hombre justo”
Por Javier Velasco Oliaga
miércoles 17 de agosto de 2022, 12:11h

Ángel González Olmedo nació en La Línea, Cádiz. Escribe desde niño y es autor de narrativa fantástica y juegos de rol. Es también psicólogo y músico, dos aspectos muy presentes en su obra, en la que no falta la crítica social y la magia. Con “La historia triste de un hombre” debuta en la narrativa.

La historia triste de un hombre justo
La historia triste de un hombre justo

La historia triste de un hombre justo” es el inicio de una saga que pretende dar visos de nuestra realidad al lector: es una analogía de la España actual, ubicada en una ciudad-Estado gigantesca cercada por murallas que separan sus diversos distritos. Existen, por tanto, referencias a muchos elementos de nuestra propia cultura y nuestra forma de vivir. Nos traslada a un mundo fantástico inspirado en la España del siglo XVII con elementos steampunk, en el que impera la ignorancia y la cobardía, pero donde unos pocos aún creen en el honor, la justicia y la lealtad.

“La historia triste de un hombre justo” es su primera novela. ¿Qué le ha motivado para dar el paso a la escritura?

Aunque lleve años publicando en el sector editorial, he tardado en animarme con la novela por una cuestión fundamental: considero que hay que haber vivido los suficientes estímulos para contar algo útil. Manuel Rojas lo decía: «El escritor es hijo de sus experiencias». ¿Qué voy a contar con 25 años? Ahora era el momento.

¿Cómo surge su novela?

De la necesidad, claro. Al llegar a cierta edad, tenía dos cosas en mi mochila de la vida: una realidad injusta que denunciar, por un lado, y mucha bilis destilada, por otro. Y una buena manera de aliviar la vesícula biliar es mojando la pluma en ella para vengarme de la realidad.

¿Qué tiene la literatura fantástica para que le atraiga a escribir una novela de este género?

Debe quedar algo muy claro: para mí, el género fantástico es sólo la excusa. Lo único que hago es trasladar nuestros problemas sociales y políticos al terreno de la fantasía; allí es menos doloroso. Además, sé que la literatura fantástica es un buen anzuelo, dado que la estética, la inventiva y la atmósfera de un mundo maravilloso suelen ser factores de atracción. La clave está en colar la analogía. En definitivas cuentas, una vez abierto el libro, los lectores disfrutan y el autor suelta su mensaje con total honestidad. Es un buen trato.

¿Está bien valorada la novela fantástica en España? ¿Qué escritores españoles son sus favoritos?

Vivimos un mundo en el que, desgraciadamente, el algoritmo prima por encima de la calidad. Haciendo un pequeño silogismo con el cine: ya no importa el guion ni el mensaje de la película, sino que aquí haya una explosión, allá una escena de sexo y, por supuesto, «déjemelo usted cuadrado para tal fecha y tal hora, con equis presupuesto». Con la literatura pasa lo mismo: todo medido para menear la marioneta delante de una audiencia infantilizada por los estímulos inmediatos. Y, sinceramente, teniendo una guía de esas fórmulas para ir sobre seguro, yo creo que puede escribir cualquier persona —aunque no tenga nada que contar—.

En fin, yendo al fondo de la pregunta, hago yo otra: ¿cómo va a estar valorada la novela fantástica española? Es imposible luchar contra los gigantes comerciales de allende los mares. Y aquí se sintetiza la clave del asunto: ¿se ve ahora por qué uno tiene que lanzar anzuelos para colar un mensaje?

¿De qué hechos concretos parte para escribir su novela?

Los hechos personales fueron varios, aunque pueden resumirse en un profundo malestar social. Luego, claro, está el desquite emocional; no puedo negar que fue terapéutico, a la par que divertido, dar forma a una España encajada en otro mundo, con otro nombre y otra estética. Sobre todo, cuando la atmósfera es la misma, las mismas gentes, los mismos problemas, sólo que caricaturizados.

¿De qué fuentes bebe?

De la ecléctica, sin duda. Por poner un ejemplo, esta novela no se puede escribir sin Quevedo, pero tampoco sin Dumas. Luego tengo otros territorios que conforman mi visión de escritor, incluso de la misma fantasía o el terror. No tengo predilección ni aversión por géneros en concreto, aunque sí por épocas: me gusta bastante la literatura decimonónica por lo diáfano que resultan el naturalismo y el realismo. Suele entra muy bien, sin importar la edad que tengas.

¿Qué es lo que le ha interesado del siglo?

Fue el momento culmen de las letras: el castellano se conformó ahí, en un momento donde los escritores, quizá por su rivalidad, encontraban caminos maravillosos de expresión. Las voces de germanía, por ejemplo, están muy estilizadas en esa época.

Pero no sólo hubo esplendor, sino también miserias. Fue una época dura, de varias devaluaciones financieras; una sociedad que vivía mucho de las apariencias; y la sombra de la Inquisición, por supuesto, controlando la moralidad de las gentes. Este siglo es muy complejo, pero también resalta en la historia con gran contraste; una caricatura a la que se podían conectar elementos actuales. Un reto divertido.

“La ignorancia ha imperado a lo largo de la historia”

¿En el siglo XVII imperó la ignorancia?

Hay un poema de Lope de Vega llamado «Cuenta el poeta la estimación que se hace en este tiempo de los laureles poéticos». Cuando lees el poema alucinas con lo poco que ha cambiado España.

La ignorancia ha imperado a lo largo de la historia; de hecho, el impacto de las letras del Siglo de Oro no se siente hasta que todos estos artistas llevan enterrados más de un siglo. Algunos fueron muy queridos en vida, como Lope, que cuando murió fue muy sentido en la sociedad; otros murieron sin dinero, como Cervantes. Pero sí que hay una diferencia entre épocas pasadas con el ahora: antes, a quienes sabían leer, escribían o eran bachilleres, se les tenía respeto; ahora, parece que leer libros o tener cultura se vive como una vergüenza. Es lo que tiene cuando el posmodernismo permea en la sociedad, que cualquiera cuestiona el relato social, histórico, científico o el que sea.

En la novela habla de la cobardía de las gentes de la época y hay un tono de cierta crítica social. ¿En dónde entra la magia en ese contexto?

La magia es un vehículo de emociones en mi novela, pero se instrumentaliza para hacer avanzar la trama, nada más. Como herramienta, la magia no se inmiscuye en absoluto en la crítica social; toda crítica en el libro se expone a través de la disertación y el desarrollo de la historia.

Se puede ser valiente, claro, pero pague usted el coste, si se atreve en estos tiempos

¿Se puede ser valiente en un mundo de ignorantes y cobardes?

La palabra «valentía» parece contrastar más cuando se está rodeado de cobardes. Cuando me refiero a cobardes, me refiero a los que no tienen la entereza de mantener su integridad por encima de los convencionalismos sociales. Aquí nos metemos un poco en mi terreno profesional, la psicología, pues hablo de la disonancia cognitiva, enquistada en la sociedad. En otras palabras, cuando grandes grupos de personas deciden que la realidad está por debajo de sus emociones, aparece la endemia social, el miedo colectivo, lo políticamente correcto y, en definitiva, se forman grupúsculos de masas mercantilizadas en su ideología por los lobbies de turno. Se puede ser valiente, claro, pero pague usted el coste, si se atreve en estos tiempos…

¿Por qué ha añadido a su narración elementos de steampunk?

Simples cuestiones de estética y tono. Una megalópolis requería abordar el dilema de la demografía, muy presente en muchas ambientaciones steampunk, que tienden a ser ucronías consumistas. Un entorno hostil como la ciudad de Ísbar, por otro lado, implicaba la necesidad de una sociedad que se hubiera impulsado a pasos agigantados hacia la tecnología, en este caso la del vapor. No es un disparate, pues la máquina de vapor hace siglos que ya estaba inventada en nuestro mundo, aunque no se desarrollaría para la vida cotidiana hasta la Revolución Industrial.

¿Los hechos que vive su protagonista determina las características de su personalidad?

No. Define visos de mi personalidad, pero creo que es algo preceptivo a la hora de escribir novelas. Es lógico, utilizo al protagonista para quejarme, para vengarme, para perdonarme a mí mismo… Pero también lo hago con otros personajes. No. Dragos Corneli no se parece a mí, tiene códigos morales distintos.

De los tres actos de la novela, ¿con cuál se identifica más?

Los tres me soliviantan mucho, porque son tres aspectos de nuestro entorno que me afectan bastante. Pero me identifico bien con el tercero, sin duda, porque me desquito moralmente en él. Es una reconciliación que tenía pendiente conmigo mismo, y he aquí un ejemplo de cómo uso a Dragos para ello.

¿En qué proporción ha introducido el terror en su novela?

Hay una escena cruda, de esas donde se exige un volcado de exposición detallada. Describe el asesinato de una persona y tiende un manto de tenebrosidad en la trama, que se alarga hasta lo que dura el desconocimiento del peligro.

¿Cuando comenzó a escribir su novela tenía claro que iba a ser una saga?

No. De hecho, tenía clarísimo toda su estructura: dónde empieza el personaje, por dónde pasa y hacia donde va. Sé incluso qué hace al final y cómo se completa su arco evolutivo. Esos detalles están en mi cabeza con exactitud.

Lo que pasa es que extirpas texto por cuestiones de ritmo, tono y desarrollo de la trama; hay que ser eficaz, no se puede tomar por tontos a los lectores. Cuando haces las cosas así, la historia se hace orgánica y eso quiere decir que te pide lo preciso en cada momento, incluyendo si alguna escena o personaje deben entrar antes, después o nunca. La verdad es que esta aventura se pudo quedar más corta, pero al final se va a alargar a un segundo tomo. Y no más, pues no es necesario. Otra cosa es que vengan historias de la mano de otros personajes.

Para concluir, ¿Cuándo tendrá preparada la continuación?

Eso es secreto de sumario, pero voy a adelantar una cosa: Corneli tendrá una última mano para jugar, y los naipes no son muy buenos.

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