Salvo el dragón negro. En la leyenda fundacional de los dragones, que habla del rey dragón y sus nueve hijos, el único hijo negativo es el dragón negro. El dragón negro es la oscuridad, la maldad, la traición, la venganza. Así supo Benzo cuál sería el título de su nueva novela. Lo que cuento es la historia de una oveja negra de la comunidad china, el único que se sale de la norma, que es el villano de mi novela y me di cuenta claramente que era El dragón negro. Ni la maldad ni la cobardía humana tienen color. Fernando Benzo, que alcanzó el Premio Azorín de Novela en 2023 con Los perseguidos, nos cautiva con una novela policíaca extraordinaria, El dragón negro que, como las anteriores, ha publicado la editorial Planeta. Una novela coral donde nada es lo que parece ni queda al azar; con giros inesperados que demuestran un trabajo minucioso y atento; con personajes potentes y humanos que nos sirven, en ocasiones, de espejo; con un ritmo que no da tregua al lector y diálogos donde queda patente su oficio como escritor y la fina ironía que destila. Fernando Benzo disfruta de cada una de las partes que componen el proceso creativo de su novela. Con la delicadeza y pulcritud de un orfebre, estructura perfectamente la historia que quiere contar. Extensión, capítulos cortos y otros más amplios… Yo quiero atrapar al lector -nos confiesa-; que una vez que haya leído tres o cuatro capítulos, ya no se marche. Esto es literatura de entretenimiento en el mejor sentido. Quiero que lo pase bien. Y eso tiene muchos elementos para intentar conseguirlo, pero tiene uno que para mí es absolutamente fundamental: el ritmo. Dar un ritmo a una historia, creo que es algo enormemente complejo. El autor nos explica el punto de partida de su obra, el por qué o qué busco, básicamente, con El dragón negro. Busco la combinación de dos elementos. El primero es escribir una novela policiaca, que no un thriller. Para ello, comienza la novela de una manera muy clásica: los dos protagonistas que investigan el asesinato de cinco rumanos, ocurrido en Polvoranca, son dos policías, contrapuestos, ambos inspectores y pertenecientes a Estupefacientes una, y Homicidios el otro, que se llevan mal o muy mal. Estela Ramos, a la que llaman la del gatillo fácil, y el otro, Roi Conde, que es nulo en relaciones sociales. Luego empiezan a pasar cosas que en las novelas policiacas no suelen ocurrir. Y el otro elemento era, introducir algo que desconozcamos, que yo desconozca como autor. Para lo que Fernando ha tenido que llevar a cabo una amplia investigación, todo un reto que le ha apasionado, para meternos de lleno no solo en esa comunidad china que convive a nuestro lado sin que indaguemos sobre ella, sino que también nos ha trasladado a los arrozales del Condado de Qingtian, a las minas de cobalto y coltán en la República Democrática del Congo -elementos necesarios para los teléfonos móviles y equipos informáticos que enriquecen a empresas extranjeras explotando a millares de esclavos-. Pero los submundos no solo se encuentran fuera de Madrid. Aquí se contraponen zonas exclusivas como La Moraleja y Monte Príncipe con barrios periféricos deprimidos -Usera, Vallecas, la Cañada Real- que acogen grandes grupos de inmigrantes, de distintas culturas, razas y religiones, lugares ocupados por mafias que se alimentan de la pobreza y del dolor de los que apenas tienen nada. El autor los presenta con la soltura del que pasea por allí a menudo observándolo todo para trasladarlo a su libro. Sin dejar a un lado la trama principal, nuevas historias y se van entrelazando y los personajes se cruzan con giros inesperados y sorprendentes que encajan perfectos como un guante. Y es que el autor lo tiene todo previsto, como nos confiesa: Nunca he podido soportar dejar cabos sueltos en las historias. A mí me parece que eso es hacerle una trampa al lector. Si tú me abres diez cuestiones, me resuelves las diez cuestiones. Tú puedes tener trucos, tú puedes jugar con el lector, tú puedes intentar engañarle, pero lo que no puedes hacer es timarle. "A mí los personajes me funcionan cuando empiezan a mandar sobre mí"Como ocurría con el ritmo, los personajes de Benzo son fundamentales en esta magnífica novela. Bien perfilados, potentes y contrapuestos, humanos, con aristas, que arrastran heridas y culpas, dirigen la trama: Normalmente, el autor va tirando de sus personajes y de su historia hasta que de pronto, si la cosa funciona, puede haber momentos en que se dé la vuelta y sean los personajes o la historia la que esté tirando de mí. Eso de que los personajes cobran vida y mandan sobre mí, yo creo que ocurre. A mí los personajes me funcionan cuando empiezan a mandar sobre mí. El lenguaje es otra baza importante en esta historia. Descripciones sensoriales y bellas cuando son necesarias y diálogos brillantes, directos y agudos que expresan la personalidad de cada protagonista, su manera de sentir y pensar añadiendo, además, la sutileza e ironía que caracteriza la literatura de Fernando Benzo, que pone en su boca verbalizaciones que la mayoría no nos atreveríamos a decir en público porque todos nos creemos mejores de lo que somos. No así Roi Conde que se enfrenta cada día con lo peor del alma humano, con la hipocresía del buenismo, con las contradicciones que anidan en cada uno de nosotros.
"El dragón negro" no trata sólo de encontrar al asesino de cinco rumanos. Trata también del racismo que genera desprecio, pero que cuando se trata de los asiáticos, genera temor. Porque ignoramos todo sobre esa comunidad, aclara el autor. Yo creo que todos nos creemos absolutamente abiertos, absolutamente acogedores, absolutamente generosos… pero existen micromachismos, microrracismos… Yo no soy nada machista, yo no soy nada racista, pero a lo mejor lo somos más de lo que nos creemos. Otra línea que induce a la reflexión, sería: ¿cuál es mi línea entre el bien y el mal? Y sobre todo ¿cuál es mi línea entre la legalidad y la justicia? Que no son lo mismo. Es decir, si yo muevo la línea de la legalidad y me la empiezo a soltar ¿la justicia deja de ser justicia y se convierte en venganza? ¿O pasa a ser inmoral? ¿O tengo que romper principios éticos que no son los mismos que los legales? No hay es respuestas universales. El racismo, la venganza, la justicia, yo creo que son ideas individuales. Cada uno tenemos la nuestra, pero lo interesante es cómo lo vive cada uno. Y como en toda buena novela policiaca, no podía faltar la corrupción, el poder, la ambición. Un cóctel explosivo cuando no se maneja bien. O cuando tienes delante personas más listas que atan cabos… Y para no dejar ninguno suelto -para “los muy cafeteros”, entre los que nos incluimos-, Benzo se da un pequeño placer -confiesa- pagando la “deuda” que tenía con un personaje de su novela anterior, Los perseguidos, cerrando su historia. Redimiéndola. "Me gusta cerrar mis historias no dejar cabos sueltos, pero no me gustan nada las lecciones morales", concluye el autor madrileño. Puedes comprar el libro en:
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