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"La receta perfecta": La abrupta madurez

miércoles 11 de junio de 2025, 17:16h
La receta perfecta
La receta perfecta

El drama de la directora debutante Louise Courvoisier es una rareza encantadora. Una película que logra combinar la industria láctea, la autodestrucción juvenil y la inevitable marcha hacia la edad adulta todo servido en una bandeja de plata sorprendentemente conmovedora y también muy divertida. La trama sigue las peripecias de Anthony "Totone" (Clément Faveau), un chaval que acaba de alcanzar la mayoría de edad y que pasa por ser un auténtico desastre con la energía temeraria de un adolescente. Cuando lo conocemos, está como una cuba en una fiesta local, y no solo se pega una farra de mucho cuidado sino que no se le ocurre otra cosa que desnudarse sobre una mesa para impresionar a sus compañeros ante la alagarabía general por la proeza etílica. Pero el destino es una bestia cruel e irónica, y decide sacudir su caótica pero previsiblemente autodestructiva existencia.

Una tragedia familiar en la que el consumo desproporcionado de alcohol también tiene mucho que ver se convierte en el escenario perfecto para una desgarradora historia de crecimiento personal y posterior redención. Nos queda bastante claro qué en esta lucha, Totone se está convirtiendo en su propio peor enemigo. Esto marca la pauta para el resto de la película: el protagonista se precipita por la vida a toda velocidad, lanzándose de cabeza a responsabilidades que nunca quiso.

Como un nuevo patriarca reacio, toma una serie de decisiones vitales que horrorizarían incluso al concursante de telerrealidad más despiadado. Consigue su primer trabajo, bastante agotador, con unos horarios leoninos, y encima con bullyng incorporado, y a los pocos días lo pierde debido a un ataque de ira. Comete estupideces por las que recibe una merecida paliza. Y entonces, como si de una idea de bombero se tratase, decide participar en un concurso de elaboración de quesos premiado nada más y nada menos que con treinta mil euros, a pesar de saber de quesos tanto como el que esto escribe, o sea nada de nada, a no ser que estemos hablando de degustarlos, que ahí sí que podríamos impartir una cátedra.

La rocambolesca manera que tiene de llevar a cabo su plan para alcanzar el ansiado botín da pié a los momentos más tiernos y divertidos de toda la película. Descubrirá el amor, se arriesgará a traspasar los límites de la ley, e incluso conocerá de primera mano lo duro que puede llegar a ser criar a los animales en una granja. Hay una escena simultánea en la que tiene que acabar confesando porque no le queda otra en que consiste su fechoría ante su recién estrenado amor que es pura delicia, además de estar muy bien filmada. La cámara opta por tomas estáticas, a menudo desde lejos, y utiliza imágenes panorámicas, siendo escasos los primeros planos. Esta elección, junto con un guion que evita los diálogos largos, garantiza una imagen clara, casi documental, del mundo de Totone.

Lo cierto es que el guion no le ofrece a Toton perspectivas fáciles ni monólogos dramáticos en los que finalmente entienda por el momento vital delicado por el que está transitando. Su viaje emocional siempre hacia adelante está repleto de tropiezos, cada uno más doloroso que el anterior, y Faveau, que no debemos olvidar que no se trata de un actor profesional, lo interpreta con la combinación perfecta de carisma irritante y absoluta impotencia. Uno quiere apoyarlo, porque el hombre lo está pasando bastante mal y parece que haya mirado a un tuerto, pero al mismo tiempo, toma decisiones tan atolondradas que apetece mantearlo a ver si toca de pies a tierra.

La estética de la película realza su encanto. El trabajo de cámara captura la belleza de la campiña francesa sin que parezca una postal, y la música le da un toque personal al espectáculo. El resultado es una película que se siente auténtica y profundamente arraigada en su entorno, como si del queso que intenta fabricar el héroe de la ficción se tratara.

Si hubiera que poner un pero a algún aspecto de la obra, sería el de que la historia, aunque evita en su mayoría los clichés del cine independiente, ocasionalmente retoma viejos temas sin aportar nada nuevo. La exploración de la masculinidad tóxica y las dificultades de la vida rural es convincente, pero no precisamente innovadora. Y aunque la autoflagelación de Toton es atractiva, algunos momentos rozan la frustración: un personaje solo puede tomar un número limitado de malas decisiones antes de acabar de agotar la paciencia del espectador.

Con todo y con esas, nos hallamos sin lugar a dudas ante un debut cautivador, bellamente filmado y oscuramente divertido que se niega a tomar el camino fácil. Es una película sobre la madurez a trompazos: a través de errores groseros, reveses y la comprensión de que todo es más sencillo con una pequeña ayuda de los amigos. Una producción pizpireta y de ritmo ágil con un concepto original. Si te gustan los dramas sobre la madurez que no intentan trivializar nada, te interesa echar un vistazo a la vida de estos jóvenes granjeros sin complejos.

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