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"A la deriva": Tiempo y transformación

jueves 26 de junio de 2025, 08:07h
A la deriva
A la deriva

En la última película del director Jia Zhang-ke, titulada en España "A la deriva" y cuyo título original se podría traducir como Atrapado por las mareas (Caught by the Tides), la ficción y la realidad se fusionan. Entreteje documental y narrativa, experimenta con diferentes formatos de imagen e incluso incorpora imágenes de cámaras de vigilancia y grabaciones de teléfonos inteligentes. El director, en una tarea propia de un espigador que recicla mucho material del que se dejó por el camino en anteriores rodajes, nos regala un compendio de todos los elementos que caracterizan su forma de entender el cine. ¿El resultado final? Una película visualmente tan brillante como audaz.

La película se centra en Qiaoqiao, una mujer silenciosa que intenta encontrar su propio camino a lo largo de los años. Su historia abarca más de dos décadas, desde el año 2000 hasta el 2022. A primera vista, parece una historia de amor entre ella y Guo Bin. Se reencuentran, pero Bin la abandona para construir una nueva vida en otro lugar, atraída por mejores perspectivas económicas. Años después, Qiaoqiao decide buscarlo. Su búsqueda se convierte en un viaje a través de una China en transformación, donde el tiempo, la distancia y los recuerdos se entrelazan.

Acompañada de música nostálgica, la búsqueda desesperada de la silenciosa Qiaoqiao rebosa de deseo. Cuando finalmente lo encuentra en el inmenso país, el tiempo ya ha dañado mucho lo que una vez sintieron el uno por el otro y lo que estaban dispuestos a hacer el uno por el otro. Con un cigarrillo a medio fumar, Bin habla con frases breves y directas, mientras ella permanece en silencio, sufriendo. Su futuro musical compartido se ha desvanecido hace tiempo.

El firmante de trabajos tan recomendables e inmersivos como Naturaleza muerta (2006); Un toque de violencia (2013) o La ceniza es el blanco más puro (2018) se mantiene fiel a su visión artística, sin concesiones que ayuden al espectador a descifrar sus mensajes ocultos. El buen hombre realiza películas a su manera, lo que resulta en saltos temporales, escenas fragmentadas y una variación de diferentes formatos de imagen según las cámaras disponibles. Es probable que la película sea más accesible para todos aquellos seguidores acérrimos (entre los que me encuentro) que ya conocen su obra; para los recién llegados, su estilo desestructurado puede acabar resultando confuso.

Debido al largo rodaje que se dilató por más de veinte años, la película captura importantes acontecimientos históricos en China, como una inundación, una demolición a gran escala de zonas residenciales y los desalojos forzosos previos, los Juegos Olímpicos o la maldita pandemia de Coronavirus. El metraje documental es bastante intrigante, sobre todo porque constituye un documento temporal único. El hecho de que todos estos momentos históricos se concentren en un metraje de dos horas es especial. Al mismo tiempo, el cambio constante en la calidad de la imagen provoca fatiga visual. Esto se ve agravado por la frenética combinación de música pop y sonidos tradicionales.

Además, la película tiene poco diálogo, lo que obliga a comprender cada fragmento por sí mismo. A veces, simplemente es complicado llegar a saber qué es lo que se está viendo: si mujeres turnándose para cantar una canción, jóvenes en una discoteca o la historia del viaje de Qiaoqiao. No queda muy claro cuál es el propósito de estas escenas, más allá del aspecto visual, que supera con creces cualquier defecto que se le pueda poner al conjunto. La narrativa ficticia tampoco ayuda mucho al enetendimiento de las imágenes mostradas.

Si bien la idea de un hilo conductor es valiosa, el problema reside principalmente en las interpretaciones; majestuosa en el caso de ella, aunque sea difícil llegar a una conexión con sus emociones. La historia tampoco hace ningún intento desmesurado por explicar por qué la pareja se distancia. Simplemente les sucede, al igual que los grandes cambios en China. ¿Acaso Zhang-ke pretende decir que esto también aplica a millones de sus compatriotas? Sin embargo, cuando Qiaoqiao finalmente habla en un susurro, el silencio llega al corazón.

El director enfatiza la importancia de aceptar lo inmutable, sin dejar de luchar por lo que realmente importa. Jia Zhang-ke trabajó con las imágenes que tenía (y que había usado en sus películas anteriores) y construyó la historia en torno a ellas. Lo cierto es que resulta fascinante ver cómo los personajes envejecen a lo largo de veinte años, aunque el efecto collage de como resultado que cueste encajar todas las piezas del rompecabezas.

En definitiva, una película visualmente muy interesante que ofrece una visión intrigante de una China en transformación. Además, la acción está claramente marcada por la pandemia del coronavirus e infunde un miedo indefinible a lo que China puede llegar a ser de una vez.

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