La distribuidora ha preferido estrenar esta película suiza con su título en versión original. Para todos aquellos que no sepan, como es mi caso, lo que es una bagger, decirles que se trata de una excavadora, una máquina que no suele aparecer mucho en el cine (a no ser que sea para enterrar a alguien y que no quede constancia del hecho) y que va a compartir protagonismo en la trama junto al resto del elenco actoral. Palas de excavadora, alzadas en el aire, girando al unísono, bajando, danzando juntas: Lo que parece fácil es increíblemente difícil, y requiere comprensión y comunicación. En el ballet de las excavadoras, y en particular en el trabajo, funciona. En la vida personal, en casa, las cosas se tambalean. Probablemente siempre ha sido así, solo ahora Daniel, Paul y Conny se dan cuenta. En ese orden: un capítulo de la película está dedicado a cada uno de ellos.
Daniel en realidad quiere ir a la escuela de administración en Estados Unidos. Lejos del remanso de la campiña suiza, lejos de la empresa de excavadoras. Su padre, naturalmente, asume que su heredero se hará cargo de la empresa. Él dice: Sabes que tienes que decírmelo si no quieres. Daniel responde: Sí. Su padre toma eso como una aceptación. Porque unas pocas palabras dicen muy poco. Philipp (Maximilian Reichert) es contratado como nuevo empleado. Se las arregla para abrir una botella de cerveza con tapa abatible con la pala de la excavadora. Daniel le presenta el ballet de las excavadoras. Por la noche, conducen hasta el McDrive (al parecer, McDonald's es uno de los patrocinadores de la película) con las excavadoras. Luego van a nadar al río donde la hermana de Daniel tuvo un accidente. Por primera vez desde entonces, Daniel se mete al agua. Desnudo. Se besan...
Que Daniel sea gay no es un gran problema; quizá para su padre, pero no dice nada. "¿Sabes que soy gay?", le confiesa a su madre. Despreocupado, tímido, pero también seguro de sí mismo. Ella ya lo sospechaba. Y empieza a llorar porque quería tener nietos. Y Nadine ya no está. El padre vive en su universo de empresario de excavadoras. Extraña a su hija; ha aceptado su ausencia. Canta en el coro. Empieza una nueva directora. Parece una salida a la casa del dolor. Daniel ha decidido irse a Estados Unidos. Philipp se convierte en capataz. La vida continúa. Pero Conny decide que hay que ponerle fin. Es el personaje más desesperado de la película, la más atrapada entre el dolor, la vida cotidiana y el futuro que parece truncado tras la muerte de su hija. Experimenta las rupturas en carne propia. Casi se derrumba. Y se revela, quizás, como la más fuerte.
El director Piet Baumgartner ha creado una película muy intensa, una especie de tríptico con epílogo, en la que la compañía cobra un papel central. Una película que profundiza en la dinámica de esta familia, que probablemente no difiere mucho de otras y que se beneficia de la sólida actuación de sus actores, creando momentos impactantes en sus detalles. Citemos algunos de ellos: cuando Tiger, el perro de la familia, desobedece una vez más porque no quiere escuchar lo que le dicen; cuando, durante una toma, se hace evidente que la cámara está montada en una carretilla elevadora y se aleja cada vez más de madre e hijo; cuando suena una canción pop durante la película, que luego resulta ser la música original de la radio del coche y, en última instancia, simboliza la añoranza y la separación; o cuando, con la máxima sincronización, se intercambian miradas que permanecen ocultas para los demás.
El tono durante todo el metraje se mantiene sereno. Desde el principio, la comunicación familiar parece estar marcada por el miedo: temor a decepcionar a su padre o a expresarse, algo que ya es más que evidente en sus gestos y miradas. Phil Hayes, Bettina Stucky y Vincent Furrer interpretan personajes muy diferentes, incapaces de expresar su dolor por una pérdida porque han olvidado la honestidad. Hay momentos de compasión, ternura y sensibilidad entre ellos, pero se diluyen en una vorágine donde se mezclan pensamientos sobre el futuro económico y anhelos personales. Las imágenes del director de fotografía Pascal Reinmann son serenas y precisas, enfatizando lo no dicho entre los personajes, con el silencio agobiándolos como plomo.
En definitiva, "Bagger Drama" es un muy correcto drama familiar sobre la pérdida, el silencio y el cambio. El director Piet Baumgartner, en el que supone su primer trabajo en el terreno de la ficción (antes había dirigido el documental inédito en nuestro país The driven ones), narra con sensibilidad y emoción la historia de una familia amenazada por un duelo que amenaza con destrozarla.