“Contra la desinformación: bibliotecas”https://www.cultura.gob.es/cultura/areas/bibliotecas/mc/dia-bibliotecas-2025/presentacion.html viernes 24 de octubre de 2025, 11:10h
Desde 1997, cada 24 de octubre se celebra en España el Día de las Bibliotecas. Fue una iniciativa de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, con el patrocinio del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, y en recuerdo de la destrucción de la Biblioteca Nacional y Universitaria de Bosnia y Herzegovina, conocida como Biblioteca de Sarajevo, incendiada en 1992 durante el conflicto balcánico. El lema inicial “Aptas para todos los públicos” está hoy presente en todas las actividades que se ponen en marcha, ahora a impulsos de la Dirección General del Libro, del Cómic y de la Lectura, a través de la Subdirección General de Coordinación Bibliotecaria. Si con esta celebración se ha venido pretendiendo reivindicar el papel de las bibliotecas como centros que promueven la lectura y el acceso a la cultura de todos los miembros de la sociedad -cada año con su lema-, en este 2025 “se busca destacar el papel esencial que desempeñan todas las tipologías de bibliotecas (públicas, escolares, universitarias, especializadas y nacionales/regionales) en la lucha contra la desinformación, una de las grandes amenazas de nuestro tiempo”. En efecto, “Las bibliotecas contribuyen activamente a combatir la desinformación no solo mediante el acceso a recursos fiables como libros, prensa, revistas científicas y bases de datos especializadas, sino también a través del uso responsable y crítico de las tecnologías de la información”. ********* Hace ya algo más de veinticinco años, Juan Manuel de Prada publicaba en ABC un artículo titulado “Vindicación del libro” (24-04-2000) del que nos interesa destacar los párrafos inicial y final: “La consideración de la biblioteca como ámbito casi religioso, como refugio o templo donde el hombre halla abrigo en su andadura huérfana por la tierra, la expresa, quizá mejor que nadie, Jean-Paul Sartre, en su hermosísima autobiografía Las palabras, donde comparece el niño que fue, respaldado por el silencio sagrado de los libros: “No sabía leer aún, y ya reverenciaba aquellas piedras erguidas -escribe Sartre con unción-: derechas o inclinadas, apretadas como ladrillos en los estantes de la biblioteca o noblemente esparcidas formando avenidas de menhires. Sentía que la prosperidad de nuestra familia dependía de ellas. Yo retozaba en un santuario minúsculo, rodeado de monumentos pesados, antiguos, que me habían visto nacer, que habían de verme morir y cuya permanencia me garantizaba un porvenir tan tranquilo como el pasado”. Esta quietud callada y a la vez despierta de los libros, esta condición suya de dioses penates o vigías del tiempo que velan por sus poseedores y abrigan su espíritu los convierte en el objeto más formidablemente reparador que haya podido concebir el hombre. El libro, en apariencia inerte y mudo, nos reconforta con su elocuencia, porque entre sus páginas se aloja nuestra biografía espiritual; y es esta capacidad suya para invocar los hombres que hemos sido es lo que lo convierte en nuestro interlocutor más valioso y ajeno a las contingencias del tiempo. [...] El libro es un objeto sagrado que nos habita por dentro y nos vincula religiosamente con la vida. Sabemos que los israelitas condenados al destierro custodiaban el rollo de pergamino del Torah en el Arca de la Alianza, un receptáculo portátil que reproducía en miniatura el templo de Salomón. Los libros siempre han propendido a ocupar un recinto sagrado; no me refiero ya a las populosas y exactas bibliotecas, sino al recinto más sagrado del alma humana. Puedo concebir, en un esfuerzo de la imaginación, una utopía funesta como la que ideó Roy Bradbury, en la que los libros hayan sufrido persecución y alimentado el fuego, como pájaros asesinados, para sobrevivir instalados en la memoria agradecida de unos pocos hombres libres. No puedo concebir, en cambio, a un hombre libre deshabitado de libros; sería tanto como imaginarlo desposeído de alma, extraviado en los pasadizos lóbregos de un mundo que no comprende”. Para no manipular al lector, conviene recordarle que la finalidad del artículo de De Prada era la de subrayar la primacía de los libros -por su dimensión espiritual- sobre la comunicación electrónica. Pero esos párrafos inicial y final sirven para nuestro objetivo de situar el libro y las bibliotecas que los guardan “aptos para todos los públicos” en el lugar que deben ocupar a título individual y social. En el primer párrafo transcrito queda clara la idea de que el libro es el depositario de la “biografía espiritual” del ser humano. Y De Prada suscribe las palabras del filósofo francés Jean-Paul Sartre cuando, en su autobiografía, habla de su fascinación, desde niño, por los libros: en ellos se esconde cierta capacidad benefactora para el hombre, pues le procuran el tan necesario consuelo espiritual. Y en el párrafo final, De Prada afirma su convencimiento de que es inconcebible un mundo de seres humanos “libres” sin libros, del mismo modo que es inconcebible un hombre sin alma. ********** Y ahora retrocedemos a Jorge Luis Borges, y recordamos la conferencia que pronunció con el título “El libro” (Borges oral, 1079), y que encontramos reproducida en el tomo IV de sus Obras completas (Buenos Aires, Sudamericana, 2011). Transcribimos íntegra la segunda parte: “Hay quienes no pueden imaginar un mundo sin pájaros; hay quienes no pueden imaginar un mundo sin agua; en lo que a mí se refiere, soy incapaz de imaginar un mundo sin libros. A lo largo de la historia el hombre ha soñado y forjado un sinfín de instrumentos. Ha creado la llave, una barrita de metal que permite que alguien penetre en un vasto palacio. Ha creado la espada y el arado, prolongaciones del brazo del hombre que los usa. Ha creado el libro, que es una extensión secular de su imaginación y de su memoria. A partir de los Vedas y de las Biblias, hemos acogido la noción de libros sagrados. En cierto modo, todo libro lo es. En las páginas iniciales del Quijote, Cervantes dejó escrito que solía recoger y leer cualquier pedazo de papel impreso que encontraba en la calle. Cualquier papel que encierra una palabra es el mensaje que un espíritu humano manda a otro espíritu. Ahora, como siempre, el inestable y precioso mundo puede perderse. Sólo pueden salvarlo los libros, que son la mejor memoria de nuestra especie. Hugo escribió que toda biblioteca es un acto de fe; Emerson, que es un gabinete donde se guardan los mejores pensamientos de los mejores; Carlyle, que la mejor Universidad de nuestra época la forma una serie de libros. Al sajón y al escandinavo los maravillaron tanto las letras que les dieron el nombre de runas, es decir, de misterios, de cuchicheos. Pese a mis reiterados viajes, soy un modesto Alonso Quijano que no se ha atrevido a ser don Quijote y que sigue tejiendo y destejiendo las mismas fábulas antiguas. No sé si hay otra vida; si hay otra, deseo que me esperen en su recinto los libros que he leído bajo la luna con las mismas cubiertas y las mismas ilustraciones, quizá con las mismas erratas, y los que me depara aún el futuro. De los diversos géneros literarios, el catálogo y la enciclopedia son los que más me placen. No adolecen, por cierto, de vanidad. Son anónimos como las catedrales de piedra y como los generosos jardines”. A Borges todavía le quedaban siete años de vida cuando impartió esta conferencia (murió en 1986); y su mayor deseo era que, en el caso de que hubiera otra vida, “me esperen en su recinto los libros que he leído…”; y, lector insaciable, añade: “y los que me depara aún el futuro”. Porque para Borges, el libro es “una extensión secular de su imaginación y de su memoria; y al mundo, que siempre está sumido en la inestabilidad, “solo pueden salvarlo los libros”; y, de ahí, en cierto modo, su carácter sagrado. Primero, Borges; después, De Prada… Y ahora, nosotros, que para llevar a la práctica sus ideas, tenemos a nuestra disposición todo tipo de bibliotecas, empezando por la más extraordinaria de todas: la Biblioteca Nacional de España (BNE). Navegando por su web podemos constatar ese “templo de la cultura” que está a nuestra disposición: Y ya que Borges decía: “soy un modesto Alonso Quijano que no se ha atrevido a ser don Quijote”, entremos en la información que la BNE nos facilita de la principal obra de Cervantes: https://www.bne.es/es/quijote/ Y más de algún docente se sorprenderá con la información almacenada en el “Quijote interactivo”: https://www.bne.es/es/publicaciones/quijote-interactivo También es de obligatoria visita la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, en la que podemos leer digitalmente a nuestros grandes escritores https://www.cervantesvirtual.com/ Y en el caso de la Comunidad de Madrid -que es donde se edita todoliteratura.es- disponemos del portal de las la web de las “Bibliotecas públicas”: https://bibliotecas.madrid.es/portal/site/bibliotecas (que, por supuesto, pueden visitarse y usarse físicamente in situ): así como del Portal del lector de la Comunidad de Madrid: https://www.comunidad.madrid/portal-lector/
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