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Manuel García Félix
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Entrevista a Manuel García Félix, autor de “La última distinción”

"Siempre encuentro en mi pueblo un aliciente para expresar todo lo que siento por él"

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 12 de marzo de 2015, 20:42h

Manuel García Félix es un político peculiar, alcalde de la población onubense La Palma del Condado, tiene tiempo para gestionar su pueblo y para escribir en diversas revistas culturales y libros de investigación histórica en los pocos ratos de descanso que le permiten sus obligaciones. “La última distinción” es el resultado del amor por su pueblo y por la literatura.
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Trata Manuel García Félix en su novela histórica un tiempo especialmente conflictivo en la historia de España, los tiempos finales del reinado de Isabel II y de la Gloriosa. Ha sabido conjugar en “La última distinción” hechos históricos con otros de su invención, creando una bonita historia de amor, entre personas de diferente condición económica. Su novela está escrita de forma vibrante que, en ocasiones, nos recuerda a don Benito Pérez Galdós. ¡Qué mejor carta de presentación! En la entrevista nos da las claves de por qué escribió esta entrañable historia.

¿Cómo surgió la idea de escribir “La última distinción”?
Investigando en un archivo descubrí un legajo de un pleito entre unos albaceas y las familias principales de mi pueblo de La Palma del Condado en la provincia de Huelva y consideré que tenía sustancia suficiente para novelarlo y no hacer un solo tratado histórico. Luego le añadí la historia de amor que permanece a lo largo de todo el libro.

¿Por qué no se decidió por hacer un trabajo histórico?
Porque detecté mucha carga emocional en esos viejos papeles. A través de esa fuente original pude comprobar la reivindicación de los linajes en la defensa de su honor y nombradía. Me pareció que un texto dialogado le daría mucho sentido histórico a esos polvorientos cedularios y se articularía con la trama amorosa.

¿Cuánto tiempo se documentó sobre la época y qué fuentes utilizó?
El periodo de investigación ha sido aproximadamente de tres años entre la consulta de las fuentes originales y la documentación y bibliografía del periodo en el que se desarrolla la historia. He querido ser fiel a las condiciones de vida de una época y a los sentimientos de un momento determinado de la historia de España. Para ello los autores contemporáneos han sido determinantes en la concepción de mi obra literaria.

¿Todavía se encuentran las grandes historias por casualidad o por trabajo?
Bonita pregunta. Creo que confluyen las dos cosas. Aunque ésta de mi novela fue una historia que me encontré por casualidad mientras buscaba otras cosas. Al final, es mucho más sustancioso lo que te encuentras indirectamente que lo sale de lo que vas buscando. Esto puede ser un capricho de la historia que permanece dormida en los legajos.

La novela discurre en el reinado de Isabel II. ¿Por qué cree que hay tan poco escrito sobre sus años de reinado?
Creo que los historiadores le han dado más importancia a lo que sucedió en España después del derrocamiento de Isabel II que al propio reinado. Si nos remitimos a las fuentes historiográficas, lo publicado sobre el siglo XIX se desproporciona después de La Gloriosa. En parte fue lo que determinó nuestra historia contemporánea. Estos años finales del reinado de la hija de Fernando VII fueron muy oscuros y dados al chismorreo de una corte, llamada de Los Milagros, que distrajo mucho las tareas de gobierno.

¿Qué características destacarías de esos años?
Fundamentalmente la inestabilidad política. La alternancia de los líderes en el gobierno generó muchos tambaleos. Si a eso le sumamos las distracciones lascivas de la reina y sus influencias inmediatas de la monja de las llagas y compañía, nos da como resultado el tumultuoso final de la de los Tristes Destinos. Como dato curioso, un personaje de mi novela, don Miguel Tenorio de Castilla, fue su secretario personal y tuvo tres embarazos de este caballero, las infantas Paz, Pilar y Eulalia.

Durante su reinado se alternaron intentos de modernización de las estructuras del Estado con otros de represión.

¿Por qué fracasaron los intentos modernizadores del Estado?
Porque fue un periodo de pronunciamientos militares y estos hechos desestabilizaron mucho al país. Existía un viejo dicho en el ejército en el que se comentaba que lo que no sabían hacer los políticos lo harían los militares. Por lo tanto, la centuria romántica estuvo llena de golpes de estado. En estas condiciones es imposible que una administración emprenda tarea alguna.

En la novela mezclas personajes históricos con personajes de ficción, ¿son necesarios los personajes históricos para dar verosimilitud a la historia?
He tratado de ser riguroso con respecto a los hechos que novelo. Es una buena manera de ser fiel a lo que ocurrió en aquel año de 1866. Los nombres que protagonizaron el famoso pleito que convulsionó la vida de La Palma durante casi un año quería darlos a conocer porque fueron parte fundamental de un momento histórico de la villa. Creo que la novela adquiere más credibilidad siendo transparente con la veracidad de los hechos y con los personajes que lo protagonizaron.

Hay una gran historia de amor entre dos jóvenes de diferentes clases sociales. ¿En aquella época se seguían dando historias como la que cuenta?
Estas historias de amor han sido una cuestión recurrente durante toda la vida. En una sociedad en la que las clases sociales eran compartimentos estancos se volvía muy complicada la mutación de personas de distintos estamentos. Por lo tanto un chico de clase baja como Juanito que se enamora, y viceversa, de una chica de clase alta como Esperanza, entran en un problema de difícil solución y en el que se genera una situación de mucho sufrimiento, pero como decía Federico “el amor es dolor”.

¿Seguía la oligarquía controlando todos los resortes políticos y sociales de la época?
Indudablemente. El estado liberal afianzó aún más el poder de las élites sociales. En los partidos liberal y conservador estaban todos los gerifaltes locales. Esto provocó la organización soterrada de los colectivos obreristas y sindicalistas, ya que no se les daba participación en los espacios de decisión del país.

¿Cuál era el papel de la mujer en aquel tiempo sin derecho a voto?
La mujer tenía muy poca participación en la vida social y cultural. Fijaos el calvario que tuvo que sufrir Emilia Pardo Bazán para ser socia del Ateneo de Madrid, en el que no la admitían por el hecho de ser mujer. En la época en la que se desarrolla la novela había un sufragio censitario. Hasta las elecciones de 1933 de la Segunda República la mujer no ejerce en España su derecho al voto. Por otro lado las mujeres por lo general tampoco iban a la universidad y eso las reducía a la no inclusión en el mercado laboral.

¿Qué influencia tenía la Iglesia Católica en ese papel?
El clero siempre ha ejercido mucha influencia sobre la sociedad. Una institución de más de dos mil años es lógico que tenga una honda presencia en la cultura de una población. Lo religioso es el sentido de vida de mucha gente y en aquella época aún más.

Casi toda su obra versa sobre su pueblo, La Palma del Condado. ¿Qué tiene su pueblo de especial para dedicarle tanto tiempo?
Obviamente, de especial, mi pueblo tiene muchísimas cosas: su gente, su arquitectura, sus tradiciones, su cultura, su emprendimiento, su manera de conservar el espacio urbano y su forma de entender el entorno natural que nos rodea. Nuestros poetas, pintores, escultores, etc.. nos enseñaron a interpretar nuestro pueblo de una forma muy especial, al igual que nuestros padres nos enseñaron a quererlo. Éstos y el pleito que descubrí en los archivos, fueron los argumentos principales para que yo le hiciera a mi pueblo esa declaración de amor en forma de novela.

¿Seguirá escribiendo sobre su tierra?
Naturalmente. Lo he hecho, lo hago y lo seguiré haciendo. Porque La Palma es una fuente inagotable de emociones. Me inspira mucho y siempre encuentro en mi pueblo un aliciente para expresar todo lo que siento por él.

La Última Distinción también discurre en Madrid. Aquí la novela se torna costumbrista. ¿Le gustan los escritores costumbristas?
Me he nutrido mucho de estos escritores a lo largo de toda mi vida. Galdós, Emilia Pardo Bazán, Leopoldo Alas Clarín o Larra le han aportado mucho a mi sentimiento literario. Quiero destacar también a autores europeos como Dickens, Baudelaire, Balzac o Tolstoi, que me hicieron descubrir el romanticismo.

¿Le gusta que le comparen con Benito Pérez Galdós por lo que cuenta y cómo lo cuenta?
A nadie le amarga un dulce. Me sorprendió que varios críticos literarios a nivel nacional me compararan con el escritor canario. Me sentí muy bien. La época en la que se desarrolla la novela es la de los primeros tiempos de Galdós en Madrid, por ello lo introduzco de pasada en un lugar que a él le gustaba mucho frecuentar, el teatro Real. Tengo que confesar que ese Madrid galdosiano me apasiona.

¿Dónde se encuentra más a gusto, en una Sesión Plenaria o escribiendo en su despacho?
Tengo que decir que lo que más me gusta es presidir las sesiones plenarias porque todo lo que se decide allí supone el futuro y el crecimiento de mi pueblo al que tanto quiero. Trabajar por los demás, estar al lado del sufrimiento y aportar tu trabajo para que las circunstancias cambien y se puedan mejorar las condiciones de vida, es lo mejor que le puede pasar a un alcalde. Por otro lado el reencontrarme en mi despacho delante del ordenador sacando de mi interior todo lo que siento es verdaderamente estimulante.

Ahora que vemos que los políticos se desentienden de la cultura, ¿no se siente una rara avis entre ellos?
Creo que es un error desvincular la cultura del compromiso político. En el siglo XIX políticos como Castelar, Cánovas o Echegaray escribieron grandes obras literarias y de investigación. El pasado siglo Azaña era un hombre que provenía de la cultura y lo mismo ocurría con Fernando de los Ríos. Políticos como Fraga, Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra, Aznar o recientemente José Bono han escrito libros interesantes que demuestran que política y cultura van de la mano. Un detalle significativo con respecto a esta relación es que a Winston Churchill le dieron el Premio Nobel de Literatura. Hay cargos públicos que son pintores, escultores, artesanos, por lo tanto una cosa no está en oposición a la otra.

¿Va a continuar implicado en la cultura?
Indudablemente. La cultura es la existencia, es el crecimiento constante de la persona. Sin cultura no hay mundo, perdería densidad. La cultura es la vida misma, decía Diógenes que es el saber del que no tiene uno que acordarse sino que fluye espontáneamente.


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