Todo vuelve al punto de partida. El día. La noche. El día. En un movimiento interminable que nos marca el devenir de la vida. Fassbinder debió pensar en ello cuando en un vuelo de Berlín a Los Ángeles escribió el texto de esta obra de teatro que se estrenó en el año 1971.
La vida no tiene sentido
Si un instante antes de morir, de matarse para ser claros, una voz nos propone seguir viviendo, pero con nuestro destino predestinado y nada podemos hacer para cambiarlo, necesaria y forzosamente se verá obligado a no alterar de planes, a no poder modificar su destino, a hacer siempre lo mismo... elegiríamos seguir viviendo, probablemente, pero de forma aburrida y repetitiva... ¿eso es mejor que la muerte?
Lo que hay que ver
Quiero mirar con la sencillez de un niño, con la inocencia de un preso político, con la transparencia de El Principito, porque “lo esencial es invisible a los ojos”.
Erradicar ciertas tradiciones
Es tan difícil, a veces, erradicar ciertas tradiciones… La tradición de las semanas santas, de las navidades, de la misa del gallo, del mes de agosto en la playa, del fútbol los domingos (bueno, esa sí, porque ahora hay fútbol de diario), la tradición de los encierros en Pamplona, la de las Fallas valencianas, la del aperitivo los domingos a mediodía, la del doblaje en las películas que no son españolas, la de la siesta (cuando se puede), y la del mito de don Juan, el 1 de noviembre.
Normalizar el horror
Hay muchas cosas que se escapan a la historia, a lo que sucedió en su día, a lo que los protagonistas de ciertos acontecimientos terribles callan.
Imprescindible personaje
Hablar de la palabra con la propia palabra. Obrar con la voz para convertir los sueños en algo que puede expresarse. Contemplar su significación y su semántica, dormirte con ellas y espabilar a través de ellas, hablar con la escritura, decir siendo precisos, reflejo de uno mismo, de cada uno de nosotros, oír, leer, escuchar, narrar, dialogar, recitar… la palabra como imprescindible personaje, como palpitación necesaria, que las palabras no sean un discurso vacío de contenido.
La necesidad unos de otros
El refugio
Atardece, o quizás, amanece, da igual. Dos personajes desconocidos coinciden en la parada del autobús, o en cualquier parte, son Personas que se encuentran en lugares. En diversos lugares, personas dispares, personas intercomunicadas, que se necesitan, aunque no lo sepan, que se complementan, aunque lo nieguen, que forjarán recuerdos después de esos encuentros.
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Así es el teatro
Primera toma de contacto: se va a formar un grupo de teatro o, más bien, un grupo de terapia teatral, gente de la calle, como tú y como y yo y como usted que, de repente, sienten la necesidad de ¿expresarse?, ¿de conocer a gente?, ¿de liberar tensiones?, ¿de no aburrirse?
Déjate llevar
Carabanchel se está convirtiendo en un barrio (distrito) de moda, donde se abren galerías, se representan funciones teatrales y se dan grandes conciertos gratuitos, donde la poesía y la literatura tienen su espacio para lanzar las palabras al aire, donde se danza y se comparten viandas gastronómicas peculiares en locales curiosos y, ahora también, a través de una comedia, Tantra, de Ana Graciani y Gabriel Olivares que también la codirigen, en la que un ingenuo autónomo pone un negocio, en Carabanchel, de técnicas tantras y lo que se ponga por delante.
Esta España mía, esta España nuestra, ¡ay, ay!
De un plan de estudios que abarque toda la historia de España, lógicamente, en varios cursos escolares, a 70 minutos, aproximadamente, de función (para todos los públicos) en un escenario con tres intérpretes que se multiplican por un sin número infinito o indeterminado de personajes históricos, divertidos, joviales, pimientosos y críticos.
Por orden alfabético
Lo que se dice en el fondo subyace y lo que sucede a veces se dice y otras no. Subyace lo que aguanta el paso del tiempo, y lo que no aguanta ese transitar flota y sale a la superficie delatando lo que ocurrió entonces.
Algo da vueltas en nuestra cabeza. Primero es una música martilleante que nos pone sobre aviso. Emergencias sin luces de auxilio, pero que sí nos hablan de una catástrofe: el fin del mundo. Como un Sísifo que empuja su piedra una y otra vez, un hombre se debate contra un paracaídas como si en ello le fuera la vida. Esa es la primera metáfora que nos propone Simulacro: la del Hombre frente a la adversidad de un mundo enloquecido. Mundo-burbuja que, a modo de rotonda, no nos ofrece la posibilidad de avanzar, sino la de darnos constantemente frente a una barrera invisible que no nos permite salir de los fragmentos que representan nuestras vidas. Vidas encerradas en círculos.
El proceso identitario no sólo se refleja en el cuerpo, también es una manera de estar en el mundo geográficamente. Ahora que está tan de moda romper con todo lo anterior, y las tradiciones de la clase que sean huelen a rancio, todavía existe esa necesidad de pertenencia a un lugar sin el cual no seríamos las mismas personas. Por mucho que nos cueste reconocerlo somos de donde hemos nacido por muchos kilómetros que nos alejemos de ese punto inicial que nos perseguirá el resto de nuestros días.
Ibsen planteó su obra dramática de una forma contestataria frente a la sociedad victoriana que le tocó vivir. Y, uno de los conflictos que planteó en ella, fue el de dar a la mujer la posibilidad de ser ella misma a la hora de decidir acerca de su vida y de caminar por una senda de libertad impensable en el siglo XIX.
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