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Juan Ramón Ortiz Galeano
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Juan Ramón Ortiz Galeano

Publicamos unos poemas del libro “Patria Sangrante Aldea Enloquecida” del poeta argentino Juan Ramón Ortiz Galeano

domingo 20 de diciembre de 2015, 12:13h

Juan Ramón Ortiz Galeano es poeta y narrador argentino nacido en Buenos Aires (1975). Tiene estudios de Derecho. Obtuvo distinciones en numerosos concursos literarios y sus textos fueron incluidos en diversas antologías impresas, bitácoras literarias y revistas culturales. Los poemas aquí publicados pertenecen al libro “Patria Sangrante Aldea Enloquecida”.

1

MENSAJE JADEANTE

“En un dulce estupor soñando estaba
con las bellezas de la tierra mía:
fuera, el invierno lívido gemía,
y en mi cuarto sin luz el sol brillaba”
José Martí



Puedo sentirlos respirar templados,
próximos al fuego, timando sus ojos,
creyéndose casi protegidos aquí
sólo por estar juntos, lejos de la tala y del frío.

En torno a mi sólo uno percibe el mensaje
a través de mis ojos, muertos alguna vez,
jadeantes en este tiempo:

“Sobre los árboles protectores del camino, Corderos-Lobo agitan el viento al gritar contra la Nube Níquel que anuncia la tempestad; pero el eco es opacado por el humo de cigarro de los abhansados Perros-buitre, mientras golpean con el brillo de sus anillos, una mesa cubierta con papeles arrasadores de silencio. El Ejército de Humo devastará los valles entonces, quemará los árboles, el rocío y secará los ríos, únicos espejos de la luna, e indiferente desollará a tus animales indefensos, sólo por cubrir tontas vanidades en la noche.

Por la mañana temprano, mientras el cantar de los dioses escuchas y el funesto amanecer quemado te cubre, plantas una semilla en el maizal, cuidas tu herbaje para que el acervo sea llevado, alimentas a tus caballos con agua y pasto, cuando súbitamente alzas la mirada, y el plato cae de tus manos, silencioso como el Cielo Ceniza:

Máquinas del infierno talan tus mares, puedes verlas raptando el horizonte, estrepitosas, pesadas, firmes en el suelo, agitando contra el bosque sus brazos imposibles, cuyos dedos dentados muerden el alba, engullida por la insaciable boca del humo, al tiempo en que crepita en el crepúsculo el grito de la tierra.

Aturdidas y temerosas del cuchillo, tímidas criaturas del bosque huyen bajo la tierra despavoridas, cada pequeña bestia percibe que el tiempo... ya no es demasiado”.

Bajo la puerta se filtra el barro tibio;
un graznido amargo agita la aldea y el campo;
huelo niebla, me recuesto en el fango
cada día más húmedo y frío.

Escucho un canto en el llano lejano...


2

EN EL FANGO



“comienza el golpeteo de la lluvia
y corre el agua por las calles en silencio
y un olor húmedo y cierto
me regresa a las grandes noches del Tolima”
Álvaro Mutis

Esta lluvia fría ruidosa
no sembrará elegancia en mi sueño,
lo vestirá de tormentos y espejismos;
no se anuncia cálido, sino adverso y terrible
(arisco y pavoroso como el canto de un monstruo);
no vendrá limpio pero tampoco leve ni sucio,
contendrá miedos y ambigüedades:
¡laqueado de incertidumbres!

De por sí, mi ropa está absorbiendo el agua
que ya moja mi espalda pegada a la tierra;
la Nube Níquel baja del Cielo Ceniza
para hurgar en mi sueño,
las estrellas, ahora desnudas,
piden mi atención más pura.
Humedad. Intemperie. Sometido.

Cuatro, cinco, seis Cuervos cuadrúpedos -hambrientos y rabiosos- forman en torno a mí un círculo deforme, son ellos quienes están babeando el valle para impedir mi escape; yo me deslizo –me resbalo-
hacia el sueño más espumoso y violento.

¡Claro que no provoqué esta situación!
yo prefiero el oro y los pétalos
(el mío y los amarillos).
Ése es mi credo.

Una luciérnaga muerta eleva sobre mí su luz,
una flor oriental desploma junto a mí su sombra,
la veo morirse
mientras escucho a los Perros-buitre rascarse,
y a la luna manifestarse en una mueca invisible.

¿En qué rincón del palacio anida mi fuerza? ¿En qué recodo de qué cenagoso y oscuro sendero de vida mi voluntad anida? ¿Bajo qué piedra de qué montaña herrumbra, el Tiempo que mata, la medalla que me toca? ¿Junto a qué fuego solitario -cálida, seductora, venenosa- se afila y prepara la serpiente que me invoca? ¿Contra qué pared de qué laberinto en ruinas, se apoya y corrompe la espada que la nombra?

Quizás el sueño que viene me lo cuente,
tal vez el sueño temido y anhelado que se avecina
entre espejismos me lo diga,
y de alguna manera yo la encuentre.



3

EL MOTOR DE LA ALDEA ENLOQUECIDA



“Durante medio siglo
La poesía fue
El paraíso del tonto solemne.
Hasta que vine yo
Y me instalé con mi montaña rusa.
Suban, si les parece...”
Nicanor Parra


Las vidrieras donde la niña veía su reflejo
son ahora los ojos quebrados del asesino.
El mercado aldeano enloquece a todos.

Los bárbaros traspasamos las fronteras y tapiales
cargando ganzúas articuladas para abrir sus puertas
y carruajes;
nuestros nietos ingresaron reptando y sollozando,
disminuidos.

Aldeanos, irrumpiremos en sus bocas y en sus culevas, en esta comedia somos los fregadores, los cambia-pañales extra-large, las Cabezas Oscuras del Incendio (léase “Cabecitas Negras” en el Manual Indoeuropeo del Buen Tejedor): pieza fundamental del motor; devorando los fragmentos del Banquete C.A.V.A. seremos inmunes a la ausencia y a las plagas, nuestro estómago es una bodega y nuestra boca la tormenta de reclamos, de querellas atendidas a medias.

Nuestras hijas son mariposas grises,
nuestros hijos poetas extraordinarios
que jamás recibieron premios ni distinciones.

Aldeanos, lo que sacrificamos en un exhalo cuesta cuatro bosques y un río, nosotros llenaremos sus panzas y meceremos a sus hijos (futuros violín/istas y lame-culevas), ustedes saldrán cada día a tensar las cuerdas que nosotros enceramos, a echar combustible al motor; este circoito no le importa a nadie, a nosotros menos que a nadie.


4

EL CÍRCULO DE LA PATRIA SANGRANTE



“Se encontró dormido en la costa
donde había un cangrejo muerto
que lo miraba atentamente
reprochándole su pereza”
Enrique Molina

Mientras el Guerrero se gesta en un limbo dormido,
las chimeneas agotan el oxígeno
de jóvenes abuelos de nietos no nacidos,
y el metal extraído de los mares talados
resuena en cajones de gruesas bóvedas,
donde el oxígeno importa poco
y los ríos han dormido billetes helados.

Mientras adormecido remolonea en el fango,
bajo la sombra del Árbol Fantasma,
en espera de un sueño que le muestre
el derrotero hacia la espada en las ruinas
y la coraza contra la baba de los Cuervos cuadrúpedos,
los anillos dorados de los Perros-buitre
destellan sobre su cabeza como luciérnagas muertas,
acrecentando el fango con más flores del oriente
que desploman sus sombras en el brillo, y mueren.


5

ESTOS VERSOS EN EL AGUA

*En cursiva, versos de
Gertrudis Gómez de Avellaneda

Yacía este Lobo fumando el veneno de las uvas,
mi llanto inconcluso llevaba lustros de silencio,
lo cual me iba disolviendo junto al humo tinto.

Me cruzó un joven mil veces desgraciado pero entero,
y me dijo:
"Deberías ir en busca de la Maga en el Agua,
no deberás mirarla a los ojos, ni a los senos, ni a la boca;
ella te enseñará el sortilegio que concluirá tu llanto.

Tu cariño te irá marcando el derrotero".

Atravesé los ríos de Burdeos
y los valles de La Coruña
(linderos con los granizos de Madrid
y los llantos de Camagüey)
hasta vestir a gritos las tormentas de Sevilla.

El quejido de un águila moribunda
o el siniestro canto de un ave nocturna me otorgó
la morada final de la educadora...

Al verla no la vi pero supe que aguardaba mi llegada,
pues tras un ademán de sus manos intuí estos versos:
"Del huracán espíritu potente..."
"Ni libre soy, ni la prisión me encierra... "
"Es la hora grata del feliz reposo..."*

En silencio caí de rodillas y concluí mi llanto.
Hoy desperté escribiendo estos versos en el agua.

6

LLEVADO POR LOS FAROS DEL BOSQUE

¿Qué sonido trae el horizonte,
qué sonido?
arde un tam tam lejano y mío,
se enciende en mi centro un anhelo, un estampido
nocturno que reverbera desde el suelo
y huele a damasco y quebrachales.

¿Qué llamado se deshoja desde el cerro,
qué llamado?
asemeja un alarido inquieto, ingrávido, codiciado,
y en mis oídos un puño de ríos invulnerables
inicia su trote firme y milenario...
palpando, acariciando el curso fértil,
intuyo palmas de ombúes, de ciruelos, de nogales.

¿Qué luces destellan desde la espesura,
qué luces?
en mi retina jadeante fulgura
una constelación de bestias y luciérnagas,
y mientras descifro su código mudo y musical esplendoroso, inmemorial- resplandece la belleza de los búhos (faros del bosque),así sus ojos: senderos
de barro y luz atravesando el aguacero del olvido,
ya me indican el destino, y ya lo entiendo,
ya lo acepto, ya me muevo,
ya sigo el derrotero...

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