Edición testing
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No sé qué decirte, no sé qué pensar. No puedo dormir, el personaje, los personajes, no pueden dormir en el camarote de un barco. Puede ser un camionero, puede ser Goethe, quizás sea Noé en su arca, o un simple viajero.
Un encuentro que no se dio. Una vuelta al pasado para una súplica, para un perdón, para esclarecer las cosas.
Una de las ventajas que nos ofrece la literatura es la de viajar en el tiempo, e interiorizar historias que sucedieron hace cientos de años, y revivirlas bajo un punto de vista personal. Una mirada que, además de romper barreras, nos convierte en testigos de esos otros mundos que poetas y escritores desarrollaron en la frontera de los sueños. Anhelos contra sí mismos, y contra el mundo. Su mensaje se hace nuestro en el instante que leemos, oímos y sentimos sus textos. Obras que perduran por los siglos de los siglos…
El tiempo no todo lo cura. Lo disimula, lo oculta, lo guarda, lo ensombrece. Pero, de vez en cuando, sale a la luz aquello que nos hirió en su día, aquellos monstruos que nos visitaron, aquellos sorbos de agua de sal que nos tragamos.
Un enfrentamiento dialéctico del más alto nivel, un choque de gigantes que pelean por un trono, un aguacero de tormentas desatadas, falsedad y buenas maneras, pero besos ensangrentados de odio y fuego.
Es verdad que en muchas ocasiones se recuerdan aquellos tiempos, los de la posguerra y años posteriores, con cierta nostalgia por sus anuncios, las canciones pegadizas, las costumbres que hoy nos producen sonrisa pero, en realidad, es una época de niebla que nos cubría los ojos, entre otras cosas, porque éramos muy niños o jóvenes.
Estoy en el teatro para asistir a un combate. Puede ser de boxeo, o no, como dice Jesús Torres en la edición de su obra Puños de harina, (Premio Teatro Autor Exprés 2019 de la Fundación SGAE) en una nota introductoria a la edición de su obra.
De forma cotidiana Ana Mayo nos cuenta la historia de su abuela, que no se llama Carmen, pero eso no importa.
Parásitos, caricatos, peleles, que intentan sobrevivir en un mundo de oscuridad y que cercena el pensamiento. Y no digamos, la creatividad, el arte, todo aquello que, a ojos de otros, no sea productivo, no genere beneficios tangibles, contantes y sonantes.
Siempre la intriga palaciega de cuál es el papel que se le asigna a una reina consorte. A un personaje influyente y, en muchos casos, manipulador, al que no siempre le salen las cosas como tenía previstas. Y, aun así, no ceja en su empeño y se hace valer con todas las astucias y las armas que tiene de su mano: el poder, la capacidad de convicción, la seducción, la altanería, saber cómo se manejan los hilos, y saber esperar para cuando sea su turno.
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