www.todoliteratura.es

Nuestro poema de cada día
Copia del retrato de Luis de Góngora efectuado por de Diego Velázquez. Óleo sobre lienzo.
Copia del retrato de Luis de Góngora efectuado por de Diego Velázquez. Óleo sobre lienzo.

La efímera belleza de la mujer en Luis de Góngora, II. (El “Carpe diem” barroco)

Luis de Góngora y Argote se mantiene tan presente a través de los siglos que siempre suscita las mismas discusiones acaloradas que provocó en vida. Algo muy hondo tiene que latir en el hombre y, sobre todo, en la obra, para que su vigencia sea permanente.
Sonetos completos
Sonetos completos

Ilustre y hermosísima María,

mientras se dexan ver a cualquier hora

en tus mexillas la rosada Aurora,

Febo en tus ojos y, en tu frente el día,

y mientras con gentil descortesía

mueve el viento la hebra voladora

que la Arabia en sus venas atesora

y el rico Tajo en sus arenas cría;

antes que de la edad Febo eclipsado,

y el claro día vuelto en noche oscura,

huya la Aurora del mortal nublado;

antes que lo que hoy es rubio tesoro

venza a la blanca nieve su blancura,

goza, goza el color, la luz, el oro. [6]

Luis de Góngora: Sonetos completos. Madrid, ditorial Castalia, 1992. Colección Clásicos
Castalia, núm. 1. Ciplijauskaite Biruté, editora literaria. [2002, Biblioteca Clásicos Castalia, núm. 21].

Texto comentado. Terracini, Lore: “Entre la nada y el oro. Sistema y estructura del soneto 235 de Góngora”. Actas del VIII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas (AIH), volumen 2, 1986, págs. 619-628.

https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/08/aih_08_2_073.pdf

El soneto de Góngora arranca con el segundo verso de la Égloga III de Garcilaso de la Vega: “Ilustre y hermosísima María”, en la que este alude a doña María Osorio Pimentel, esposa de don Pedro de Toledo, virrey de Nápoles, a quien dedicó la Égloga I. [Esta es la octava real del poeta toledano: “Aquella voluntad honesta y pura, / ilustre y hermosísima María, / qu'en mí de celebrar tu hermosura, / tu ingenio y tu valor estar solía, / a despecho y pesar de la ventura / que por otro camino me desvía, / está y estará tanto en mí clavada / cuanto del cuerpo el alma acompañada”].

No obstante, y aun cuando pudiera haber un cierto “homenaje” a Garcilaso de la Vega por parte de Góngora -por así decirlo-, parece razonable pensar que detrás del vocativo “María”, más que una mujer real, no hay sino un tú poético femenino que le permite al poeta montar su poema en forma de apóstrofe lírico, y alcanzar, así, un clímax de mayor vehemencia a la hora de describir los atributos de su belleza física, concentrada en tres elementos: el color sonrosado de las mejillas -la Aurora, en la mitología romana, personifica la llegada del sol en un cielo rosáceo- (verso 3), la brillantez de los ojos -los poetas clásicos latinos llaman Febo al dios-sol, que originariamente significa “brillante”- y la juventud del día en la frente -opuesta, por tanto, a la vejez que representa la noche- (verso 4). Sin duda, las referencias mitológicas magnifican hiperbólicamente una belleza que cederá a los estragos del paso del tiempo; y de ahí el carácter admonitorio del adverbio “mientras”, que encabeza el verso 2: mientras aparezca en sus mejillas el rosado de la Aurora, en los ojos la luminosidad del sol, y en la frente la claridad del día... (primer cuarteto).

En el segundo cuarteto se alude al cabello de María (verso 6: “hebra voladora”), que el viento mueve -porque lo lleva suelto, y no recogido- (verso 6: “mueve el viento”) “con gentil descortesía” (verso 5, combinación léxica que, en cierto modo, recoge un oxímoron); un cabello rubio, del mismo color que el oro, afirmación que se fundamenta en una doble paráfrasis elusiva: Arabia era famosa por sus minas de oro y, asimismo, en la mitología castellana se hace referencia al oro que existía en el río Tajo (versos 7-8: “que la Arabia en sus venas atesora / y el rico Tajo en sus arenas cría”). Pero también este cuarteto se inicia con el adverbio de tiempo “mientras”, que vuelve a introducir una nota de temporalidad efímera.

Este cuarteto no solo recuerda a Garcilaso de la Vega en su soneto XXIII (“y en tanto qu' el cabello, qu' en la vena / del oro s' escogió, con buelo presto / por el hermoso cuello blanco, enhiesto, / el viento mueve, esparce y desordena”), sino también a Bernardo Tasso (“Mientras vuestro áureo pelo ondea en torno / de la amplia frente con gentil descuido; / mientras que de color bello, encarnado, / la primavera adorna vuestro rostro...”) [“Mentre che l'aureo crin v’ondeggia intorno / a l’amplia fronte con leggiadro errore; / mentre che di vermiglio e bel colore / vi fa la primavera al volto adorno”].

Y es en los los tercetos -en los que “mientras” se reemplaza por “antes que”, locución adverbial con que se inicia cada uno de ellos- donde aparece con toda rotundidad del “tempus fugit”: la edad eclipsará con sus sombras el sol de la hermosura (verso 9, en correlación con el verso 4: “Febo en tus ojos”); el día se tornará en noche oscura (verso 10, en correlación también con el verso 4: “en tu frente el día”); y la Aurora quedará oculta por un “mortal nublado” -es decir, por la amenaza de la muerte (verso 11, en correspondencia con el verso 3: “en tus mexillas la rosada Aurora”). Existe, pues, en este primer terceto una perfecta correlación con el primer cuarteto, aunque los elementos de la naturaleza y del rostro de la mujer se presenten en diferente orden.

Y si entre el primer terceto y el primer cuarteto existe una clara interrelación, lo mismo ocurre con el segundo terceto con respecto al segundo cuarteto, iniciados, respectivamente, con las expresiones temporales “antes que” (segundo tercero) y “mientras” (segundo cuarteto); el “rubio tesoro” del cabello [“que la Arabia en sus venas atesora / y el rico Tajo en sus arenas cría”] se volverá cano, circunstancia que el poeta expresa con una hipérbole que encierra un eficaz pleonasmo: vencerá con su blancura la dela nieve (“venza a la blanca nieve su blancura”).

Y en el último verso del soneto, Góngora introduce una cierta originalidad, que aminora el pesimismo que suele dominar el tema del carpe díem: el goce de la juventud -en plenitud de los sentidos- se ha reservado para el final. El verso se inicia con la repetición del imperativo “goza”, con el significado de “sentir placer o alegría por algo”; y constituyen ese algo el color del rostro (“la rosada Aurora”), la luminosidad de los ojos (“Febo en tus ojos”) y la frente resplandeciente (“en tu frente el día”), y el rubio del cabello (como el oro de Arabia o del río Tajo). Sin duda, el soneto podrá resultar todo lo cerebral que se quiera -la congruencia interna lograda es excepcional-, pero a través de él Góngora exhibe una rigurosa perfección técnica, que se extiende también a los endecasílabos.

[En el verso 6, el ritmo impide la sinalefa: “mué-ve el-vién-to-la-hé-bra-vo-la-dó-ra” (acentos en sílabas 1, 3, 6 y 10). En los versos 9 y 12 hay marcadas antirritmias en las sílabas 6-7 (verso 9: “e-dád/Fé-bo”) y 5-6 (verso 12: “hóy/és”). Por otra parte, presentan ritmo sáfico (con acentuaciòn básica en las sílabas cuarta y octava) los endecasílabos tercero, cuarto, octavo y undécimo. Y en cuanto al endecasílabo décimo, tiene acentuadas todas las sílabas pares, lo que le proporciona una grata musicalidad: “y el-clá-ro-dí-a-vuél-to en-nó-che os-cú-ra”].

**********

La vertiente burlesca de Góngora nos proporciona esta otra composición, una letrilla escrita en 1582 con el carpe diem como trasfondo:

¡Que se nos va la pascua, mozas!

Mozuelas las de mi barrio,
loquillas y confiadas,
mirad no os engañe el tiempo,
la edad y la confianza.
No os dejéis lisonjear
de la juventud lozana,
porque de caducas flores
teje el tiempo sus guirnaldas.
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Vuelan los ligeros años
y con presurosas alas
nos roban, como harpías,
nuestras sabrosas viandas.
La flor de la maravilla
esta verdad nos declara,
porque le hurta la tarde
lo que le dio la mañana.
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Mirad que cuando pensáis
que hacen la señal de la alba
las campanas de la vida,
es la queda, y os desarma
de vuestro color y lustre,
de vuestro donaire y gracia,
y quedáis todas perdidas
por mayores de la marca.
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Yo sé de una buena vieja
que fue un tiempo rubia y zarca,
y que al presente le cuesta
harto caro el ver su cara,
porque su bruñida frente
y sus mejillas se hallan
más que roquete de obispo
encogidas y arrugadas.
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Y sé de otra buena vieja
que un diente que le quedaba
se lo dejó estotro día
sepultado en unas natas;
y con lágrimas le dice:
«Diente mío de mi alma.
yo sé cuándo fuisteis perla,
aunque ahora no sois nada».
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Por eso, mozuelas locas,
antes que la edad avara
el rubio cabello de oro
convierta en luciente plata,
quered cuando sois queridas,
amad cuando sois amadas;
mirad, bobas, que detrás
se pinta la ocasión calva.
¡Que se nos va la Pascua, mozas,
que se nos va la Pascua!

Poema cantado por Paco Ibáñez: https://www.youtube.com/watch?v=hDlJ7G9p33

Más que un comentario propiamente dicho, aprovechamos el apoyo léxico para pergeñar las líneas maestras de la composición.

Linsonjear. Adular.

¡Que se nos va la Pascua, mozas, / que se nos va la Pascua! El estribillo es una incitación a las mozas para que disfruten, ya que los buenos momentos -la Pascua- pasan con rapidez.

Porque de caducas flores / teje el tiempo sus guirnaldas. Leve hipérbaton: “porque el tiempo teje sus guirnaldas de caducas flores”.

Arpía. En la mitología griega, ave fabulosa con rostro de mujer y cuerpo de ave de rapiña. Las arpías eran las encargadas de hacer cumplir el castigo de Helios impuesto al advino Fineo: le robaban la comida antes de que pudiera comerla.

La flor de la maravilla. Metáfora alusiva a la juventud.

Le hurta la tarde / lo que le dio la mañana. Metafóricamente, la vejez (la tarde) roba lo que la juventud (la mañana) dio.

Lustre. Brillo, esplendor.

Zarca. De ojos color azul claro.

Antes que la edad avara / el rubio cabello de oro / convierta en luciente plata. Metáfora para indicar que el cabello rubio, tan amarillo como el oro, se volverá gris blanquecino, como indicación del paso de la juventud a la vejez.

Se pinta la ocasión calva. Refrán que expresa que no hay que vacilar, sino tener decisión y diligencia para no perder las oportunidades que se presenten, pues no suelen aparecer dos veces. (En la mitología grecorromana, la diosa Ocasión se representaba sin pelo, salvo por encima de la frente, y con ello se pretendía simbolizar la dificultad de no perder la oportunidad de algo cuando se presenta de frente, y cómo resulta imposible detener su curso). El refrán está hábilmente incorporado a su texto por Góngora.

Bibliografía de referencia.

Alonso, Dámaso: La lengua poética de Góngora. Revista de Filología Española, anejo XX, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1935.

Alonso, Dámaso: Estudios y ensayos gongorinos. Madrid, Gredos, 1982, 3.º edición. Biblioteca Románica Hispánica. II. Estudios y ensayos, núm. 18.

Puedes comprar sus libros en:

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios