Su libro lleva por nombre "Exitus. La muerte nunca es el final". ¿Para usted cuál es el final? Tal vez el final sea cuando dejamos de hacernos preguntas. Mientras haya duda, hay vida. Incluso en el silencio. Lo peor, en realidad, no es morir. Lo verdaderamente inquietante es la muerte en vida: esa parálisis interior que se instala cuando renunciamos a pensar, a sentir, a elegir. Ese es el final que más me aterra. Por eso Exitus no es un canto a la muerte, sino una pregunta abierta sobre qué significa estar realmente vivo. ¿Su novela es un caso real o es fruto de su imaginación? No es un caso real, pero está inspirado en una verdad más amplia, más incómoda: esa en la que el mal no muestra su rostro, sino que se disfraza de fe, de convicción, de sentido del deber. Exitus nace del mundo que vivimos: un mundo donde las certezas se han debilitado, donde los discursos dogmáticos resurgen, donde la violencia puede justificarse si se envuelve en moral. Eso es lo que me interesaba: qué ocurre cuando el mal se siente legitimado. Cuando no se esconde, sino que actúa con la convicción de estar haciendo lo correcto. ¿Qué hay de usted en su libro? Un poco de culpa. Un poco de rabia. Y una escena que me atravesó tanto, que acabé en un hospital, envuelto en una manta térmica, intentando recuperar la temperatura de los vivos. Estaba escribiendo sobre una mujer que muere aferrada a una mano, y mientras lo hacía, mi cuerpo empezó a apagarse. Literalmente. Me bajó la temperatura, me desplomé. Me cubrieron como se cubre a alguien que vuelve del otro lado. En ese momento pensé que el exitus —ese término médico que significa “el último aliento”—me alcanzaba a mí también. Por eso el título no fue una elección: fue una certeza. ¿Ha tomado muchas notas para escribir este libro? Tomé menos notas de las que debería. Pero más de las que conviene tener cerca cuando se empieza a soñar con rituales en mitad de la noche. ¿Es de apuntar en lo primero que pilla o tiene una libreta específica para ello? Tengo una libreta que ya ha vivido más que algunos personajes. Pero lo que más uso es WhatsApp. Me escribo a mí mismo a cualquier hora. Es un caos, pero ahí está todo lo que no quiero olvidar. De hecho, hay una frase que escribí hace años y todavía no me he atrevido a usar. A lo largo del libro describe una serie de ritos. ¿Le ha costado buscar documentación sobre los ritos? Empecé a documentarme con la misma obsesión que Dante Blanco, el joven satanista que colabora —de forma nada oficial— con Elia Sandoval en la investigación. Para ello tuve que sumergirme en textos sobre sectas neopaganas, grimorios y símbolos arcanos, y leer sobre crímenes rituales, casos sin resolver y autopsias con detalles que nunca salieron en prensa. Y cuanto más investigaba, más entendía que esos rituales no buscan solo dañar: buscan significado. Y eso es, quizás, lo más perturbador de todo. Cuando el mal no actúa por odio, sino por sentido. ¿Se ha aprovechado de sus conocimientos como abogado para escribir esta novela? Digamos que sé lo que puede escribirse en un informe oficial y también ciertas verdades que se diluyen entre tecnicismos, plazos, o simplemente silencio. Y eso, en una novela negra resulta muy útil y oportuno. ¿Qué le ha llevado a ambientar esta novela en Madrid? Porque Madrid no es una ciudad. Es un gigantesco escenario. Y los mejores crímenes ocurren en escenarios que parecen seguros. Es un libro lleno de sobresaltos. ¿Es una forma de llamar la atención del lector? Es una forma de recordarle que nadie está a salvo. Ni los personajes. Ni quien los observa. ¿Es un libro que puede hacer pensar al lector? Muchos de los elementos de la novela tienen raíces en temas actuales como el dogmatismo y la corrupción. Exitus es una novela negra, sí, pero cargada de preguntas incómodas. Por ejemplo: si te arrebatasen algo muy querido para ti, ¿qué estarías dispuesto a hacer para recuperarlo? ¿Qué precio estarías dispuesto a hacer pagar a otros? En las guerras recientes los cuerpos desaparecen los cuerpos se mutilan, los crímenes se justifican bajo distintas banderas… En Exitus quise explorar como la necesidad de sentido de algunos seres humanos puede degenerar en ritos de sangre, y como quienes buscan redención terminan muchas veces pactando con sus propios demonios. Vivimos tiempos convulsos, tenemos la sensación de que el mal ya no se esconde, se legitima. A todo eso deberá enfrentarse el lector mientras trata de descubrir a quien se hace llamar el Ángel, como si fuera un miembro más del equipo de investigación. Ya fue un escritor superventas con "La dama del norte". ¿Piensa que este libro también puede serlo? No lo sé. Pero si Exitus logra que alguien se quede en silencio al terminarlo, entonces ya habrá conseguido más de lo que muchos libros logran. Puedes comprar el libro en:
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