Deslindes, impecablemente publicado por Huerga & Fierro editores, con una alegórica ilustración de portada, obra del versátil y prolífico Eugenio Rivera, y un extraordinario prólogo del excelente poeta César Rodríguez de Sepúlveda, muestra, sin disimulos ni máscaras, que es un poemario avecindado en la edad de la madurez, cuando la experiencia vital redefine y delimita la sensibilidad y el pensamiento, consciente ya sin remedio de la tópica, más irremediable, fugacidad de la hora y la vivencia. Por ello el título del libro, Deslindes. Es decir, límite, frontera. Pero, sobre todo, demarcación territorial, jurisdicción, potestad de un nuevo e irrevocable tiempo, sazonado y reflexivo, donde el recuerdo y la melancolía vagan libres, y se hace necesaria la entereza del ánimo para seguir hacia delante, con lucidez, sí, con realismo también, pero con la intención de cumplir y rematar una existencia plena y convincente. Y de esto nos habla Santiago A. López Navia en el que es su más reciente libro de versos.
Deslindes está formado por tres secciones e incluye una cuarta parte o adenda, en donde la voz poética es asumida por uno de los heterónimos del autor, el ermitaño Antero Freire, de quien luego hablaremos. La primera sección, titulada ‘Agenda’, consta de once poemas correlativamente numerados. En ‘Agenda III’, López Navia nos expone cuál va a ser la fórmula magistral de su propósito al ir adentrándose en ese territorio cada vez más exiguo del futuro. He aquí el fragmento final: “Tal vez, igual que el fénix, de sí mismo / mi corazón renazca // y broten otra vez de las cenizas / mis plumas y mis alas". O sea, comenzar sin tregua, aceptando los ciclos de la vida y disponiéndose a afrontarlos con decisión y empuje. Así también en otro fragmento de ‘Agenda V (Adagio)’: “Llegados a este punto mi esperanza / se vuelve salamandra en cada hoguera. / Todo lo espero y poco me pregunto. // No importa el lastre ya. Mi nave avanza / medida en la corriente de mi espera / y sigo en pie, llegados a este punto”. Conciencia firme de proseguir adelante en la deriva temporal, pero, además, sin abandonar en ningún caso las emociones y las impresiones sensibles del entorno, tal como expone en ‘Agenda IX': “Olvídate de todo unos instantes. / Aléjate un momento de tu centro. / […] Déjate secuestrar por la mañana. / Confúndete mejor con los colores / que proclaman el triunfo del otoño. // […] que no se para el mundo si te paras / y hay mucho que no hacer de vez en cuando.”
La segunda sección del libro se titula explícitamente ‘Tratamiento. Receta. Posología'. Y, en el poema homónimo, López Navia reitera con humor la fórmula magistral y cautelosa para prevenir el acaso dudoso tiempo venidero: “Levántate. Lo has hecho muchas veces. / Si en algo eres perito es justo en esto, / […] si es que el dolor persiste, si no cede, / emplastos empapados de paciencia. // […] resilientil en dosis de caballo, / intravenoso, tres veces al día, / y para reforzar el tratamiento / aguantoformo, mucho y a demanda.”
Humor irónico que resuena asimismo en el soneto ‘A mis ojeras': “Señoras absolutas de mi cara, / señales ciertas del desasosiego, / carnet de identidad grabado a fuego, / […] testigo amoratado de mis duelos / que el estilete agudo de las horas / convierte con su filo en un estigma.”. Y sin olvidar tampoco, pues la condición de poeta obliga, hablar de la poesía y su peculiar manera de ofrecerse, como el autor describe en ‘Caza': “No importa cuánto corras. / No importa cuánto puedas alejarte, / dónde te escondas, cómo te camufles. // Cuando él se lo proponga, / […] te encontrará el poema.”
‘Inventario’ es el título de la tercera sección del poemario y se trata, en efecto, de recoger y mostrar aquellos poemas en los que se repasan esas experiencias personales que han dejado huella y han influido en el modo de pensar, sentir y actuar. “Me quedaré sediento de las rutas / que no recorreré y ya no me esperan, / pero en mi huella nómada, en mis botas, / en mi retina fiel de peregrino / llevo unas cuantas leguas anotadas / y una herencia de días y lugares”, se lee en ‘Inventario I'. El autor, en suma, a pesar de las desventuras e injusticias varias del vivir, no duda en resistir y afirmarse en la existencia. Una afirmación de la vida que encuentra en los sucesos y fenómenos del mundo natural el mayor aliento y soporte, tal como se manifiesta en el poema ‘Dust in the wind’: “Qué canto de quietud entona el valle. // […] Nadie podrá quitarme este momento, // […] Nadie podrá robarme, sabed, nadie, / este latido, nadie, este relámpago, / este momento casi hecho a destiempo. / Se apagará este mundo con mis ojos. / Mi vida no será y yo habré vivido,”. O se produce de igual manera en los conmovidos versos de ‘Mariposa en noviembre”: “Qué milagro de vuelos amarillos / es esta mariposa de noviembre. // […] Qué danza sutilísima sostiene / su ingravidez, ajena hasta a sí misma, / ajena a la victoria que proclama, / mientras muere noviembre, su destello.”
Deslindes viene a confirmar una vez más a un poeta, Santiago A. López Navia, de condición existencialista, fondo cristiano, expresión serena y apegado a las formas clásicas, como, en este libro, sonetos y octavas reales, empleo de la rima asonante en algunos poemas y muestra de un respeto absoluto al ritmo poético. Un poeta reconocible, experto y prestigioso, que cierra este notable poemario con la inclusión de una sección titulada ‘Las tentaciones del ermitaño Antero Freire’, uno de los heterónimos o identidades literarias que López Navia ha creado y utiliza en distintas obras, heteronimia que representa sin duda otra de sus peculiares características como autor.
El estoico y sabio ermitaño Antero Freire expresa el registro grave de la poesía de López Navia, al decir del propio autor. Y en esta ocasión tampoco defrauda. En su retiro del Cerro de Cabezas Altas es sometido por los demonios a las tentaciones asociadas a los siete pecados capitales teológicos. Sirvan solo un par de fragmentos para apreciar cómo el firme y sobrio Antero desdeña las seductoras ofertas, no sin dejar de mostrar también a veces una cáustica retranca. Frente a la envidia: “Con nadie me comparo, nada quiero / que ya no tenga. En nada a nadie envidio. // Me basta administrar el inventario / de los amaneceres o el archivo / de los misterios que no se me alcanzan, / de todo lo que nunca será mío, / y agradecer absorto, endurecido, / el vuelo de las aves y las horas.”. O frente a la lujuria: “¿Qué celada me tiendes, qué espejismo lascivo…? // […] Aparta, por piedad, esta dulce quimera / de mi carne vencida, de mis ojos cansados. / Tú a lo tuyo, ya sabes, goza este don tan breve; / collige, virgo, rosas; carpe diem; etcétera, / y olvídate de mi, y adiós, que corra el aire".
Por último, animo e invito a los lectores a degustar tan placentera y nutricia poesía. No se arrepentirán.
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