Mi amigo y también novelista, Justo Navarro, me dice que la novela es sustancialmente una buena historia bien contada. Esos son precisamente las virtudes que distinguen la escritura de Vila-Matas: una inteligente imaginación y un discurso narrativo tan preciso como sugerente. En sus múltiples diálogos con la historia y en concreto con la historia de la literatura que ocupa de un modo u otro su narrativa, participa de una ruptura con el psicologismo de la narrativa realista, una atenta mirada a las vanguardias, y un aller-retour que diría Patrick Modiano hacia la novelística universal con especial atención a la europea. El novelista Vila-Matas tiene esa capacidad innata de crear el conflicto, debatir casi de manera flemática sobre el mismo y aportarnos siempre soluciones entrecruzadas entre vitalismo y literatura, lucidez y marginalidad, pues en esa relación esencial entre vida y literatura, se sitúa una tercera vía como es la lectura; la lectura y sus influencias La trama de por sí es tan cautivadora como actual por no decir futurista. Un escritor barcelonés, con el sobrenombre de “El Fracasita” y que responde a la gracia de Antonio Altobelli deja como encargo a su secretario,Vidal Escabia, el establecer un canon literario disidente, intempestivo, mal iluminado, casi cercano a la locura conformado por 71 libros, casi al azar y desde luego casi a ciegas.
De ahí el mismo título de la novela. Desde el principio, aclara sus intenciones. El secretario y heredero afirma: “En ese mismo momento comprendí mejor por qué le llamaban el fracasista. Porque su lucidez le hacía ver que estaba fracasando y aun así seguía escribiendo. Y porque esa misma lucidez le hacía ver la imposibilidad de expresarse con el código limitado de la lengua”. Ese contexto de lo “indicible” es tan interno como externo, pues Cortázar, Sartre, Duras, Kafka, Pérec, Pessoa, Sterne, acuden a reforzarlo. En sincera argumentación y libre discurrir narrativo, Vila-Matas nos devuelve la sonrisa y el camino a la reflexión, con su singular proceder metaliterario. El ensayo, lo autobiográfico, el diario, incluso una suerte de movie road o libro de viajes. Desde luego, en literatura como en otros campos, sin riesgos ni experimentación poco puede avanzarse. La nota discordante o concordante es el guiño a la inteligencia artificial, porque el encargado de establecer el canon, puede ser un androide avanzado, humanizado y mayordomizado. Incluso, asegura la profecía del arte, cuando nos señala que los Denver-7, o sea, las personas artificiales “fueron programados para vivir cuatro años y un grave fallo en su energía eléctrica -el “Gran Apagón” de Barcelona-les dio vida abierta, de duración indefinida”. Lo que precisamente humaniza todavía más al supuesto Denver, es la ausencia de su hija. Otro tema recurrente, en ese permanente cuestionarto todo. Pregunta abiertamente sobre la naturaleza del autor, sobre el personaje, sobre el narrador. Vila-Matas, debe ser de los pocos y raros escritores en reírse de sí mismo, no en vano, es nuestro Buster Keaton literario. Esa recurrrencia, acaso juego del desdoblamiento, haciéndonos creer que el autor está siendo escrito por el mismo texto que escribe. La genialidad cinematográfica de Woody Allen transmitida en novela. Una novela espléndida, como lo fueron Montevideo, Dublinesca o Bartleby y compañía sólo por citar preferencias personales. De cualquier modo, la propia labor de establecer un canon y de ir enlazando libros, citas y relaciones, es decir, de obrar enciclopédicamente refuerza la idea del androide. Sea como fuere, su objetivo no es otro que la búsqueda con apariencia de improvisación de un nuevo espacio narrativo. Lo cierto es que su escritura posee un estilo tan inimitable como inédito que, en justa medida, ha sido reconocido. Ser traducido a 37 idiomas, y contar con galardones internacionales desde el Médicis Étranger hasta el Meilleur livre étranger, pasando por el Elsa Morante, el Mondello, el Ennio Flaiano, el Rómulo Gallegos, el Nacional de Cultura de Cataluña, el Herralde, el Fundación Lara, el de la Real Academia Española, entre otros, nos da cuenta de la huella que su novelística va marcando, sintetizada en la misma propuesta de este libro, pues fijar un canon arbitrario no es sino otra forma de indagar sobre el sentido de la existencia y su condición de escritor, su esperanza, su en la propia literatura, su invitación a explorar las fronteras del lenguaje y la experiencia humana, en cierta medida, su verdad es un tributo a la escriturs, como búsqueda constante de lo inasible o inaprensible, algo que en el terreno de la pintura lleva el genial pintor, Juan Gómez Macías. La paradoja está presente. Un androide, infiltrado para más señas, es ante todo, un padre con amor extremo por su hija. La cáma oscura fue en su momento el dormitorio cálido y luminoso de su hija Ryo.
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