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Edición testing
LITERATURA > FIRMA INVITADA
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PLAZA DE GUIPÚZCOA
El libro de memorias de Isabel Preysler se titula “Mi verdadera historia”. Igual que la autobiografía de Juan José Millás. No sé si Preysler va de intelectual o se ha estrujado poco las neuronas.
| | Juan José Saer (Foto: Wikipedia) |
Gran parte de la producción narrativa de Juan José Saer ha estado bajo la advocación y acicateada por el estímulo de la estética del Nouveau Roman (o “nueva novela”, o “escuela de la mirada”, u “objetivismo”: esta última clasificación, la más discutible e imprecisa de todas), la última y más significativa vanguardia literaria de la post-guerra, que tuvo su origen en Francia, abrevó en el venero de la dramaturgia de Samuel Beckett y se constituyó en una de las tantas respuestas a una de las tantas crisis que cíclicamente sufre eso que, a falta de mejor nombre, se conoce como “realismo” (término no menos impreciso que “objetivismo” y que se tambalea sobre sus endebles cimientos ante una pregunta que no puede dejar de formularse: ¿qué se entiendo por “realidad”?, concepto que, como bien enuncia Vladimir Nabokov en el epílogo de Lolita, sólo puede ser esgrimido cuando está encerrado entre sus correspondientes y necesarias comillas).
Naciones Unidas: conciencia de la humanidad,
no la ensuciemos.
| | Miguel de Cervantes Saavedra |
El Quijote puede parecer un libro -lo compramos-, un referente -lo aceptamos-, un hito hispánico e icono cultural -lo vendemos-. Pero es sencillamente el acto de existir impreso en una lectura muy oral con todo su repertorio de consecuencias y ambivalencias. Apenas se lee, se toca o explica en la escuela, que está entregada a misiones tecno-burocráticas de gran enjundia (que pasan por pedagógicas), diseñadas por gerifaltes educativos de postín que muy probablemente no se hayan leído nunca el libro. Tampoco es necesario leérselo a conciencia en orden lineal de principio a fin, del primer al último capítulo con sus dos partes. Con tenerlo cerca y a la mano para abrirlo al azar por cualquier página, a ver qué nos encontramos, a ver qué nos cuenta, basta.
Tiempo hubo en que Eduardo Mallea (1903-1982) ocupó el centro geográfico de la literatura argentina (espacio no del todo envidiable y, con el transcurso de los años, ni siquiera apetecible); hoy, su copiosa obra es poco más que un paradigma de artificio retórico. Pero en 1937 publica uno de sus ensayos más conocidos: Historia de una pasión argentina (Sur, Buenos Aires), en cuyo desarrollo expone una teoría que haría época: postula la existencia de dos Argentinas: la invisible y la visible; la primera está integrada por quienes aman al país sin pedirle nada a cambio, quienes marchan en pos del bien común en una actitud de ofrenda y de servicio; la segunda es aquella que se despliega en un abanico de iniquidades, desde la abierta guaranguería hasta el fraude desembozado.
Los maestros antiguos, como don Gonzalo Torrente Ballester, no escribían principalmente para su propia época, antes bien, escribían para la posteridad. “Mis lectores –profetizaba melancólico Stendhal- todavía no han nacido”. En esas épocas lejanas, la posteridad existía y era importante; pero a mediados del siglo XX empezó a desvanecerse, tal y como refleja el triste dictum borgiano dedicado a un poeta menor: “La meta es el olvido, yo he llegado antes”. Sospecho que para nosotros, los escritores actuales, la posteridad ya se ha desmoronado casi del todo y sólo queda olvido para repartir. En este crepúsculo de Occidente, cuesta hacerse ilusiones sobre la perduración de una obra o de un nombre. Todo parece ya efímero y caduco y a merced de esa gran simplificación e igualación definitiva a la que llamamos genéricamente inteligencia artificial, y que tiene, como la Virgen María, diversas y coloridas advocaciones.
| | Camilo José Cela (Foto: Archivo) |
Con Viaje a la Alcarria -1948-, Cela inicia sus incursiones en un género en el que se ha revelado como un maestro excepcional: el libro de viajes. Sus obras en este género -a este libro siguen Del Miño al Bidasoa (1952), Primer viaje andaluz (1959), Viaje al Pirineo de Lérida (1966), etc.-, a pesar de su carácter documental, no están exentas de virtuosismo estilístico; y en ellas se recogen artísticas descripciones de paisajes y una amplia galería de tipos curiosos, en una línea más próxima al cuadro de Goya o de Solana, o al esperpento de Valle-Inclán, que al costumbrismo tradicional.
| | Ana María Matute (Foto: Archivo) |
La novelista barcelonesa Ana María Matute (26 de julio de 1925/25 de junio de 2014)es una de las escritoras con una de las personalidades más originales en el panorama de la narrativa del siglo XX. Elegida miembro de la RAE en 1996 [1], completó con el Cervantes -en el 2010- [2] una trayectoria literaria jalonada de premios. [3]
| | Miguel de Cervantes Saavedra |
El benemérito historiador Bartolomé Miranda Díaz, profesor de la Universidad de Sevilla, presidente del Grupo de Estudios Carrioneros Joaquín Galeano de Paz «El Indiano» (Sevilla), galardonado, inter alia, con el Premio Nacional de Bibliografía Bartolomé José Gallardo por la obra: «La librería del Convento de San Benito de Alcántara: librerías, lectores y libros de un tesoro bibliográfico descompuesto» (Mérida, 2013), y autor de los excelentes libros, sirva de modelo: «La orden de Calatrava en la ciudad de Sevilla y en el Aljarafe durante el Antiguo Régimen (Siglos XII-XVIII). Estudio y documentación» (Sevilla, 2020); «Honor, poder y gloria. La Carrera de Indias según un comerciante sevillano del siglo XVIII» (Badajoz, 2019); y «La Villa de Castuera (Siglos XVI-XVII).
El 24 de agosto de 1898 nació en Buenos Aires Jorge Luis Borges. Razón suficiente para que los argentinos celebren cada año en esa fecha el "Día del lector". Poeta, ensayista, narrador, conferenciante..., Borges ocupa un lugar de privilegio en la literatura universal.
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