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LITERATURA > FIRMA INVITADA
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Permítasenos comenzar este esbozo de ideas con una apostilla de orden personal: hace ya algunos años, el poeta y amigo Daniel Muxica (de quien ya habrá oportunidad de profundizar en su obra como se merece) tuvo la generosidad –un rasgo constitutivo de su persona y que se mantuvo inalterable hasta el fin de sus días- de acercarme un verso de Hölderlin que yo desconocía (huelga aclarar: como tantos versos, materias y autores que ignoro) y hacerme saber su procedencia. De hecho, uno de sus poemas (el que lleva por título "Nostalgia”, perteneciente al libro El poder de la música, Stephen & Bloom, Buenos Aires, 1983, 60 páginas) lleva ese verso como epígrafe: “Quizás el rey Edipo tenga un ojo de más”. La perplejidad –la fecunda perplejidad- se instala en el ánimo de quienquiera indague en el sentido de tal verso: ¿cómo es posible que Edipo, cegado por propia mano y desbordante culpa, ostente, aun así, un ojo de más, un ojo suplementario, un ojo con el que ve un horizonte que trasciende la mirada de los simples mortales? El presente borrador es un intento que aspira –sólo aspira- a responder a tamaño interrogante.
El presente artículo es un desarrollo o prolongación de otro anterior publicado en esta misma revista y que llevaba por título “Qué fue de mi generación”. Se trata de indagar qué ha sucedido con la literatura después del gran boom de la Transición, el de los años 80 y 90, etapa en la que en España se logra la alfabetización universal (de más de un 10% de analfabetos al final de la dictadura a menos de un 3% en el año 2000) y se disparan los índices de lectura con la llegada de la democracia.
Tras haber pasado unos años y al estar viviendo unos tiempos un tanto convulsos es necesario abrir las páginas de El desafío ateo de Gonzalo Puente Ojea un trabajo donde el profesor Miguel A. López Muñoz a través de la vida y de la obra de Puente Ojea no se queda con el estudio, sino que nos invita a conocer un antes y un después tocando todos los temas desde la política hasta la carrera judicial pasando por esa idea tan de Puente Ojea de esclarecer todo aquello que pasaba por su mente...
Reseña de "Estirpe de sangre"
Estimado amigo Alonso Castro (García de Armenteros):
Ante todo, haceros saber cuánto me ha satisfecho haberos conocido y haber vivido con vos, (aun cuando no lo supierais, pero quizá lo advirtierais en vuestros momentos de soledad y zozobra), pues caminé vuestros primeros pasos hasta la escuela del honorable Martín Valdivieso, fui partícipe de las enseñanzas de ajedrez y sus escaques que casi a hurtadillas vuestro padre os inculcara, os esperé aquella noche en la puerta de la inclusa donde quedaría parte de vuestro transido corazón, hui junto a vos de la miseria y del hambre, y, sin duda, derramé lágrimas de impotencia, lágrimas de rabia, lágrimas que imploraban la justicia de los hombres, lágrimas que regaron valles baldíos, lágrimas limpias, lágrimas sinceras, pero también lágrimas de sangre, y lágrimas de fuego, de hogueras. Sí, Alonso, debéis saberlo, fuimos muchos los que os acompañamos a más de vuestros incondicionales Juan de la Calle y Antonio. Algunas tardes las pasé enjugando lágrimas y haciéndole compañía al joven Antonio en sus juegos con la pequeña “zarandaja de la sonrisa”. Creo que también soñé el paraíso de los caballos.
En enero de 2004 emprendí un viajé a Bolivia después de muchos años de ausencia. El periplo comenzó en el aeropuerto de Estocolmo. Era una mañana gris y fría que se deslizaba lenta entre los cristales empañados de la terminal. Allí, rodeado de desconocidos que como yo, cargaban sus maletas llenas de historias, me sentía feliz al solo pensar que retornaba a la tierra en donde se forjaron los primeros latidos de mi identidad. A esa tierra que me sostuvo cuando aún no sabía caminar y que me enseñó, con la paciencia infinita de una madre, a dar mis primeros pasos en la vida.
El magnífico investigador Emilio Maganto Pavón, Jefe de Sección de Urología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, exprofesor asociado de la Universidad de Alcalá de Henares, y autor de los espléndidos libros, entre ellos: El poeta Pedro Laínez (1538-1584), apoyado en los 63 nuevos documentos, 9 poemas redescubiertos, y 4 firmas autógrafas de Pedro Laínez (1538-1584); La familia Villafranca y Miguel de Cervantes (Alcalá de Henares, 2014); e Isabel de Saavedra. Los enigmas en la vida de la hija de Cervantes (Madrid, 2013), descubrió en colaboración con la doctora Ana Isabel Linares Quevedo, profesora del Hospital Universitario Infanta Sofía en la Universidad Europea de Madrid, nuevos documentos sobre la edición príncipe del Tratado de todas las enfermedades de los riñones, vejiga y carnosidades de la verga y urina (1588), del alcalaíno Francisco Díaz (1527-1590), hito en la historia de la Urología española y europea, divulgados en «Datos documentales y bibliográficos sobre la edición príncipe del Tratado de Urología, del Dr. Francisco Díaz», Historia Urológica Hispánica 3 (2024), pp. 4-44.
«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
En estas fechas, aledañas a los fastos a quienes se dedican, nos dedicamos, al noble ejercicio de la pluma, me gustaría rendir un homenaje a María Moliner.
Estuve en Méjico por primera vez en 1974 para asistir al Congreso del Instituto Hispano-Luso-Americano Derecho Internacional, en el que fui elegido miembro de esa prestigiosa Asociación. Asistí a los actos conmemorativos del Día Nacional celebrados en el Palacio presidencial, donde contemplé los gigantescos frescos de Diego Rivera, tan maravilloso desde una perspectiva pictórica, como execrables desde un punto de vista histórico. Escuché el grito de “!Abajo los gachupines!” y otras lindezas contra España. México es el país más hispanizado de América, y ha heredado -junto a muchas de las virtudes hispanas- el lamentable espíritu cainita español. Pude comprobar el contraste entre la animosidad hacia España y lo español de la clase dirigente del Partido Republicano Institucional, y el afecto y cercanía del pueblo llano, la mezcla de amor y odio de sabor agridulce, junto con el menosprecio por, y el silenciamiento de, la etapa del Virreinato, y la artificial exaltación de un falso indigenismo.
El fútbol, además de ser un deporte, se ha convertido en un fenómeno social que captura a millones de personas en todo el mundo. Desde las calles polvorientas de un barrio hasta los estadios monumentales que vibran bajo la presión de miles de aficionados, el balompié encarna una pasión que va mucho más lejos de los noventa minutos de juego.
PLAZA DE GUIPÚZCOA
Nadie se pone en el lugar del otro. Cuando te digan “me pongo en tu lugar”, no le creas, tío, es mentira. Y menos si te da golpecitos en la chepa. Te apenas por el prójimo, le escuchas, le compadeces, eso sí, te compro la moto, pero no te pones en su lugar, porque ya tienes bastante con lo tuyo.
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