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"El gran rey Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas de Tolosa" de José María Manuel García-Osuna y Rodríguez

Por Javier Velasco Oliaga
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
El gran rey Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas de Tolosa
El gran rey Alfonso VIII de Castilla, el de las Navas de Tolosa

Alfonso VIII fue un gran rey guerrero que protagonizó dos de las más grandes batallas campales que se produjeron en la península Ibérica en la Edad Media. El historiador y médico José María Manuel García-Osuna y Rodríguez es uno de los más brillantes escritores sobre este periodo de nuestra historia y en su libro El gran rey Alfonso VII de Castilla, el de las Navas de Tolosa, que ha publicado la editorial Alderabán, nos cuenta no solo la vida del rey, sino cómo era aquel tiempo.

Sobre la Edad Media se cernió un manto de oscurantismos, sobre todo en la Alta Edad Media, en la que hubo periodos en los que no se ha conservado ningún documento. Por fortuna, en la Baja Edad Media las cosas cambiaron y se conservan preciosos códices sobre la misma que, gracias a ellos, se ha podido reconstruir la historia. Los Anales Toledanos y la Crónica Latina de los Reyes de Castilla son dos magníficos ejemplos de ello.

El escritor leonés, aunque afincado en Avilés, José María Manuel García-Osuna y Rodríguez, se ha valido de ellos y de otros muchos más para reconstruir con rigor y acierto, no exento de minuciosidad, la vida del rey Alfonso VIII, pero no sólo se ha ceñido a su biografía, sino que ha hecho un magnífico retrato de cómo se vivía en esos tiempos, cómo se gobernaba y cómo era la vida cotidiana de aquellas esforzadas gentes que vivieron tiempos convulsos.

A finales del siglo XII y principios del siglo XIII la vida costaba lo que valía el brazo con el que se empuñaba la espada. Alfonso VIII era un rey guerrero, como había monjes guerreros, todos los que conformaban las órdenes militares e, incluso, agricultores o artesanos guerreros que tenían que abandonar su oficio para hacer campañas contra el infiel o contra otros reinos católicos.

La vida no era fácil y las haciendas y terrenos cambiaban de mano, en ocasiones, casi estacionalmente. La frontera de los reinos hispanos con los territorios almohades era más elástica que cualquier goma elástica de ahora. No sólo las batallas las definían, sino también tratados, acuerdos e, incluso, vasallaje. Podía cambiarse casi de un día para otro.

Cuando Alfonso VIII recibió, siendo aún un niño, el reino de Castilla de Sancho III, las fronteras no estaban muy definidas. Esa juventud valió para que otros reinos intentasen hacerse con posesiones suyas. Además, las dos familias nobles de Castilla, los Castro y los Lara se encontraban siempre enfrentadas. Los Castro ayudando al reino de León y los Lara al de Castilla, aunque también hubo alguna traición y enriquecimiento ilícito por parte de ellos.

Alfonso VIII fue un rey inteligente que supo batallar en tiempo de guerras y que supo hacer prosperar su reino en tiempo de paz o, más bien, en tiempo de treguas. Porque las treguas eran el tiempo entre batallas. Dos de éstas caracterizaron su vida. La primera la batalla de Alarcos, que tuvo lugar el 18 de julio de 1195. En esta batalla el rey castellano cayó con estrépito al no saber esperar a las tropas de refuerzo que le envió el rey leonés. La segunda batalla campal por la que pasaría a la historia fue la de Las Navas de Tolosa. Allí, mejor pertrechado, inflingió una severa derrota, el 16 de julio de 1212, a las tropas musulmanas, que aún siendo superiores en número, se dice que las tropas almohades triplicaban en número a las tropas cristianas y la Reconquista, que llevaba años estancada, tomó nuevos bríos al conseguir ocupar plazas importantes en territorios de Al-Ándalus.

En las Navas, las tropas castellanas y aragonesas lucharon juntas para derrotar a los musulmanes comandados por el califa almohade Muhammad An-Nasir, conocido como Miramamolín para los cristianos. Fueron apoyados por los caballeros navarros de Sancho VII el Fuerte, y las tropas voluntarias de los reinos de León y Portugal, pero sus reyes no quisieron participar personalmente.

El autor leonés ha reconstruido de forma eficaz la vida del rey castellano y el entorno del mismo. Ha dejado a un lado las interpretaciones personales de anteriores historiadores que han escrito sobre el tema, para acudir directamente a las fuentes originales, dando una gran cantidad de datos para que el lector pueda extraer por sí mismo sus conclusiones, algo que siempre es de agradecer para aparcar el maniqueísmo que caracteriza a los historiadores de nuestra tierra, que deberían fijarse más en la forma de escribir de los estudiosos británicos y dejar de mirarse tanto el ombligo. Afortunadamente, José María Manuel García-Osuna y Rodríguez huye de eso como de la peste y lo demuestra con este libro como ya lo hizo con otros anteriores.

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