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Ana Alcolea
Ana Alcolea (Foto: Enrique Fantova)

Entrevista a Ana Alcolea: “Cada libro que escribimos es un ajuste de cuentas con nosotros mismos”

Autora de El brindis de Margarita (HarperCollins Ibérica)
Por Francisco Jiménez de Cisneros
sábado 10 de octubre de 2020, 17:00h

Para muchos, el nombre de Ana Alcolea (Zaragoza, 1962) está inequívocamente relacionado con la literatura infantil. Sin embargo, esta es su tercera incursión en el mundo de la literatura para adultos, un ir y venir que no le causa problema alguno: “Se trata de hacer literatura en todos los casos”.

El brindis de Margarita
El brindis de Margarita

En un tiempo en el que vives parte del año fuera de España, de Zaragoza, El brindis de Margarita es una suerte de vuelta a casa. ¿Algún ajuste de cuentas pendiente?

Creo que cada libro que escribimos es un ajuste de cuentas con nosotros mismos. Darles voz a los personajes es una manera de sacar nuestras propias voces escondidas a veces durante demasiado tiempo. El brindis de Margarita ajusta cuentas con una parte importante de mi vida y de la de muchos de aquellos que vivieron aquellos años sin comprender que todo estaba cambiando.

Cuando digo “tu casa” digo tu barrio. No sé si vives aún en él, ni si naciste allí. ¿Cuál es tu relación con Torrero?

Torrero es mi barrio de toda la vida, y lo sigue siendo. Después de muchos años de vivir fuera de Zaragoza, cuando volví, lo hice a mi barrio. Me gusta salir a la calle y encontrarme con mi gente, con mis calles. Aunque el barrio haya cambiado, sigue siendo el mío, y yo sigo siendo de él.

¿Quién es Margarita?

En parte, Margarita c´est moi, como decía Flaubert de Madame Bovary... En parte lo es, sí. A Margarita le he dado muchas de mis reflexiones acerca de la vida, la muerte, la familia, la época. Yo también he tenido que vaciar la casa de mis padres, también viví los años de la Transición durante la adolescencia, quería ser rebelde, pero no lo era. En algunos aspectos su familia se parece mucho a la mía. No en todos.

En una circunstancia como la que atraviesa tu protagonista, los objetos, las cosas, tienen un tremendo poder evocador, ¿no?

Los objetos nos cuentan muchas cosas. Solo tenemos que preguntarles. Muchas de mis novelas parten de un objeto que me lleva a preguntarme: ¿Quién lo tocó, o lo miró antes que yo?, ¿A quién perteneció?, ¿En qué o quién pensaba su anterior propietario...? Eso me fascina siempre y muchas veces es el origen de mis novelas.

Vuelves a un periodo ahora muy cuestionado, es un viaje en el tiempo que tiene por ello una tremenda actualidad. ¿Qué buscas allí?

Tal vez busco entender mejor a la generación de mis padres. La generación que nació o se crio en la guerra y en la posguerra. Los que fueron educados en la escuela franquista y se creyeron todo lo que les decían porque era lo mejor que podían hacer, o porque no les enseñaron a poner nada en duda. La verdad solo tenía un camino: esa era una frase que solía repetir mucho mi madre... De repente, llegó la Transición y todo aquello que había forjado sus vidas ya no les servía. Todo cambió de repente. No fue fácil para muchas personas aceptar que su vida había estado cimentada en mentiras y en la falta de libertad.

Eres conocida, sobre todo, como autora de literatura infantil; de hecho, ganaste el Cervantes Chico. ¿Qué salto tiene que dar un escritor para pasar de un registro a otro?

Es la tercera vez que escribo una novela fuera del ámbito infantil y juvenil. No hay ningún salto. Solo hay que ponerse en el lugar del personaje y en la historia que se quiere contar. El lenguaje está igual de cuidado en la literatura para niños que en la literatura para adultos. Se trata de hacer literatura en todos los casos. No hay un salto de categoría. Los buenos libros no tienen edad. La intención de mimar las palabras es la misma siempre. El autor se mete en un narrador diferente, en unos personajes distintos y en una historia también diferente. El registro sale solo.

Los buenos libros no tienen edad

También es verdad que recientemente te concedieron el Premio de las Letras Aragonesas 2019. ¿Qué supuso para ti?

Una profunda, muy profunda alegría. Es un premio muy prestigioso en Aragón y lo tienen autores a los que admiro muchísimo. Que te reconozcan en tu propia tierra es un regalo. Yo me siento muy privilegiada en ese sentido.

Una mujer que escribe sobre una mujer y sobre sentimientos. “Literatura femenina”, dirán algunos. ¿Existe ese… “género”?

No diríamos que Madame Bovary, o Ana Karenina o La Regenta son "literatura exclusivamente femenina". O que La Ilíada es "literatura masculina". Es literatura sobre personas en su contexto familiar, social, histórico. La protagonista es una mujer, la autora también... No sé si existe ese género... Yo prefiero hablar de "literatura", sin adjetivos.

Que quienes no lo han leído aún no se llamen a engaño, la novela no es delicada con nada, y con nadie.

No, no es en absoluto complaciente con nadie, ni siquiera la narradora lo es consigo misma. Tampoco con la época. Entonces nos parecía que estábamos cambiando el mundo, o al menos el país. Ahora nos damos cuenta de que tal vez no se cambiaron tantas cosas. La novela muestra además las diferencias entre lo que decimos y lo que pensamos, y cómo a pesar de la edad, nunca nos atrevemos a decir todo lo que pensamos. Aunque nos parezca que sí.

¿Podemos saber qué te ha llevado a vivir en Noruega, y qué has encontrado allí? ¿El del cierzo no te parecía frío suficiente?

No he pasado un día sin ponerme calcetines en estos siete meses... Mi marido es noruego. Pasamos parte del año en España y parte del año en Noruega. El contacto intenso con la naturaleza en su desnudez te hace ver el mundo con otras perspectivas. El mundo y la historia. Noruega tiene un pasado muy duro y difícil, la agricultura era muy pobre, miles de noruegos emigraron a América en el siglo XIX. El país fue ocupado por los nazis durante la guerra. Pero a pesar de las condiciones climáticas extremas, es uno de los países más ricos del mundo. Su sociedad se basa en la confianza, "tillit" en noruego, una de las palabras que más he escuchado durante todo este periodo.

Me pregunto también qué tiene Zaragoza, que ha producido una excelente cosecha de escritores: pienso en Sergio del Molino, en Daniel Gascón, en Irene Vallejo, en ti. ¿Cuál es el secreto?

Será el cierzo... Es broma. Es verdad que se está viviendo un momento muy brillante en la literatura en Aragón. Hubo buenos programas de animación lectora hace unos años en Aragón que dieron sus frutos. Y en estos momentos hay una generación extraordinaria de novelistas, ensayistas, poetas, dramaturgos, ilustradores. ¡El clima nos hace creativos!

¿Qué ventajas tiene vivir en la periferia del mundillo literario? ¿Y qué inconvenientes?

La verdad es que no vivo en la periferia del mundillo literario. Estoy muy al tanto de todo. Cuando estoy en España, viajo constantemente para dar charlas en colegios, institutos, bibliotecas, universidades... Escribo periódicamente en el Heraldo de Aragón, colaboro con revistas culturales, prologo y presento libros de colegas... En ese sentido no estoy en la periferia. Sí que intento alejarme de las polémicas. No soy nada polemista. Escribo lo mejor que puedo y hago las cosas lo mejor que sé. Mis escritos y mi persona no serán del gusto de todos. No lo pretendo. Pero no soy persona que entre en juegos de polémica. No van conmigo.

Vivimos tiempos extraños, de pandemia y ruido mediático, y político, pero también de un extraño silencio. ¿Qué inspira esta situación a una escritora como tú?

La pandemia se ha colado en los textos que he escrito en los últimos meses. Pero lo ha hecho de una manera sutil, como realidad, no como tema. Precisamente en estos momentos hay demasiado ruido, parece que el que grita más es el que tiene la razón. Pienso mucho en el cuadro de Edvard Munch "El grito": el personaje da un grito de horror ante el pavor de la vida. Es un grito de silencio. He escrito mucho en estos meses, cosas muy diferentes. Sobre todo, ahora escribo un libro sobre mi vida en una cabaña, que es donde he pasado la mitad de mis días en Noruega. Una cabaña sin agua ni luz, en medio de la montaña. Creo que, a partir de ahora, los humanos vamos a entender mejor a la Naturaleza y nos vamos a acercar a ella de otra manera. Estos meses nos dicen que somos más frágiles de lo que nos pensábamos. Que tenemos miedo, un tipo de miedo que desconocíamos. Mis personajes también se sienten frágiles antes el mundo tormentoso que vivimos, como el caminante del cuadro de Friedrich. Aunque eso Margarita ya lo sabía...

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