Jorge Guillén: Un viaje poético desde el exilio hasta la gloria literariaJorge Guillén (Valladolid, 1893) comienza en 1938 un exilio voluntario, que le lleva a Norteamérica. El retorno definitivo a España se produjo en 1977, año en que recibió el Premio Cervantes. Los últimos años de su vida los pasó en Málaga, en donde murió en 1984, a los 91 años.
Más allá [IV] El balcón, los cristales, Unos libros, la mesa. ¿Nada más esto? Sí, Maravillas concretas.
Material jubiloso Convierte en superficie Manifiesta a sus átomos Tristes, siempre invisibles.
Y por un filo escueto, O el amor de una curva de asa, la energía De plenitud actúa.
¡Energía o su gloria! En mi dominio luce Sin escándalo dentro De lo tan real, hoy lunes.
Y ágil, humildemente, La materia apercibe Gracia de Aparición: Esto es cal, esto es mimbre. Jorge Guillén: Cántico. Madrid, Anaya& Mario Muchnik, 1993.
Ricardo Gullón: “El cuarto Cántico de Jorge Guillén”. https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-cuarto-cntico-de-jorge-guilln-0/html/00e02fac-82b2-11df-acc7-002185ce6064_2.html La producción poética de Jorge Guillén se inicia con Cántico, una obra que en su versión definitiva, de 1950, alcanza las 334 composiciones-, y que se subtitula Fe de vida. Se trata es una entusiasta exaltación de la perfección del Universo -El mundo está bien hecho”, dice Guillén-, una exclamación gozosa ante el maravilloso espectáculo de la realidad terrestre. Sin embargo, los poemas de Clamor -obra editada en Buenos Aires, y compuesta por Maremágnum (1957), Que van a dar en la mar (1960) y A la altura de las circunstancias (1963), y subtitulada Tiempo de historia-, son un grito de protesta ante las dolorosas realidades de nuestro tiempo: guerras, dictaduras, injusticias, negocio, tiranía, muerte, explotación, etc. -“El mundo del hombre está mal hecho”, dice ahora Guillén-. No obstante, en sus obras posteriores (Homenaje -Reunión de vidas-, Milán, 1967; Y otros poemas, Buenos Aires, 1973; y Final (Barcelona, 1981), el poeta ha recuperado su fe en el hombre y en la vida. En carta a Fernando Vela —escrita en Valladolid el Viernes Santo de 1926—, Jorge Guillén expone algunas de sus ideas sobre lo que llamaríamos su poética, en un tiempo —la década que va de 1920 a 1930— en el que publican parte de su obra los escritores de la que sería la Generación del 27. Guillén se muestra partidario de una “poesía bastante pura, ma non troppo [pero no demasiado]”, del “poema con poesía y otras cosas humanas”. Leamos algunas de sus palabras: “No hay más poesía que la realizada en el poema, y de ningún modo puede oponerse al poema un estado inefable que se corrompe al realizarse y que por milagro atraviesa el cuerpo poemático. [...] Poesía pura es matemática y es química —y nada más—. [...] Poesía pura es todo lo que permanece en el poema después de haber eliminado todo lo que no es poesía. Pura es igual a simple, químicamente. Lo cual implica una definición esencial. [...] Cabe la fabricación -la creación- de un poema compuesto únicamente de elementos poéticos en todo el rigor del análisis: poesía poética, poesía pura —poesía simple prefiero yo—. [...] Como a lo puro lo llamo simple, me decido resueltamente por la poesía compuesta, compleja, por el poema con poesía y otras cosas humanas. En suma, una poesía bastante pura, ma non troppo, si se toma como unidad de comparación el elemento en todo su inhumano o sobrehumano rigor posible, teórico. Prácticamente, con referencia a la poesía realista, o con fines sentimentales, ideológicos, morales, corriente en el mercado, esta poesía bastante pura resulta todavía, ¡ay!, demasiado inhumana, demasiado irrespirable y demasiado aburrida”. ********** Desde la primera edición, de 1928, con 75 poemas, Cántico ha ido ampliándose hasta alcanzar las 334 composiciones que constituyen la cuarta y definitiva edición, de 1950. De esta obra hemos reproducido el poema “Más allá” (IV), que es el que vamos a comnentar. Guillén exalta en estos versos -la parte IV del poema "Más allá", con el que se abre Cántico- la humilde realidad diaria, a través de la cual se manifiesta la plenitud del Universo. El escritor, sentado en su despacho de trabajo (la alusión a “unos libros, la mesa” -del verso 2- es muy significativa al respecto), contempla, en un día cualquiera (“hoy lunes” -verso 16-), la perfección que exhiben las pequeñas cosas que habitualmente le acompañan: “maravillas concretas” -verso 4- y “material jubiloso” -verso 5- son, en efecto, “El balcón, los cristales. / Unos libros, la mesa” -versos 1 y 2-; como también lo son el “filo escueto” -de los libros, verso 9- y la “curva / de asa” -de la taza de café, versos 10 y 11-, elementos cotidianos en los que “la energía / de plenitud actúa” -versos 11 y 12-; y como igualmente lo son hasta las más modestas realidades: las blancas paredes de su despacho y el sillón en el que se sienta: “esto es cal, esto es mimbre” -verso 20-. Y, lleno de júbilo, Guillén nos comunica su actitud entusiasta ante la perfección que revela todo lo creado. De ahí la exclamación admirativa del verso 13: “¡Energía o su gloria!”. El poema muestra el prodigioso dominio que Guillén tiene del léxico: al empleo de un léxico abstracto y, en cierto modo, intelectual (“material jubiloso”, “superficie / manifiesta”, “átomos / tristes, siempre invisibles”, “la energía / de plenitud”, “Gracia de Aparición”) -léxico que refleja el convencimiento de Guillén de que no existe un lenguaje preconcebidamente poético-, se alía en este poema, como procedimiento expresivo más destacado, el uso de múltiples metonimias (filo escueto/libro, curva de asa/taza, cal/pared, mimbre/sillón), que evidencian la extremada concisión de que hace gala Guillén. Esa economía expresiva afecta por igual a todos los planos lingüísticos, y no sólo al léxico-semántico, en el que hay que destacar, además, la moderación y sobriedad en el empleo de la adjetivación, así como la afortunada oposición jubiloso/tristes de la estrofa 2: “Material jubiloso / convierte en superficie / manifiesta a sus átomos / tristes, siempre invisibles”. Y si sencilla es la estructura métrica del poema -versos heptasílabos agrupados en cinco coplas, en cada una de las cuales riman en asonante los pares-, no lo es menos el tipo de sintaxis empleado, en la que se ha prescindido tanto de la coordinación como de la subordinación. Pero más sorprendente aún si cabe resulta el rigor geométrico con que Guillén ha estructurado el contenido del poema: el escritor comienza y termina enumerando las cosas cotidianas -en un claro ejemplo de estilo nominal-; y, entre ambas enumeraciones, sitúa ese grito de entusiasmo ante el prodigio de la realidad de cada día: “¡Energía o su gloria!” (verso 13). Y dado que el tipo de métrica empleado en este poema hay que vincularlo con la economía expresiva que es característica de la lengua poética de Guillén (los versos son heptasílabos y riman en asonante los pares -con diferentes asonancias-, mientras que los impares quedan libres, nos parece conveniente reparar expresamente, por su especial interés métrico, en el verso 16: “De-lo-tán-reál, / hóy-lú-nes”. Es menester hacer una sinéresis en el vocablo real, integrando en una sola sílaba métrica dos vocales que pertenecen a sílabas fonológicas diferentes, para que, de este modo, resulten siete sílabas métricas; y, por otra parte, son antirrítmicos los acentos sobre las sílabas tercera y quinta, lo que origina un verso de sorprendente ritmo acentual: “De-lo- tán-reál, / hóy-lú-nes”. ********** Merece la pena abordar otro poema de Cántico -el titulado “Plaza Mayor”- para, de nuevo, mostrar la condensación expresiva que identifica la lengua poética de Guillén.
Plaza Mayor
Calles me conducen, calles. ¿A dónde me llevarán?
A otras esquinas suceden Otras como si el azar Fuese un alarife sabio Que edificara al compás De un caos infuso dentro De esta plena realidad.
Calles, atrios, costanillas Por donde los siglos van Entre hierros y cristales, Entre más piedra y más cal.
Decid, muros de altivez, Tapias de serenidad, Grises de viento y granito, Ocres de sol y de pan: ¿Adónde aún, hacia dónde Con los siglos tanto andar?
De pronto, cuatro son uno, Victoria: bella unidad. Apoyo léxico.Alarife. Arquitecto o maestro de obras. Infuso. Adjetivo que se aplica solamente a las gracias y dones que, según la religión católica, Dios infunde en el alma. El sentido metafórico con que el vocablo está empleado -calificando a caos- es manifiesto. Costanilla. Diminutivo de costana: Calle en cuesta o pendiente. Calle corta de mayor declive que las cercanas. Altivez. Orgullo, soberbia. En el poema “Plaza Mayor”, Guillén ha empleado una estructura poemática tradicional: un romance compuesto por veinte versos octosílabos, en el que los pares riman en asonante. La rima aguda en /á/ ayuda a difundir por todo el poema una sonoridad fácilmente perceptible al oído. El poeta transita, desconcertado, por las abigarradas calles de una vieja ciudad, sin saber con exactitud hacia dónde conducen. El azar, cual arquitecto “supremo”, ha ido insuflado en el “espíritu” de la ciudad, con el paso del tiempo, un enorme caos urbanístico: “calles, atrios, costanillas”, “muros de altivez, / tapias de serenidad” se amontonan confusa y desordenadamente. De repente, el poeta desemboca en la Plaza Mayor. Los cuatro lados de ésta, en perfecta armonía -“cuatro son uno”- componen una sola figura geométrica. Y la “bella unidad” de la plaza cuadrada triunfa -“victoria”- sobre ese caos urbanístico que los versos anteriores se han encargado de reflejar. Los rasgos más característicos del estilo de Guillén quedan plasmados, nuevamente, en este poema. Destaca, ante todo, la extremada concisión expresiva: predominio de nombres sobre cualquier otra clase de palabras, adjetivación muy parca, sintaxis simplicísima, ausencia de adornos retóricos... Guillén sabe siempre el nombre exacto de las cosas y nos comunica su visión entusiasta de la realidad con una enorme capacidad de síntesis. Por sus materiales -hierros, cristales, piedra, cal- identifica las casas que han ido configurando durante siglos el caótico paisaje urbano. Tal vez los “muros de altivez” y las “tapias de serenidad” designen, respectivamente, antiguas casonas nobiliarias de glorioso pasado y conventos de acendrada espiritualidad; aquéllos de piedra oscura y fría, cual viento desapacible, y éstas doradas por el sol, como hogazas tiernas. Y no se puede pedir lenguaje de mayor precisión y vigor que el empleado por Guillén en los dos últimos versos del poema: “De pronto, cuatro son uno. / Victoria: bella unidad”: cuatro lados conforman, en perfecta armonía, la Plaza Mayor; y la bella unidad de esta figura geométrica -la plaza- vence al desorden urbano. Y destaca, asimismo, el gran rigor con que Guillén construye este -y cualquier otro- poema. Todo está calculado con una perfección matemática. Hasta los espacios blancos tipográficos están “pensados” en función de una mejor visualización de las emociones que Guillén nos quiere transmitir. El titulo ofrece, precisamente, la clave del poema: Plaza Mayor, plaza que atrae la atención de Guillén por su trazado geométricamente perfecto. Y el poeta recala en ella al final del poema -coincidiendo con la máxima tensión emocional-, después de haber atravesado un caótico paisaje urbano en el que “calles, atrios, costanillas”... se suceden sin orden ni concierto; desorden urbanístico a cuya plasmación ha dedicado Guillén casi la mayor parte de los versos de su poema. Nada falta, pero tampoco nada sobra es este poema, ejemplo de “lírica esencial”, de economía de medios expresivos. El pasado 19 de septiembre de 2025, en esta misma publicación digital, abordamos el comentario del poema de Jorge Guillén titulado “Muerte a lo lejos”, que forma parte de Cántico. En este enlace puede accederse al citado comentario: Puedes comprar su obra en:
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