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Jorge Sánchez López
Jorge Sánchez López

Entrevista a Jorge Sánchez López: "Sigo a escritores que muestran o bien las grietas de sistema, o bien la fractura íntima de los personajes"

Autor de "Fin de juego"
sábado 08 de noviembre de 2025, 23:22h

Jorge Sánchez López es natural de Madrid, cosecha del 1981, es licenciado en Psicología y graduado en Estudios Ingleses. Actualmente, se dedica a una especialización en Neuropsicología. Además de trabajar como profesor de inglés, ha desempeñado roles como redactor, psicólogo social y técnico de formación, participando en un proyecto internacional que fue coordinado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Entre sus obras iniciales destacan el poemario "Errática textura" y el libro de relatos "Remontar la corriente", así como su traducción de John Donne. En el ámbito de la novela, ha publicado "Hielo seco" y "Nunca debiste atravesar esos parajes", ambas dentro del género policíaco. Su última obra es "El túnel de Oliva", que fue finalista del Premio Planeta 2021.

Fin del juego
Fin del juego

Su nueva novela se titula "Fin del juego" y ha sido publicada por RBA. Mientras la ciudad permanece en silencio, el inspector Almanzor se encuentra ocupado redactando un último informe cuando recibe una llamada inesperada. Al otro lado de la línea, su amigo Juan, quien trabaja como camarero en el bar Los Gallegos, se encuentra en sus últimos momentos. Al llegar apresuradamente al establecimiento, Almanzor descubre que ya es demasiado tarde para salvarlo. En el suelo reposa un cigarrillo con la ceniza aún intacta; sobre la barra hay un cubata a medio beber, restos de cocaína y algunos cubiletes de dados. Aunque Juan no era un cliente habitual, Almanzor lo valoraba a su manera. Para él, la búsqueda del asesino trasciende su deber profesional.

El refrán dice que es mejor prevenir que curar, ¿el día a día de un servidor del orden público, de la sanidad o de otros estamentos, demuestra que se sigue haciendo lo contrario?

El refrán tiene mucha razón: siempre es mejor prevenir que curar. A veces, los servicios públicos actúan resolviendo los problemas, sea por falta de recursos o por falta planificación.

Aun así, creo que cada profesional, dentro de sus posibilidades, intenta aplicar la prevención: un policía que patrulla para disuadir, un sanitario que promueve hábitos saludables, o un profesor que educa en valores para evitar conflictos futuros.

En mi opinión, deberíamos fortalecer la prevención porque a largo plazo es más eficaz, más humana y menos costosa que la reacción ante los problemas ya ocurridos. Si no, a veces puede ser demasiado tarde.

¿Cree que los lectores están hartos de policías alcohólicos, destrozados emocionalmente? Se agradece que Almanzor tenga una vida estable…

El lobo solitario está bastante explotado. Aunque adoro a Chandler y reconozco lo que mucho que aportó al género, e incluso Almanzor tiene mucho de la ironía y el escepticismo de Marlowe, creo que el lector actual ya tiene muy visto al policía destrozado, igual que el espectador, debido a las muchas versiones que se han hecho de él. Es un arquetipo que ya se ha explorado mucho. Y, por supuesto, la clásica pareja de policías —la inspectora novata y el jefe del que se enamora— también está ya bastante quemada, puesto que muchos autores han usado ese esquema en los últimos años. Por eso he utilizado a un inspector casado, con un hijo y que trabaja en equipo, o a veces con un compañero o compañera, pero sin recurrir a esos clichés.

Aun así, me interesa —como a Goodis— el descenso a los infiernos personales, ya sea mostrado por la víctima, que es lo que ocurre en “Fin del juego”, o por otro personaje. En algunas novelas negras que podría llegar a producir, nos encontraremos que el policía, si aparece, será casi un personaje secundario.

¿Le gusta romper moldes? Su protagonista se muestra vulnerable, habla de sus miedos, de sus sentimientos, de sus lazos afectivos. Es humano, con sus luces y sombras…

Me gusta romper moldes siendo clásico, explorando la complejidad humana, la vulnerabilidad y las contradicciones. Me influyen el existencialismo y el teatro del absurdo con autores como Camus, Beckett y Dostoievski, la crudeza del realismo sucio de Carver y Bukowski, y la novela negra dura de Selby Jr., Cain, Highsmith y Westlake. También me interesa la literatura social y psicológica de autoras como Toni Morrison, Alice Walker y Joyce Carol Oates. En España he seguido a escritores como Juan Madrid, Paco Gómez Escribano, Domingo Villar o Men Marías, que muestran o bien las grietas de sistema, o bien la fractura íntima de los personajes.

Ha cuidado especialmente los diálogos en Fin del juego. Los polis hablan casi como los delincuentes, con registros similares… Menos la belleza, ¿todo se pega?

Los diálogos excesivamente afectados y burocráticos son un error, según me han dicho algunos polis. Los hay que utilizan un registro informal, otros que adoptan cierta jerga de los delincuentes y algunos más serios y formales. En este sentido, Almanzor se acerca mucho al estándar, pero utiliza expresiones coloquiales, mientras que el comisario Ferrer muestra autoridad o el forense utiliza un vocabulario más técnico. Esto depende de la personalidad, el estatus, la situación (que varía constantemente) y las relaciones entre ellos.

Lo que está claro es que, si los personajes no son de un barrio muy marginal, sino que tenemos a una enfermera, un abogado, a un empresario de altos vuelos y a un traficante que vive en Pozuelo pero tiene esbirros en Madrid, no podemos esperar en ellos un argot de poblado chabolista o que se ajusten a un cliché lingüístico, por muy bien que quede eso en un libro. Del mismo modo, el Flequi es mexicano, pero lleva mucho tiempo en España, y hablará de forma diferente a la que lo haría uno que acabar de llegar, o bien un inmigrante irregular cuya lengua materna no es el español y apenas domina el idioma. Esto puede ir variando según cada novela.

El psicólogo aparece detrás de cada perfil… ¿qué hay de Jorge Sánchez en Almanzor?

Almanzor hizo Psicología por la UNED, mientras que yo lo hice en la UAM y después me metí en Filología a distancia. Aunque comenzó siendo mentalmente similar a un profesor mío de Criminología que fumaba en pipa y colaboraba con la Guardia Civil, se ha ido pareciendo cada vez más a mí. Eso sí, es más viejo, además de alto. En lo que se parece es en que es analítico, escéptico, perfeccionista y nunca deja las cosas sin acabar. Ahora bien, tiene influencias de otras personas reales. Hablando después con inspectores y comisarios, he visto que alguno de ellos, pese a ser licenciado en Derecho, había empezado Psicología, hablaba de forma coloquial y tenía un trato cercano con los demás. Casualidades de la vida.

¿Cuánto tiempo hay que pasar con la policía para sentir, casi, como uno de ellos? ¿Cómo ha sido su proceso de investigación?

La parte policial cuando un inspector narra la historia es fundamental, pero esto no siempre es así en mi caso. En “El túnel de Oliva”, el narrador en tercera persona limitada me permitió adoptar la perspectiva de chicos y chicas jóvenes de la época de los noventa, y de igual modo puede crear un contrapeso aunque mantenga la perspectiva del policía.

En cualquier caso, incluso en “Fin del juego”, la investigación es mucho más intuitiva que deductiva. Mi detective no es Sherlock, porque hay detalles que pueden aburrir al lector. No me interesa saber qué se descubre a través de un pelo o una mancha de sangre, sino que el policía vaya a pie de calle, como los del distrito 87, hablando con personajes de diverso pelaje. Cuento con el asesoramiento de mandos de la Policía Nacional. Además, estuve dando clases de idiomas en Sepblac, que se encarga de prevenir el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo y el crimen organizado, trabajando codo con codo con la UCO y la UDEF. Unido al visionado de documentales y entrevistas, a mi formación y a la lectura de los documentos oportunos, todo esto me permite crear mi propia visión.

Los muertos sirven mientras dan carnaza a los medios de comunicación

¿Sólo unos pocos muertos resisten el paso del tiempo? Da miedo pensar que es así.

Los muertos sirven mientras dan carnaza a los medios de comunicación. Después, la realidad es que nadie se acuerda de uno hasta que muere. Es entonces cuando era un gran escritor, una gran persona.

Su novela habla también del duelo, la culpa, el remordimiento… ¿es difícil sustraerse a algo que el autor conoce tan bien?

Es crucial distinguir entre el crimen de necesidad, fruto de la desesperación y la exclusión, y el crimen de poder, que nace de la impunidad y la dominación. El primero —un robo para comer— es un grito de desesperación contra un sistema que ha fallado. El segundo es la expresión máxima de una violencia que busca someter y anular al otro, un acto que trasciende completamente la clase social. Un hombre rico puede ejercer esta violencia con la misma brutalidad que un hombre pobre, demostrando que estos abismos morales no entienden de condición económica. La literatura que me interesa debe explorar ambas caras de esta moneda: la violencia como síntoma social y la violencia como manifestación de las miserias humanas más profundas."

También trata problemas muy actuales, como el chantaje a través de las redes sociales. ¿La sociedad es consciente del submundo que se esconde detrás?

Yo creo que en muchos casos la gente no es consciente. Son capaces de insultar y vejar al otro escondiéndose en una pantalla, de decir cosas que no se atreverían a decir cara a cara. Y, en muchos casos, eso pasa como libertad de expresión, pero no se entiende que la libertad es en ambas direcciones, por lo que los demás están en su derecho de responder o mandar a paseo.

En cualquier caso, el chantaje o el acoso son fenómenos que reflejan una ley de la psicología social: la difusión de la responsabilidad. La difusión de la responsabilidad se ejemplifica en el caso de Kitty Genovese (1964), asesinada frente a 38 testigos. Ninguno intervino asumiendo que "otros actuarían". La "difusión de la responsabilidad" o "efecto espectador" se ha comprobado en experimentos como los de Darley y Latané (1964). En el chantaje, este fenómeno permite a los acosadores actuar en grupo: cada cómplice minimiza su culpa al creer que la responsabilidad moral recae en los demás.

Las redes, con todas sus posibilidades, pueden ser un medio para eso si se utilizan mal. Como profesor, sé que es fundamental educar a los alumnos en el respeto al prójimo, la empatía y el no mirar hacia otro lado.

¿A veces nos perdemos en las propias justificaciones, sabiendo que somos culpables? ¿Hay otra manera de seguir adelante?

Sí, la autoconciencia de la culpa a menudo se nubla por mecanismos de defensa que nos impiden avanzar. La única forma de seguir es asumir la verdad, aunque duela.

¿Lo más difícil es escapar de uno mismo?

Es la prisión más compleja, porque llevas al carcelero dentro. Solo enfrentando tu sombra encuentras la llave.

Decía Margarita Landi que Por amor no se mata. Por amor se muere. ¿Qué opina el autor?

Coincido: el amor verdadero no posee, libera. Quien mata en su nombre no habla de amor, sino de obsesión, sadismo y egoísmo.

Se mata por poder, dinero, sexo… ¿y también sin una razón? Porque dice el protagonista que el trullo está lleno de gente normal, de esa que te saluda en la escalera…

Absolutamente. La normalidad es una máscara. No siempre los mayores horrores los cometen monstruos evidentes, sino a veces personas que apagan su humanidad y eligen, en un instante, cruzar el límite.

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