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Margarita Landi
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Margarita Landi

SI LOS ASESINOS COPIARAN A LOS ESCRITORES…

Once personas murieron en un tiroteo en Campus Risbergska de Örebro de mayores el 4 de febrero. Los escritores nórdicos han escrito tanto sobre asesinatos que ya los delincuentes les compían las maneras de matar. Parece mentira que siendo tan pocos, den tanta guerra. ¡Y luego se extrañan de que se quieran venir de vacaciones a nuestros andurriales! Nos cuenta Azucena del Valle en "Si los asesinos copiaran a los escritores...", que los copian, pero con menos gracia.

- ¿Qué tienen en la cabeza, Puri?

- Ni de coña me lo puedo imaginar, mana. A la mayoría se les ruedan las tejas, de otra manera no me explico cómo pueden escribir tantas atrocidades, barbaridades, burradas y similar.

- Por desgracia, como decía Landi, todos somos capaces de matar en un momento dado, por un motivo e, incluso, sin motivo. Pero inventar maneras nuevas de liquidar a los semejantes y semejantas, cada vez más perversas, por creerse más creativos y no acudir al socorrido cuchillo o al golpe desafortunado, ya les vale. Son peores que los asesinos en serie, y mira que hay ejemplos en la historia que hielan la sangre.

- He leído en un artículo de Nahum Montagud Rubio, que fue Robert K. Ressler -un agente y perfilador conductual del FBI-, el que acuñó el término de asesinos en serie para denominar al “asesino de desconocidos”, “asesinados en patrón” o “multicidio” como antes se los llamaba; además, mantenía que estos sujetos al matar sentían una tensión que les mantenía enganchados al deseo de cometer otro asesinato, uno que se acerque aún más a sus fantasías o que les sirva para liberar toda su carga emocional y sexual.

- ¿Y tú crees que eso es extensible a l@s escritor@s de thriller macabros que saturan islas y estanterías de toda librería que se precie?

- Joder, tía, eso es muy fuerte, pero últimamente, sobre todo a las féminas, las veo insaciables por la crueldad con la que escriben antes de cenar y dar un besito a los niños. Luego acudirán al catre como si nada y se enroscarán haciendo la cucharilla con su pareja, también como si nada… y seguirán maquinando. Con una sonrisa en su carita inmaculada y a soñar con los angelitos. ¡Tienen un peligro! Y el tío sin ser conscientes, ni por asomo, de la bomba que tiene al lado porque se están haciendo ricos aterrorizando a la población y dando pistas a los desequilibrados. ¡Habría que avisarles!

- ¿Tú crees que todas son manipuladoras, narcisistas y antisociales? Porque la mayoría dan el pego…

- Tía, ¿las escritoras o las asesinas? Que me estás liando, porque unas lo hacen y otras se quedan con las ganas. Casi. Y eso que la mayoría parecen encantadoras y no han tenido traumas de pequeñas…

- Las escritoras, Puri, y me voy a centrar solo en las extranjeras de pallá arriba, porque l@s nacional@s me caen bien y por eso del corporativismo… Los Mola, molan, sobre todo desde que los escuché desafinar en la despedida de la inspectora Blanco… aunque también me pregunto qué tienen en la cabeza…

- Pues yo reivindico los asesinatos tradicionales, un suponer, porque desde que leí a la islandesa esa no puedo acercarme a la aspiradora sin sentir escalofríos. Y no digamos del rizador de pelo. Ahora llevo la melena como si me la hubiera lamido una vaca, lisa, sin mis buches habituales porque no me atrevo a enchufar el siniestro aparato.

- Eso sin hablar de las pesadillas nocturnas, criatura. Recuerdo otro libro de una pareja nórdica que tuve que dejar una y otra vez por no ser aconsejable para el descanso nocturno. Leía dos hojas en la cama y tenía que levantarme a hacerme un Cola Cao calentito y coger uno de Pablo D´Ors que me diera paz, pero una y otra vez volvían los pensamientos intrusivos y no podía parar… y los autores durmiendo amarraitos a pierna suelta, sin remordimiento alguno, como todo asesino profesional.

- Si es que no lo hay como los que conocen el oficio, digo yo, ya sean panaderos, transportistas o carniceros. ¿Qué tienen en contra de matar como Dios manda? ¡Donde esté Jack el destripador que se quite Yrsa Sigurdardóttir!

- ¡Cien por cien, tía! aunque nunca se supo quién era, se dice que el tío -se cree que era varón- debía ser carnicero por lo bien que troceaba a sus víctimas después de muertas. A mí me dicen en el super que al pollo hay que cortarle por las coyunturas, pues eso, que aprendan l@s aficionad@s y no inventen asesinatos con aparatos que nos quitan trabajo en el hogar. A este paso, entre mujeres poco nos ayudamos. Digo yo.

- Lo que tú dices, profesionalidad en todo lo que hagas. Y quiero hacer justicia a otro que también entendía lo del corte bien hecho, era Jeffrey Dahmer, que alcanzó la fama como El carnicero de Milwaukee. Este sólo mataba hombres para después violarlos y desmembrarlos. Lo malo es que a este se le fue la mano cuando empezó a comerse los menudillos… Y por no reiterar gente del mismo oficio, no te hablo de Andrei Chikatilo, El carnicero de Rostov, que después de Stalin, es considerado el mayor asesino en serie de la historia de la antigua Unión Soviética, o El vampiro de Düsseldorf, pero este me da un poco de asco porque además de violar, asesinar y degollar a sus víctimas se creía casi Nosferatu.

- Nadie es perfecto, tía. Alguna da el pego incluso a los maridos, como la mentirosa compulsiva Dorothea Helen Gray, una ancianita bondadosa que en realidad era una pérfida mujer que drogaba y asfixiaba a los ancianitos que se alojaban en su casa.

- ¡Pero cuidaba muchísimo el jardín!

- ¡No te jode!, sólo el césped… debajo del manto verde encontraron los cadáveres… y no olía precisamente a rosas de pitiminí, según los vecinos. Otro clásico, tía. Como ves, está todo inventado y no hay que quebrarse tanto la cabeza como hacen ahora.

- Pues anda, que el monstruo de Florencia que actuaba en la Toscana, tampoco se queda atrás, porque mataba por parejas a los pobres amantes que se desfogaban dentro del coche. Ni tiempo les daba a fumar el cigarro después de. Sacaba la Beretta calibre 22, y pá lante; primero él y luego ella. Y ahora qué recuerdo, creo que hubo copiotas que hacían algo parecido en un parque de Madrid sin llegar a tanto…

- ¿Ves cómo lo real supera la ficción? Mi querida Elena Muñoz me descubrió a otra gran asesina en serie en su libro El amante pluscuamperfecto: Elizabeth Báthory, La condesa sangrienta, la húngara que asesinó y torturó al menos a 650 mujeres jóvenes. Según cuenta la leyenda se bañaba en la sangre de sus víctimas para conseguir la juventud eterna.

- ¡Joder, tía! con lo bien que queda la piel si llenas la bañera con leche de burra…

- ¿Y dónde encuentras las burras hoy en día? Porque si queda alguna está en el zoológico y dudo que ya dan leche, bonita.

- Calla, calla, que tengo que pasar la aspiradora y me tiembla todo el cuerpo de pensar en tocar ese instrumento maldito…

- Más Cola Cao y menos thrillers nórdicos, tía, que digo yo, ¿qué tienen en la cabeza?

- Por si acaso, no demos pistas. ¡Ahí lo dejo!

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