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La La Land
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¿ERAN LUCIÉRNAGAS?

Por Azucena del Valle
"¿Eran luciérnagas?", el nuevo relato de Azucena del Valle donde nos muestra su lado más nostálgico y comprensivo.

- Ay Vani, que hoy me ha dado por la remembranza y ya no sé si lo que recuerdo sucedió o si es una idealización de la juventud en estado puro, de esos tiempos de mocedad en los que tenías todo por delante y casi nada por detrás como ahora, que se va acabando el camino y casi veo el stop; cuando todas las ilusiones y esperanzas estaban intactas, cuando todo eran promesas y cada amanecida era puro estrenar y descubrir.

- ¡Qué hoy te veo tierna Puri!, ¡qué me da que me vas a hablar de las primeras veces! Qué sabes que los buenos recuerdos no tienen por qué suponer melancolía y ternez. Qué me dijo Pilu que son complicados los mecanismos sobre cómo se almacena lo vivido, porque siempre tendemos a revivir los hechos de mejor manera a cómo sucedieron, pero eso da igual ahora que sabemos que es sano y bueno para el espíritu rememorar y no olvidar las cosas bonitas porque, de alguna manera, vuelves a vivirlas, y ¡a la mierda los malos rollos que se enquistan!

- ¡Verdaderamente cierto! Qué no se debe recordar para añorar, sino para sonreír hasta con la boca abierta, qué si cierro los ojos, me viene a la cabeza la imagen de aquella noche lejana con mi ex, tendidos en la hierba; nos arropaba un manto de estrellas titilantes y, atenta, nos observaba una luna grande y preñada de ilusiones; diminutas luciérnagas se enredaban en los arbustos soltando destellos que desafiaban la oscuridad; sonaba lejano el eco de la música. Había fiesta. Era julio. Sus manos eran suaves, tiernas, expertas. Manos que antes de acercarse y tocarte ya acariciaban. Lo decían todo cuando perfilaban mi cara con delicadeza, cuando bajaban desde los lóbulos de las orejas hasta los labios y seguían, y se paraban en el cuello para luego proseguir su marcha más abajo… a la vez que su boca susurraba en mi oído, recreando una canción, bajito, quedito. ¡Regálame el oído, le decía! Y él lo hacía, muy cerca. ¡Qué lo pienso ahora y me da que estaba descubriendo el amor!

- ¡No jodas Puri! ¡Qué eso lo has leído en La Sonrisa Vertical o en las novelas de Barbara Wood! ¡Qué, aunque te las des de muy fina, me da que no has pasado de Lucinda Riley, que en paz descanse y nos espere allí muchos años!

- Me has pillao Vani, pero ¿a qué queda bonito? Imagínate una primera vez así, todo como en las novelas, dulce, tierno, amoroso, y luego los dos brindan con una botella de Dom Perignon Rose helada que el chorvo saca de una nevera que trae en el maletero de su buga descapotable y, por no faltar, hasta un ramo de rosas rojas le ofrece a la anonadada criatura. ¡Qué fácil es soñar con una vida que no es la tuya! Que nosotras sabemos lo que es no pasar de una buena birra, aunque sea una artesana Columbus-Azahar y que, a campo abierto, más que música suenas los cencerros de las vacas del vecino, porque Esplendor en la hierba ocurre en una localidad de Kansas, y fue Walt Whitman el que escribió “Hace ya bastante que sueñas despreciables sueños; ahora te quito la venda de los ojos. Tendrás que acostumbrarte al relumbrar de la luz y de cada momento de tu vida” en Hojas de hierba. Y se acabó la magia, un suponer.

- Pero no te vengas abajo Puri, que has empezado fuerte y luego te vas achicando con los recuerdos reprimidos, aunque no sean tuyos, que primeras veces tenemos casi cada día y es bonito almacenarlos para los momentos de bajón, cuando vas de morro mayormente. Y se me viene a la mente el primer beso que me dio Pancho, y eso que yo ya iba sobrada de probar ósculos, pero fue especial por la sorpresa del momento y el colocón que llevábamos y que, aunque me gustó, me quedé tan tiesa que hice como si no hubiera pasado nada y, como de lo que no se habla es como si no hubiera existido, seguimos tan panchos, y ahora no le estoy nombrando valga la redundancia, saliendo a cenar y a compartir confidencias a lo loco, sin hablar de aquello.

- Pero eso fue hace tiempo y ahora tenéis una relación sostenida y placentera…

- Sí Puri, pero todo fueron primeras veces y tanto va el cántaro a la fuente, que derivó en cogernos de la mano, en mirarnos sin necesidad de palabras porque todas sobraban, en las primeras caricias… en los primeros besos consentidos y compartidos… Uff, ¡me rilan las piernas de pensarlo! La prueba vino después de la comida en una vieja taberna de La Latina, si no recuerdo mal y el alemán dichoso no me visita ahora, y de dos cubatas sobraos de gin… Yo no quería que acabara el viaje en el metro para no llegar a dónde tú sabes, ¡qué casi me doy la vuelta en vez de salir! Pero salí, y lo demás no te lo voy a contar, pero recuerdo cada segundo de aquella noche, sobre todo las palabras que me susurró y que seguro que el muy capullo ya ha olvidado, pero que yo guardo como un tesoro…

- ¡Anda Vani! ¡Qué si él no lo recuerda seguro que no las pronunció, qué tú estás idealizando el momento por el susto que tenías!, un suponer. Qué la memoria es caprichosa y nos engaña aunque nos ayude a vivir y revivir, como decíamos ayer, Fray Luis porque, según cuenta Piluca, que es la que sabe además de los psicólogos, la memoria es la capacidad del cerebro de retener información y recuperarla voluntariamente, y tú, según andas de la cabeza, si hubiera sido hace poco te acordarías exactamente, pero si hablamos de un largo plazo, entiéndase, y de un episodió que te impacto, te lo has edulcorado solita, por no apabullarte con que desconoces que la memoria es una de las funciones cognitivas superiores más fundamentales del cerebro. Que en ese momento no estabas para codificar y menos para almacenar, aunque ahora andes todo el día queriendo recuperar

- Puri, ¡me estás dejando muerta con ese conjunto de subsistemas interrelacionados! Qué ya sé que no podemos mantener un recuerdo sin alterarlo porque la memoria nos engaña como una cabrona, pero, ¡no me jodas! ¡Primero me hablas de la Luna, la hierba y las luciérnagas, luego pasas a los cencerros y ahora me quitas las palabras de Pancho! ¡Qué eso no se le hace una amiga y a ti te encontré en la calle!

- ¡Ahí me has dao, bonita, ahí me has dao!

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