En esta obra publicada por Carola Mía Ediciones, Arévalo combina su sensibilidad artística con su formación jurídica para crear un canto a la renovación y la esperanza. Inspirada en el trastorno afectivo estacional y sus propias vivencias personales, la autora entrelaza prosa poética y reflexiones sobre la vida, la pérdida y el renacimiento.
Recuerda con especial cariño su infancia en Murcia, donde los gusanos de seda y las moreras de la casa de su abuela dejaron una huella imborrable en su forma de entender los ciclos de la naturaleza. Desde estos recuerdos, la obra se despliega como una invitación a aceptar los momentos de oscuridad como preludio de una nueva primavera.
¿Qué te inspiró a escribir Cuando los árboles pierden las hojas y cómo surgió la idea de entrelazar el trastorno afectivo estacional con los ciclos de los árboles?
La idea de este libro nació de la necesidad de explorar los momentos oscuros que atraviesan las personas afectadas por el llamado “trastorno afectivo estacional”. La conexión con la naturaleza surgió de una frase escuchada una mañana en una cafetería, que se convirtió en el punto de partida para desarrollar la obra. Quise plasmar cómo esta afección, al igual que el invierno en los árboles, representa un período de aparente quietud, nostalgia y tristeza, pero que forma parte de un ciclo natural que inevitablemente lleva a la renovación.
¿Cómo describirías el proceso de creación de la prosa poética en esta obra? ¿Hubo algún desafío particular que enfrentaste?
Fue un proceso muy introspectivo, casi como un diálogo interno con las emociones que quería plasmar; que el lenguaje tuviera una musicalidad que acompañara las ideas y sensaciones de los ciclos de la naturaleza, pero sin perder la conexión con el lector. El mayor desafío fue encontrar ese equilibrio entre la profundidad de los temas y un tono esperanzador. Hablar de la tristeza y la pérdida puede ser delicado, porque no quería que el libro resultara abrumador o demasiado sombrío. Transformar emociones complejas en imágenes poéticas sin perder claridad fue un reto constante, pero también una de las partes más gratificantes del proceso.
¿Qué emociones esperas evocar en los lectores a través de la metáfora de los árboles y sus hojas?
Una mezcla de emociones profundas y transformadoras. Quiero que los lectores sientan la melancolía y la introspección que acompañan los momentos difíciles, pero también el consuelo y la esperanza de saber que esos periodos son transitorios. Al igual que los árboles de hoja caduca que pierden sus hojas en invierno, pero renacen con fuerza en primavera, deseo transmitir la sensación de resiliencia y renovación. Es una invitación a abrazar los ciclos naturales de la vida, a encontrar belleza incluso en las etapas más sombrías y a recordar que siempre hay lugar para un nuevo comienzo.
¿Cómo influye tu formación en Derecho en tu escritura y en la forma en que abordas temas emocionales y humanos?
Ser abogada especializada en Derecho de extranjería durante más de veinte años creo que ha marcado mi manera de plasmar las ideas y la forma en que abordo los temas emocionales y humanos. A lo largo de todo este tiempo, he tenido la oportunidad de acompañar a personas en situaciones complejas, enfrentándose a la incertidumbre, el desarraigo y la necesidad de empezar de nuevo en un lugar desconocido. Estas experiencias me han enseñado, de manera práctica y emocional, el verdadero significado de la resiliencia y han enriquecido mi capacidad para traducir en palabras emociones universales como la pérdida, la adaptación y la esperanza. Creo que este libro no se limita a abordar el problema del trastorno estacional, sino que ofrece una perspectiva aplicable a cualquier situación en la que sea necesario encontrar fuerza para seguir adelante. Es, sobre todo, una invitación a reflexionar sobre los momentos que vivimos y a extraer de ellos el aprendizaje más valioso.
¿Hay algún pasaje o fragmento de Cuando los árboles pierden las hojas que sea especialmente significativo para ti? ¿Por qué?
El capítulo de La morera es especialmente significativo para mí porque me transporta directamente a mi infancia en Murcia. Recuerdo con claridad la casa de mi abuela, las cajas llenas de gusanos de seda, en las que se me iban las horas después de regresar del colegio. Esa conexión con los árboles, los ciclos de la vida y los pequeños rituales de mi niñez marcaron mi forma de entender la naturaleza y el paso del tiempo. Es un capítulo que evoca nostalgia y me recuerda las raíces que siempre me han acompañado.
¿Qué papel crees que juega la literatura en la comprensión de las emociones humanas y los ciclos de la vida?
Siento que juega un papel fundamental porque nos permite explorar y reflexionar sobre experiencias vitales de una manera profunda y simbólica. A través de las historias, las metáforas y los personajes, nos ayuda a dar sentido a nuestras propias vivencias, a conectar con las emociones de otros y a encontrar significado en los momentos de cambio, pérdida y renovación. Es un puente que une lo individual con lo colectivo, y una herramienta poderosa para el crecimiento vital.
¿Cómo integras tus habilidades como ilustradora en tus libros, y qué importancia tienen las imágenes en tu narrativa?
En esta obra, la habilidad y capacidad como ilustradora son una extensión de mi narrativa, ya que me permiten complementar las palabras con imágenes que amplifican la emoción y la profundidad de cada capítulo. Las ilustraciones no solo la hacen más especial, sino que actúan como una herramienta visual para sumergir al lector en los temas y metáforas que quiero transmitir. En Cuando los árboles pierden las hojas, las imágenes tienen un papel esencial: presentar y ubicar al lector en lo próximo que va a leer y sobre todo hacer que su imaginación vuele con cada palabra leída.
¿Qué autores o libros han influido en tu estilo y en tu forma de ver el mundo?
Desde pequeña he tenido muchas influencias artísticas, tanto de la literatura, la música, como del cine. Crecí fascinada con libros como El mago de Oz, Celia, lo que dice, o musicales como Annie. Estas historias no solo despertaron mi imaginación, sino que también me enseñaron a ver el mundo con una mezcla de curiosidad, asombro y sensibilidad hacia los pequeños detalles que solo se sienten con el mínimo roce de tu piel. La fantasía siempre ha sido un refugio para explorar emociones humanas profundas a través de mundos mágicos y este libro no deja de ser un cuento en el que los árboles tienen voz y son, quizá, los personajes más importantes de esta historia.
¿Qué esperas lograr con tus libros en términos de impacto social o emocional en los lectores?
Con mis libros, quiero invitar a los lectores a descubrir aspectos de la vida, la historia o personajes que a menudo pasan desapercibidos, ampliando su perspectiva y conectándolos con realidades menos conocidas. En el caso de Cuando los árboles pierden las hojas, mi objetivo es transmitir que después de cualquier momento oscuro, siempre llega uno lleno de luz, tal y como ocurre en los ciclos de la naturaleza. Es un mensaje de esperanza y renovación que resuena en cualquier etapa de la vida.
Por otro lado, en cuentos como Oliva Green y la fábrica de manzanas, mi intención fue inculcar valores como la importancia de compartir, ayudarnos mutuamente y encontrar fuerza en la empatía, preparando a los pequeños para enfrentar el mundo con bondad y resiliencia.
¿Hay algún aspecto de tu vida personal que haya influido en la creación de Cuando los árboles pierden las hojas?
Sí, definitivamente hay un aspecto personal que influyó en la creación de este libro. Cuando comencé a escribir esta historia, sin darme cuenta, estaba atravesando un momento convulso en mi vida. Creo que eso explica por qué el libro tiene un tono tan íntimo y personal. Es como si, a través de las palabras, estuviera tratando de procesar mis propias emociones y encontrar luz en medio de la oscuridad, tal como ocurre en los ciclos de la naturaleza que inspiran la obra. Es un reflejo de lo que sentía en ese momento, y quizá por eso conecta tan profundamente con quienes lo leen.
¿Cómo crees que el proceso de despojarse de las hojas puede ser visto como una forma de renovación o transformación?
Este proceso es una metáfora perfecta de la renovación y la transformación. Los árboles nos enseñan que soltar lo que ya no sirve, lo que ha cumplido su propósito, es necesario para prepararnos para algo nuevo. Al perder sus hojas, los árboles no solo sobreviven al invierno, sino que también hacen espacio para el crecimiento y la vitalidad que traerá la primavera. De la misma manera, nosotros podemos ver los momentos de pérdida o cambio en nuestras vidas como oportunidades para reflexionar, dejar ir lo que nos pesa, abrirnos a nuevas posibilidades, cerrar y abrir nuevos ciclos.
¿Qué proyectos futuros tienes en mente y cómo planeas seguir explorando la conexión entre la naturaleza y las emociones humanas?
Actualmente tengo varios proyectos en marcha que me entusiasman. Como escritora, tengo una nueva historia que, si todo va bien, verá la luz muy pronto. Trata sobre cómo la ira puede marcar profundamente la vida de una persona y las formas en que podemos entender y canalizar esta emoción, sin que deje de ser ficción con trazos de historia. Además, estoy desarrollando el segundo cuento de Oliva Green, que continuará explorando temas importantes para los niños, como el valor de compartir y la empatía.
En el ámbito editorial, a través de mi sello Carola Mía Ediciones, estamos preparando una antología de cuentos ilustrada con la colaboración de diversos autores. Un proyecto que promete ser original y divertido ya que trata el tema de los gatos y Japón. Ambos temas me apasionan. Hoy en día, mi mente no deja de maquinar nuevas ideas y proyectos. Esa constante actividad creativa me mantiene en un estado de alerta que a veces me abruma, pero también es lo que me impulsa a seguir explorando la conexión entre las emociones humanas y temas que considero esenciales.