Después de la muerte de su padre hace ya dos años, Ulzii y su familia se mudaron a la ciudad, pero todavía viven en una yurta ( vivienda utilizada por los nómadas en las estepas de Asia Central) en las afueras de la misma. La madre de Ulzii se está recuperando de un período de abuso de alcohol y lucha por mantener un trabajo mientras Ulzii se ha vuelto responsable de sus hermanos menores. Un nuevo profesor (Batzorig Sukhbaatar) en su escuela se da cuenta de que el chaval brillante en los estudios y tiene una aptitud inusitada la ciencia, concretamente para la física, y le aconseja tomar clases especiales y participar en competiciones locales con el objetivo de ganar la prueba nacional, que incluye una beca para una escuela privada de élite.
La sensación de posibilidad de conseguir un futuro comienza a traer nueva luz y enfoque a la vida del protagonista, pero sus esperanzas son rápidamente derribadas por las farragosas circunstancias vitales, entre ellas, y no es poca cosa, que su madre decida regresar al campo, lo que se traduce en que deba ejercer de padre con dos de sus hermanos, de los que queda al cuidado. Solo y desesperado, incapaz de comprar carbón o comida y sin apoyo económico posible, se las va a tener que ingeniar para sacar de donde no hay, aunque eso signifique incluso realizar algun tipo de acción considerada un tanto al margen de la ley.
Algunos podrían considerar ingenuo su sueño, que su convicción de que puede estudiar para salir de la pobreza es poco realista, mientras que su resentimiento también tiene un grado de mezquindad en su negativa a convertirse en lo que él describe como un "mendigo débil". En el distrito de las yurtas, la gente siempre está dispuesta a ayudarse entre sí, pero Ulzii es orgulloso y le resulta difícil aceptar ayuda, al mismo tiempo que se siente menospreciado por su tía adinerada que vive en un apartamento y que pronto se vuelve desagradable cuando se niega a entregarle un recuerdo de su padre.
Al abordar cuestiones sociales en torno al empobrecimiento, el desempleo, los duros inviernos y los estratos sociales, el film pinta un retrato vívido del mundo de nuestro atribulado héroe de vida en espacios reducidos y oportunismo expansivo. Pasando de una vivienda claustrofóbica a las calles y al aire libre, estos entornos de alto contraste muestran a una persona liberándose de las ataduras de las circunstancias. La ira de Ulzii se canaliza hacia un espíritu de "se puede hacer", y es en este espacio donde el realismo de la película se desarrolla con una saludable dosis de determinación en plan “me las puedo arreglar solo”.
Al dejar atrás su espíritu adolescente para ocupar su lugar como el autoproclamado jefe del hogar, esto impacta cada aspecto de la vida de Ulzii a medida que se establece en la adultez prematura. Desde buscar material de desecho hasta literalmente mantener encendido el fuego del hogar, pasando por la gestión de recursos y la incansable búsqueda de empleo, el joven hace todo lo que está a su alcance para sobrevivir.
Este drama sobre la mayoría de edad podría haber sido un análisis deprimente de las persistentes condiciones sociales en Mongolia con vistas a una reforma. Pero lo que lo hace verdaderamente especial es cuánto corazón y espíritu se invierte en la difícil situación del protagonista. En ese aspecto no nos queda otra que felicitar tanto al director de la película, de nombre un tanto impronunciable: Zoljargal Purevdash, por su diáfano prisma de una sociedad muy mejorable, ofreciendo una lente de docudrama para elevar la sensación de espontaneidad realista, como al actor que da vida a Ulzii: Battsooj Uurtsaikh, un verdadero hallazgo, capaz de adaptarse al papel con tanta naturalidad que es fácil olvidar que se trata de una actuación.
Una dirección firme y una visión clara mejoran las actuaciones serias que suenan auténticas en todos los ámbitos. Al tratar los aspectos mundanos de sobrevivir a la rutina diaria, hay un trasfondo que agrada al público en este drama complejo, que tampoco rehuye los problemas sociales.