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Agnes Callard destaca la importancia de las preguntas profundas en "Socrátes al descubierto"

lunes 07 de julio de 2025, 08:07h
Sócrates al descubierto
Sócrates al descubierto
Lev Tolstói, a pesar de su éxito, enfrentó una crisis existencial que lo llevó a cuestionar el sentido de la vida. La filósofa Agnes Callard destaca en su libro "Socrátes al descubierto" la importancia de confrontar preguntas profundas sobre nuestras creencias y acciones. La reflexión socrática, basada en el diálogo y la humildad intelectual, es crucial para vivir auténticamente.

En el apogeo de su éxito literario, con reconocimiento internacional y una familia floreciente, Lev Tolstói se encontró una mañana al borde del abismo. Se cuestionaba de manera obsesiva: «¿Y después qué?», y «¿Por qué?». A pesar de poseerlo todo, este célebre autor ruso enfrentó una crisis existencial tan intensa que llegó a considerar el suicidio. Su drama personal pone de manifiesto un aspecto inquietante de la naturaleza humana: las preguntas más significativas nos acompañan constantemente hasta que, en algún momento, nos alcanzan y nos dejan sin respuestas.

En un brillante análisis de la sabiduría socrática, la filósofa Agnes Callard señala que estas son lo que ella denomina «preguntas extemporáneas». Se trata de interrogantes esenciales sobre el significado de nuestras acciones y valores que surgen «demasiado tarde», cuando ya hemos comenzado a vivir según respuestas que hemos adoptado sin ser conscientes de ello. ¿Por qué amo a mis hijos? ¿Qué hace que una vida merezca la pena? ¿En qué consiste realmente ser justo? La genuina reflexión sobre estas cuestiones se vuelve complicada, ya que nuestras acciones están fundamentadas en esas respuestas, las cuales funcionan como los cimientos invisibles de nuestra existencia.

Evitamos abordar estas cuestiones por dos razones que son tanto profundas como reveladoras. En primer lugar, nos encontramos demasiado inmersos en el día a día, viviendo «de quince en quince minutos», tal como señala Callard al citar a TS Eliot: «He medido mi vida con cucharillas de café». Esta rutina frenética nos sirve como un refugio para evitar confrontar las preguntas más fundamentales. En segundo lugar, y de manera más significativa, las respuestas a estas interrogantes constituyen lo que la autora denomina nuestros «tabiques de carga»: aquellas creencias que sustentan toda nuestra identidad. Cuestionarlas provoca una presión psicológica abrumadora, ya que parece que tememos que todo lo que hemos construido se derrumbe.

La aproximación socrática se vuelve especialmente valiosa porque nos acompaña en el enfrentamiento a este vértigo existencial. Algo revolucionario fue descubierto por Sócrates: que «una vida sin examen no merece ser vivida». Además, también se percató de que reflexionar profundamente sobre estas cuestiones no es un ejercicio solitario. El diálogo y la «refutación inquisitiva» son necesarios, donde una persona plantea verdades y otra las somete a un análisis crítico. Tal como enseñaba el maestro ateniense, pensar es, ante todo, una actividad social; es un proceso de búsqueda colectiva que nos ayuda a trascender nuestras limitaciones individuales.

No se trata de hallar respuestas definitivas en la propuesta socrática, sino de convertir nuestra «recta opinión» en «conocimiento» mediante una información consciente. Para lograr esto, es necesario poseer una valentía especial: la disposición a aceptar nuestra ignorancia como el punto de partida. Sócrates decía: «Solo sé que no sé nada», no por falsa modestia, sino porque entendió que la sabiduría inicia precisamente en ese lugar, en la humildad intelectual que nos permite embarcarnos en una búsqueda auténtica.

En la actualidad, donde las redes sociales ofrecen certezas ilusorias y la información circula a gran velocidad, se hace aún más crucial recuperar esta actitud socrática. Esto implica hacer una pausa ante nuestras creencias más profundas y cuestionarnos: «¿Realmente sé por qué creo esto?». Aceptar que las respuestas más significativas de la vida no pueden ser encontradas en Google es fundamental; surgen del diálogo sincero con otros buscadores, en esa conversación sagrada que los antiguos denominaban filosofía.

La invitación resulta clara y urgente: es momento de abandonar la medición de nuestra existencia con cucharillas de café y atrevernos a plantear las preguntas que verdaderamente tienen significado. No se trata de buscar respuestas fáciles, sino de entender que en la propia búsqueda, en esa indagación compartida y humilde, se encuentra la posibilidad de vivir de manera más auténtica, coherente y verdaderamente humana. Como afirmaban los antiguos sabios orientales y como redescubrió Sócrates: el camino hacia la sabiduría inicia al reconocer que aún no hemos llegado.

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