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"María de Padilla", de Antonio Montero Alcaide

Ed. Almuzara. 2024

martes 23 de septiembre de 2025, 21:20h
María de Padilla
María de Padilla
Comencemos por el inicio de la titulación del monarca enamorado de María de Padilla, erróneamente cualificado como Rey de Castilla: Pedro I “el Justiciero” lo es así nominado por ser Rey de León, y lo del Cruel solo entre los seguidores de todo tipo y condición de Leonor de Guzmán, en Toledo, y amante de su padre el Rey Alfonso XI de Castilla y de León [Cronica de D. Alfonso el Onceno. part 1 de este nombre de los Reyes que Reynaron en Castilla y en León-1787]. Por consiguiente, Pedro I es REY DE CASTILLA Y DE LEÓN y así deber ser nombrado en cualquier obra que se precie de rigurosa y seria, sensu stricto.

El rey Pedro I de León y de Castilla tiene unas características paradójicas, y conductas extrañas en ocasiones, pero sería muy interesante saber cómo se encontraba psicológicamente un monarca, que ante todo siempre habría padecido una enorme situación de carencia afectiva paterna; con un padre más preocupado y ocupado de su otra familia, los Trastámara tenidos con su amante Leonor de Guzmán. Sea como fuese, deseo calificarlo como un hombre singular y diferente. Reitero/Erróneo: mutatis mutandis-página-19: “…guerra civil en el reino de Castilla…”. Correcto: “... en los reinos de Castilla y de León”. “No obstante, tanto los reyes como sus súbditos pueden quedar subyugados por los deseos. Y don Pedro, a sus dieciocho años, estrenó la condición de rey sin poner freno a sus pasiones ni permitir que otros lo hicieran, o que controlaran sus comportamientos. Por lo que el amor y la lujuria, si es que son concomitantes, jugaron un decisivo papel en el reinado de Pedro I, aunque la relación de Pedro I y María de Padilla parezca algo más decorosa y hasta legítima. La ‘imprudencia romántica’ del rey pudo llevar, por lo tanto, al tiranicidio a manos de su hermano bastardo Enrique de Trastámara, ya que la relación de don Pedro y doña María tuvo bastante más trascendencia y efectos que las habituales, y aceptadas, relaciones extramatrimoniales, o de concubinato, de los reyes. Don Pedro, así, pudo no tener la moderación necesaria o el comportamiento debido a su legítima y convenida esposa, Blanca de Borbón, emparentada con el rey de Francia y, por ello, influyente la resolución de este matrimonio en la alianza entre Francia y Castilla, que no solo quedó truncada, sino que se volvió en contra, cuando Enrique de Trastámara busca aliados en Francia, para enfrentarse a Pedro I, y Castilla los tiene en Inglaterra. Luego a la imprudencia temeraria se une el ‘error político’ del rey don Pedro”.

Pedro I está casado con Blanca de Borbón, a la que por circunstancias ignotas abandonará sin el más mínimo problema. El Sumo Pontífice, Inocencio VI, no cejará en sus continuos reproches contra el comportamiento ilícito e inmoral del monarca de León y de Castilla, hasta tal punto es así la cuestión que llegará a la excomunión del soberano. En esta fenomenal obra se presentan una importante cantidad de bulas papales, publicadas en español y a partir de los originales en latín. Sorprenden y espantan los calificativos papales contra el monarca, verbigracia en el capítulo ocho, donde define esta relación como ¡COMERCIOS NEFANDOS Y CÓPULA ILÍCITA! María de padilla que se considera importante en el devenir vivencial del soberano de Castilla y de León, se atreve a la edificación de una casa, de un palacio y de un monasterio en Astudillo, donde tenía pensado vivir, amar y rezar. A los veinticinco años, María de Padilla, el gran amor del Rey Pedro I “el Justiciero o el Cruel” de Castilla y de León, pasará a mejor vida.

Una detallada revisión del momento de la muerte de doña María y, sobre todo, la celebración de las indocumentadas y decisivas Cortes de Sevilla, el año 1352, anticipan la declaración de María de Padilla como reina después de morir. Poco después, se dispone de la confirmación expresa en el testamento del rey Pedro I, junto a la sucesión en el trono por el infante y las infantas nacidas de María de Padilla, con el paso de los siglos llamada Serenísima reina”.

A veces se ha colegido, que sería esta relación espuria entre María de Padilla y Pedro I “el Justiciero” la causante de la pérdida del trono por parte del soberano y, no tanto, las guerras civiles contra su hermanastro Enrique de Trastámara. Pedro I ha heredado el comportamiento psicológico regio nacido con su padre, Alfonso XI “el Bravo” de Castilla y de León, que se puede definir, en el sentido más estricto del término como de cierto absolutismo monárquico. Pedro I se ha criado en el desafecto paterno más absoluto, volcado este más hacia su nueva familia creada con su amante Leonor de Guzmán, pero la misma forma de comportarse será la del hijo, cuya situación amorosa será casi idéntica; aunque esta segunda relación filial, se puede y debe considerar más decorosa y hasta con cierta dosis de legitimidad. Nunca fue considerada, obviamente por el monarca, como un concubinato. Este abandono de la hija del rey de Francia será un auténtico desastre para las alianzas entre los dos hermanos, Enrique volcado hacia Francia y Pedro por el lado de Inglaterra. Se puede calificar de imprudencia temeraria y de error político los comportamientos del monarca de Castilla y de León.

«María de Padilla, por su relación con Pedro I, ocupa un lugar destacado en la historia de Castilla. Al principio, su encuentro con don Pedro parecía seguir la pauta convencional de las relaciones entre reyes y favoritas. Sin embargo, nadie podía imaginar el trágico desenlace que tuvo el reinado de Pedro I, ni los eventos que se desencadenaron por su vínculo con doña María, a pesar de la reconocida determinación y el fuerte carácter del monarca. Este libro explora la vida de María de Padilla como un personaje histórico decisivo, cuya influencia no solo marcó profundamente la vida de Pedro I, sino que también moldeó el rumbo de su reinado. En definitiva, fuera o no reina, doña María reinó en la historia de Castilla. Un relato cautivador que nos transporta a una época llena de intrigas, pasiones y decisiones que cambiaron el destino de un reino. Esta obra es un tributo a una mujer excepcional que dejó su huella indeleble en la historia de España».

Se estudia en el libro todo lo relativo a que si en esta relación, en esta época del Medioevo, existía amor en Pedro I y María de Padilla o solo deseo sexual incoercible. Se debe considerar aquel primer encuentro entre la doncella y el soberano; está claro que el monarca mantenía un desenfreno lujurioso fuera de toda duda, pero ninguna mujer, a lo largo de su corta vida, le procuró nada parecido a lo que le dio, en todo momento y ocasión, la joven María de Padilla. El profesor Sitges y Grifoll escribió, en su libro de 1910, que: “María de Padilla fue el ángel bueno de Don Pedro, y con su dulzura, sus gracias y su paciencia pudo sujetar á aquel carácter fiero e indómito”. Con todo lo que antecede, estimo que es preciso acercarse a esta obra sobre una mujer importante del Bajo Medioevo. ¡Destacar y conocer! «Et hoc est quod comites. ET. Tibi colenda est virtus».

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