Esta obra presenta cuestiones muy interesantes, sobre todo para el concepto del hispanismo o por lo menos yo lo contemplo así, ya que narra los cerca de ochenta años que el territorio de la Luisiana estuvo en poder del reino de las Españas. Los dos personajes analizados viven, aunque se asemejan mucho, en dos mundos completamente disimiles. Estamos ante una novela-histórica, en el sentido más estricto del término, ya que los fundamentos en los que asienta sus cimientos literarios son los relativos a lo histórico más que ortodoxo, ya que refiere como se produjo el traspaso del poder de Francia a España, y de aquí hacia los nacientes Estados Unidos de América del Norte. Incluso se analiza como afectó a los franceses, de allende las fronteras marítimas, aquel fenómeno sangriento por antonomasia, como fue la malhadada Revolución Francesa. La novela está bastante bien construida, ya que la autora nos ofrece una interesante proporción narrativa muy equilibrada. En síntesis, se puede comprender el significado de esos cuarenta años de luchas por el poder, con los habituales sueños de juventud y diferentes y ricas relaciones entre los protagonistas de la obra, que conforman una enriquecedora y numerosa pléyade narrativa. La autora es una aragonesa nacida en Monzón, en el año de 1968, licenciada en Filología Inglesa. El libro trata de como Ishcate, un joven indio de la tribu de los kaskaskia, el cual a los catorce años debe experimentar un ritual de iniciación, que consiste en que debe estar toda una noche en el bosque, pero deberá estar en solitario y con los ojos vendados. La tribu kaskaskia era la principal de la denominada confederación de los Indios Illinois.
“El corazón de Ishcate nunca había latido con la intensidad, casi dolorosa, de esos momentos. Percibía cada palpitación percutiendo contra el pecho, convertido de repente en la tensa piel de un tambor. En otras ocasiones, al seguir a sus hermanos mayores en sus correrías, había sentido una mezcla de excitación y miedo, pero ahora era distinto; ahora dominaba la expectativa, la emoción de que algo iba a cambiar en su vida para siempre, o eso le habían contado. Lo único que sabía de lo que tenía por delante era que otros muchachos como él habían pasado por lo mismo y ninguno había desaparecido ni había perdido la cabeza. Se juró a sí mismo que él tampoco fallaría. Siguió los pasos de su padre hasta que se detuvo en un pequeño claro, ante un enorme cedro. Como la mayoría de los hombres de su pueblo, Couroway era de mediana altura, con anchos hombros, cintura estrecha, cabello oscuro largo, piel curtida y músculos marcados por una vida en continuo movimiento por las tierras del Illinois. Que sus tres hijos -sobre todo Ishcate- lo sobrepasaran en altura lo enorgullecía, pues lo tomaba como una prueba de que Keesihiwia, el creador, aún brindaba su favor a los kakaskia de sangre pura, aún deseaba que su familia prosperara. Couroway le indicó un tocón en el que sentarse e Ishcate obedeció, dispuesto a escuchar en qué consistía ese ritual del que nada sabía salvo su existencia”.
Esta escena, narrada con todo lujo de detalles, es el núcleo gordiano de la obra, el rito de iniciación del aborigen protagonista de la novela-histórica. Esta escena ya nos indica que la obra tendrá una estructura de policoralidad. Existen, por consiguiente, momentos muy concretos en los que la trama incrementa su tensión, aunque también el río en el que se desarrolla la novela, que es el Misisippi, conforma la narración, en él sus meandros equivalen al hecho de cómo va discurriendo lo narrado, tranquilo y reposado, pero con una belleza equiparable a ese gran río norteamericano. Los personajes viven su devenir vivencial en una espera constante, ya que son conscientes de que su amor tiene difícil encaje en ese momento histórico tan complejo. La novela tiene que agradar a los que nos dedicamos a la historia profesionalmente, ya que la ambientación es espectacular y con descripciones fantásticas.
«Una novela magistral y un gran fresco histórico sobre la aventura de España en el corazón de Norteamérica. Después de años de colonización, la familia Girard acepta la controvertida decisión de su país, Francia, de ceder a España en 1763 parte de las indómitas tierras del Misisipi; sin embargo, sufrirá las consecuencias de las rebeliones de sus compatriotas contra los españoles, la guerra de norteamericanos contra ingleses por la independencia de los Estados Unidos y la lucha desesperada de los nativos indios por la supervivencia de sus pueblos. En unos tiempos tan convulsos, Suzette Girard e Ishcate, indio de la tribu kaskaskia, librarán su propia batalla: preservar su amor de las amenazas del mundo que les ha tocado vivir. Todo ello conforma una novela cautivadora y monumental que atraviesa las cuatro décadas en las que España poseyó las legendarias tierras de Luisiana».
En el meollo de la cuestión narrativa se encuentra el hecho incontrovertible de que los indígenas comprobaban, sin el menor género de dudas, que las confrontaciones entre españoles, franceses, ingleses, holandeses y norteamericanos coloniales, tenían como final infeliz e indeseado el de quitarles las tierras a los legítimos propietarios, que eran ellos. Sus tierras disminuían y sus problemas para poder conservarlas, se incrementaban de forma paulatina e inmisericorde. El amor entre esos dos protagonistas de razas tan diferentes se transforma en prohibido y desesperante, por no poder arrostrar tantas dificultades. Veamos, de forma palmaria, la riqueza de una descripción ad hoc.
“La muchacha dirigió la vista hacia el ancho y aparentemente plácido río. El río por el que se ascendía hacia la tierra del norte. La tierra por donde imaginaba a los indios y los colonos y la naturaleza salvaje; donde imaginaba a Ishcate a lomos de su caballo. Deseó poder hablar el lenguaje de los peces que nadaban a contracorriente […] para que la enseñaran a ser libre como ellos. Volvió a centrar su atención en la gente para ocupar el tedio de la espera. Las misas especiales siempre eran muy largas. Su mirada se detuvo de pronto en el rostro de un joven que la observaba fijamente”. Estimo que esa riqueza de léxico enriquece la narración, y que es obvio que, a pesar de algunas interrogaciones en alguna ocasión concreta, el Planeta otorgado a esta obra es muy merecido, y sin ambages. «Corcillum est quod homines facit, cetera quisquilia omnia».
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