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"De prisiones, putas y pistolas", de Manuel Avilés

lunes 08 de noviembre de 2021, 17:00h
De prisiones, putas y pistolas
De prisiones, putas y pistolas

Confieso que, en general y salvo contadísimas excepciones, no me agrada la novela policíaca/negra. A menudo cae en el morbo gratuito o el exhibicionismo, el maniqueísmo o las resoluciones forzadas, y los estereotipos tienden a repetirse hasta el punto de que tengo la sensación de estar releyendo variaciones de la misma historia una y otra vez. En resumen: no me convencen, y no me lo creo.

"De prisiones, putas y pistolas", del ex funcionario de prisiones Manuel Avilés Gómez (Huétor Tájar, provincia de Granada, 1954), publicada por la magnífica editorial Alrevés este año, es tan distinta por el planteamiento, el estilo, el ambiente y el desenlace, que más que una excepción a la monotonía habitual del género es una innovación. Aunque hunde sus raíces en clásicos de la crónica policíaco-reportera como "A sangre fría", de Truman Capote, también abre una nueva vía hacia la crónica novelada (pero igualmente auténtica y realista) carcelaria en general, y terrorista en particular.

La crónica novelada carcelaria-terrorista español es un género relativamente nuevo en nuestro país, demasiado poco explorado y que a menudo degenera en ficción melodramática que pocas veces satisface a todos los lectores ("Patria" es un ejemplo, aunque los demás libros de Aramburu sobre los llamados "años de plomo" sí hacen justicia al tema de la lucha contra el terror indiscriminado de ETA durante varias décadas).

Manuel Avilés no es un novato de las letras: ha publicado media docena de libros más de no ficción, como “Enfermedad y Deficiencia Mental: Aspectos legales”, “Criminalidad Organizada. Los Movimientos Terroristas", de Editorial Club Universitario de Alicante, ambas obras de referencia, así como la actualísima “El Terrorismo integrista. ¿Guerras de religión?” (Club Universitario, 2005), o "Delitos y delincuentes", amén de varias obras de semificción, como "El Metralla: Andanzas de un sublevado".

Además de una larga trayectoria como funcionario de prisiones, Manuel Avilés colabora asiduamente en un programa de gran audiencia de Onda Cero Alicante ("Más de uno Alicante"), y escribe artículos de actualidad rabiosa, tan humorísticos como críticos, en Esdiario.com.

Con semejante currículum, empecé a leer "De prisiones, putas y pistolas" entre el escepticismo y unas expectativas muy altas. Cumplió con sobresaliente: lo leí en dos días.

Como botón de muestra, el disparo de la introducción:

En los locutorios de la prisión de Alcalá Meco, en enero de 1993, descubren que tres presos etarras (…), junto con sus abogados, tan etarras como los anteriores (…), han planeado y ordenado la muerte del director de la cárcel de Nanclares de la Oca, mi muerte. En esta historia truculenta me ha tocado bailar con la más fea y quieren que yo sea el fiambre.

Entre la crónica y la confesión íntima, este «fiambre» que se resiste a serlo y planta cara a ETA con astucia, valentía y paciencia pasa revista a su trayectoria en varias prisiones, desde una alicantina hasta Nanclares y más allá, comenzando por ser «un pringao» y «el último mono» a Jefe de Servicios (por oposiciones y tesón, a diferencia de tanto enchufado sin mérito en las altas esferas, también hoy día) y luego director de centros penitenciarios, lidiando con incidentes surrealistas y motines que logra disolver con un ingenio, un humor y una humanidad arrolladora:

Un director de una cárcel no mata a nadie, salvo caso de fuerza mayor. Somos lobos de la misma manada. Esto se lo he oído a alguna gitana echándome maldiciones en las salas de visita.

El estilo tan directo y realista, que trasluce veracidad, esta crónica tan amena como cruda de la vida carcelaria - donde motines, secuestros semicómicos entre presos, violencia, SIDA y desmanes de asesinos o yonquis están a la orden del día - convence de principio a fin

¡Urgente! Corriendo a Mujeres (…) Hay una pelea en el dormitorio común de la primera planta.

Subo como las balas, en la creencia de que a machoman, o sea, a mí, no le va a hacer falta ayuda para enfrentar y pacificar a las doce mujeres que habitan en esa habitación, por mucha pelea que haya. Soy un gilipollas, lo sé.

(…) veo una interna (…) desnuda de cintura para arriba (…)con un cuchillo en la mano (…) Curiosamente, me preocupo más por su desnudez que por el cubierto que esgrime.

¡Oiga, póngase usted una camisa y no ande así! – le grito, en un intento, que veo natural, de que me obedezca.

Ella (…) me tira una primera y una segunda cuchillada (…) cuando consigo asirla me engancha un bocado en el antebrazo del que es imposible soltarme.

De prisión en prisión y de escalón en escalón de su larga carrera, Avilés revela los entresijos (a menudo absurdos) de la jerarquía, el funcionamiento y el código no escrito de la comunidad penitenciaria. Cada párrafo transmite, en frases tan cortas como contundentes, una realidad que poquísimos conocen y suelen mantener oculta en una "omertà" profesional, por temor a ser despedidos, degradados o, como le sucedió al propio autor, encabezar la lista negra de enemigos a liquidar por ETA. Ni más, ni menos.

Hoy ETA ha asesinado a un funcionario de prisiones (…). Los funcionarios de toda España han reaccionado de manera fulminante y las cárceles han sido abandonadas a su suerte. Nadie entra de servicio. No hay quien abra las puertas para que los presos salgan de las celdas, ni las cocinas para preparar las comidas (…) No hay visitas de familiares ni posibilidad de tomar un café (…) es una situación explosiva. El tabaco, el café, la información y las visitas son esenciales para la paz en el interior de la cárcel, y sin eso, va ser un caos. Los presos no han tardado ni tres horas en liarla.

Un hombre que vivirá durante años, entre los chispazos de luz ocasionales de anécdotas realmente hilarantes, bajo la sombra omnipresente de una amenaza de muerte real, cotidiana, durante décadas, que nunca cedió al chantaje, la presión o los ataques, y durante meses, años, décadas, fue ganándose el respeto a regañadientes y, por fin, la confianza paulatina de etarras muy peligrosos a su cargo, lo cual le permitió investigar y descubrir profundas tensiones y disensiones dentro de la banda etarra, haciendo que su imagen de unidad monolítica e invencible explotara con mayor violencia que una de sus bombas-lapa, y precipitó el fin del terrorismo armado de ETA.

Avilés describe al dedillo el ambiente deprimente de la prisión de Nanclares, y cómo va descifrando las reglas del «Colectivo» de cincuenta etarras concentrados en un módulo: hermetismo, prepotencia frente a presos comunes, dominio del economato, el comedor y el taller de cerámica y ebanistería, control de sus camaradas a través del miedo y la presión sobre ellos y sus familias... Poco a poco, descubre sus puntos flacos para meter cuña y resquebrajar la pretendida unidad etarra en migajas. Avilés comparte ese proceso de aprendizaje, improvisación, puñaladas traperas y errores casi mortales como una auténtica lección de psicología, relaciones humanas y estrategia, donde no gana el más violento ni el más listo, sino el que conoce al adversario hasta casi mimetizarse con él. Con paciencia de hormiguita, Avilés va socavando las convicciones de presos, políticos y obispos proetarras atacando por el resto de decencia que aún existe en lo más hondo de su ser:

– La gente necesita saber que hay etarras que no están de acuerdo porque ustedes empezaron asesinando a Carrero Blanco, que garantizaba la continuidad del franquismo (…) Luego dijeron: «No somos antifranquistas, somos antiespañoles», y como Franco ya está muerto hace años, ahora, para luchar contra España, van matando bebés. Unos gudaris cojonudos. ¡Menuda mierda de soldados vascos!

No deseo revelar aquí las muchas sorpresas, giros y reflexiones que ofrece esta novela, porque tienen mucha miga. Entre otras cosas, porque incluye una denuncia sin tapujos de la cobardía, la complicidad y los trapicheos en las altas esferas, que difumina el límite entre legal y criminal, y abrirá los ojos a más de un lector.

En suma, una crónica personalísima, actual y fascinante, repleta de peripecias casi increíbles, que no pierde el ritmo ni el interés en ningún momento, narrado por un protagonista-cronista excepcional en su franqueza. Una virtud y un raro privilegio para el lector asomarse así al abismo carcelario-terrorista, e infrecuente en los tiempos que corren.

Truman Capote podría aprender de la humildad, el humor y la valentía de este luchador en la sombra, a su pesar, pero que no se rinde y persigue su objetivo, derrotar a ETA, hasta las últimas consecuencias. Manuel Avilés es un modelo, y no los figurines políticos, empresaurios y gurús de la cultura que acaparan medios y redes para distraer la atención de los temas verdaderamente decisivos para nuestro país.

No dejen escapar "De prisiones, putas y pistolas”: uno de los libros más necesarios y amenos, y el más original que he leído en los últimos tiempos.

Para mí, rotundamente, el libro más valioso del año. Léanlo, ríanse y, al mismo tiempo, revivan la tensión de las décadas del terror – para que nunca lo olvidemos, ni vuelva a suceder – coméntenlo en casa, en la Universidad y en el trabajo, y recomiéndenlo.

Puedes comprar el libro en:

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