- Se avecinan malos tiempos, Vani. Veo nubarrones negros surcando los límpidos cielos del mundo, y más, de una Europa auotocomplaciente y dormida, pagada de sí misma, que se sigue creyendo el culo del mundo.
- Más bien diría que empiezo a oír tambores que no auguran nada bueno, tía. El 9 de mayo se celebró el Día de Europa, para conmemora la Declaración de Schuman y el inicio de la cooperación europea que dio origen a la UE allá por 1950. Ha llovido ya…
- Por eso es importante que se alcen voces valientes e influyentes, de personas que vivieron en carnes propias episodios tremendos y dolorosos que marcaron su vida y la de su familia. Como la de Theodor Kallifatides, el 7 de mayo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Un hombre que se vio obligado a abandonar la Grecia que le vio nacer, dejar su vida y sus seres queridos para emigrar a un país que no conocía, con una lengua endiablada, que acabó convirtiendo en su hogar: Suecia, donde creo una familia propia y donde desarrolló su obra literaria. Pero allí también vivió los problemas con los que se topa todo inmigrante, el dolor, el desarraigo, la pobreza, los sueños y el amor.
- ¡Cómo te gusta Theo! Lo sigues allá donde vaya, Puri. Y no me extraña.
- Lo conocí hace años de la mano de Joan Tarrida, el editor de Galaxia Gutenberg que nos ha regalado su obra. Desde el primer momento me conmovió este hombre sencillo, pequeño y delgado que parecía arrastrar una tristeza profunda que le atenazaba el alma incluso cuando sonreía. Sufría porque la emigración era una especie de suicidio. He leído todo lo que ha publicado en español y me sigue impresionando la firmeza de su denuncia a la par de la delicadeza de su pluma cuando nos abre el corazón y desnuda su alma. Su fina ironía. Que todavía recuerde el olor de su madre y de los limoneros que había en su pequeño pueblo. Mantiene sus fuertes convicciones personales porque siempre tiene presente la última frase que le dijo su padre: No te olvides de quién eres. Aunque también afirme, a través de uno de sus personajes que, el olvido es el precio que hay que pagar para seguir adelante.
- Y por supuesto que no lo ha olvidado. De eso habló precisamente. De la inmensa satisfacción que le produce escribir, pero también de que lo hace para expulsar algo de sus recuerdos…
- Tenía tres años cuando llegaron los nazis a Grecia, y cuando acabó la guerra civil contaba trece. Ahora los recuerdos permanecen, pero ya no me duelen. Afirmó con rotundidad y firmeza. Por fin escribió la obra que llevaba años madurando: la Trilogía sobre Grecia, en la que plasma su realidad, no la realidad, según él, porque lo único que nos pertenece es el pasado... Campesinos y señores, donde lanza una pregunta: Uno se pregunta qué tiene que hacer el pueblo para ganarse la libertad…; El arado y la espada, porque ya Han pasado cuatro largos años de guerra cruel y estúpida, pero ¿de verdad ha terminado esta locura? Y Una paz cruel, donde relata que Había familias que habían perdido a todos sus hombres y había familias a las que habían aniquilado por completo, como si nunca hubieran existido… Todos escribimos contra el olvido. La pregunta es, ¿contra el olvido de qué?
- Por eso precisamente Theodor Kallifatides trata de analizar el pasado, reflexionando sobre esas heridas que siguen sin cicatrizar, porque nos pueden ayudar a comprender quiénes somos hoy. Y quién es Europa y lo de qué significa ser europeo en el siglo XXI.
- El mundo está en crisis, atestigua Kallifatides, una crisis que puede llegar a ser tan grande como la que yo viví de niño, es decir, una guerra mundial. ¿Hay algo que pueda salvarnos de esta locura?
- ¿Y tú crees que aún estamos a tiempo de salvarnos de esta sinrazón? ¿Que sabemos lo que significa ser europeo en el siglo XXI? Como preguntaba el presidente del Círculo de Bellas Artes que ejerce como Casa Europa en Madrid…
- Lo hay, dijo el escritor: … y es lo mismo que la vez anterior. Tenemos que volver a encontrar el respeto. El respeto es el singular sentimiento de cariño y devoción por la vida, por esa gran maravilla, por la risa de los niños, por el canto del mirlo, por todos los afectos. Es una tentación considerarnos a nosotros mismos seres humanos condenados de antemano, prisioneros en un círculo vicioso de fuertes impulsos que no podemos resistir, ante todo, porque no tienen la menor potencia.
En una vida sin límites, todo acaba teniendo el mismo valor. La indiferencia moral no es suma de los siete pecados capitales, pero es un pecado. Necesitamos implicarnos, necesitamos límites para nuestras acciones. Recuerdo que cuando yo era niño había un respeto por la vida, que lo abarcaba todo y a todos. Los hombres, la naturaleza y las cosas. Y ese respeto es lo que yo más echo de menos en la sociedad de consumo que hemos creado, y que también lo incluye todo.
Todo y todos tienen un precio, y esa es la gran diferencia entre la sociedad en la que me crie y la sociedad en la que se está criando mi nieta. ¿Cómo van a encontrarse las generaciones si no tienen ya nada en común?... No más bienes de consumo. Ni bebés gigantes que nos dirijan. A lo Trump. Necesitamos la sabiduría que se ha ido acumulando con el tiempo.
- Hemos perdido el respeto y también la cordura, diría yo…
- Y necesitamos más cosas para que la paz perdura, según el autor: Para cualquier sociedad humana son necesarios dos principios básicos: la libertad y la justicia. Pero atención, la libertad sin justicia no es libertad, y la justicia sin libertad no es libertad. Y para que estos dos principios permanezcan, se necesita paz, democracia, estado de derecho e igualdad entre hombres y mujeres. Esto es ser europeo. Afirmó con rotundidad.
No siento que estemos más unidos que antes, porque seguimos sin tener una sola voz para hacer frente a la posible guerra contra Rusia, a la guerra económica que plantea Trump, a la amenaza de la extrema derecha… No tenemos una política común de inmigración. La única idea que puede unirnos es la paz, y no parece que hoy sea la idea que prevalezca en Europa. Ninguno habla de la paz.
- Este es el mensaje de un hombre que ha creado su patria en el lugar donde habitan las personas que ama… su patria son las personas, no un lugar, ni un pueblo ni un país.
- Y al que le resulta imposible sobrevivir un solo día sin reír, como a su nieta, que creó con sus amigas El desván de la risa en la buhardilla de un viejo gallinero…
- Un hombre que hará todo lo que esté en su mano para mejorar este mundo. ¡Siempre lúcido, realista, sabio y entrañable Theodor Kallifatides!
- ¡Cien por cien, tía! ¡Cien por cien!