En efecto, este poema narrativo –y en ello se contiene una de las connotaciones expresivas en buena parte intrínsecas al poema romántico- de 4050 versos de extensión “está basado libremente en el mito clásico del pastor Endimión, enamorado de la diosa Selena (la Luna, identificada también con Diana, la cazadora hermana de Apolo) y constituye una obra de una poética insólita”. Insólita por la alusión a los dioses, por una riqueza metafórica que es como una niebla inextinguible en el poema, incluso por la retórica implícita al discurso.
Es así que nos encontramos con pasajes poéticos del tenor: “Como en sueños se hallaban/ cuando oyeron la trompa de Tritón. Resonaba el palacio;/ bailaron las nereidas; las sirenas cantaban suavemente;/ y el gran rey de los mares asintió, la cabeza chorreante” Y, al instante “Elevó el vuelo Amor y vertió desde sus alas/ sobre la multitud cual rocío de néctar”.
Un lenguaje sutil, un discurso más aéreo que terrenal en cuanto a la exposición de los sentimientos, más, al fin, poesía figurativa de un estado de elevación que, como representación, sirve para indicar hasta qué punto a veces el hombre invoca al contenido más sutil tal vez para resaltar aquello que ha de ser señalado de un modo distinto, con una luz más expresiva que su propia luz. Todo ello vinculado a la idea del amor.
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