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Roberto II
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“CRYPTICA SCRIPTURA”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
viernes 09 de diciembre de 2022, 12:11h

Una de las perversiones añadidas a la de escribir una novela histórica pasa por el caudal de informaciones desconcertantes a las que puedes acceder. Me sucedió en "El secreto del rey alquimista". Más que la corte del alucinado Rodolfo II, el verdadero protagonista era el llamado ‘Manuscrito Voynich’. Un texto no datado, escrito en un código que ni siquiera los laboratorios de alta computación de la NASA han conseguido descifrar. No era el único, en aquel tiempo todas las cortes europeas recurrían a códigos secretos para encriptar sus comunicaciones. A esa luz, ¿puede calificarse como la gran noticia del año que un equipo de investigadores franceses haya logrado descifrar el “código diabólico” de Carlos V, en base a una carta remitida por el emperador a su embajador en París, Jean de Saint-Mauris?

Por encima de su gran rival, Francisco I de Francia, que sólo se valía de siete códigos conocidos, Carlos V manejaba hasta veinte sistemas de encriptación -unos en clave de estenográfica, otros de distribución binomial-. Con una elocuente particularidad: pese a vivir rodeado de criptógrafos su desconfianza era tal que, en ocasiones, era él mismo quien cifraba sus cartas. Una bien conmovedora es la que envía a Enrique VIII para convencerle de que no repudie a Catalina de Aragón, que era su tía. En otra, la que remite a su embajador en Génova, emplea un código muy semejante al empleado para comunicarse con Saint-Mauris. ¿“Diabólico”? Lo descifró un historiador español, Galende Díaz, en 1992, y no fue noticia.

Volviendo al “excepcional” logro francés, la premura mediática ha ignorado lo verdaderamente decisivo. Recurrieron a un lenguaje de programación llamado Python -digno de Monthy-: los resultados iniciales concluyeron que su software necesitaría un lapso de tiempo equivalente a la edad del universo para descifrar el código. ¿Cuál fue la verdadera piedra Rosetta? Una historiadora, Camille Desenclos, que localizó otra carta de Saint-Mauris en la que se incluía una clave aproximada al código en cuestión.

El corolario invita a derivadas tentadoras, como la de relativizar nuestra hiperestesia tecnológica, incluida la del sistema Pegasus. Me tienta más pensar hasta qué punto nuestras vidas, aparentemente tan diáfanas, responden o no a un orden oculto.

Como si una trama invisible hilvanara lo que nos sucede y todo obedeciera a un propósito. O, mejor dicho, a una ‘Cryptica Scriptura’ que sólo se descifra… ¿Cómo? Tal vez leyéndola con los ojos cerrados.

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