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José María Manuel García-Osuna y Rodríguez
José María Manuel García-Osuna y Rodríguez

"La batalla de Las Navas de Tolosa. Un mito histórico" (1ª parte)

Editorial Alderabán. 2023. Cuenca
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
miércoles 18 de octubre de 2023, 23:22h

I. ANÁLISIS PREVIO

El gran Rey Alfonso IX de León “el Legislador o el de las Cortes” estuvo en la previa batalla de Alarcos, que su nervioso primo Alfonso VIII “el de Las Navas” perdió ampliamente, por no tener paciencia para esperar la llegada de su joven primo legionense; siendo como era, el ejército del Reino de León el mejor de las Españas; poseyendo la brillante e invencible caballería pesada, los futuros IRONSIDE, que plagiaría Oliver Cromwell. Es, por lo tanto, por lo que los pobres caballos de Castilla, cabalgando desde Toledo hasta Alarcos fueron fácil presa de la infantería y de la caballería ligera mahometanas, comandadas por el khalifa almohade del momento llamado Muhámmad an-Násir (1199-1213). Tanto Sancho VII “el Fuerte” de Navarra como Alfonso IX “el Legislador” de León tienen una violenta entrevista con el soberano de Castilla, en Toledo; pero la reacción de Alfonso IX de León es terrible de indignación, ya que le recrimina a su primo, que le escucha sin parpadear, que las tropas de León estaban ya en Talavera.

Cuando se plantea un ensayo historiográfico sobre la Batalla de Las Navas de Tolosa, existen tres Reinos, maltratados de continuo por El Vaticano, uno de ellos es Navarra y su Rey Sancho VII “el Fuerte”, que agacha la cabeza y acepta ir, aunque con condiciones, es un hombre valetudinario para la época, ya que tiene 58 años. El Rey Alfonso II “el Gordo” de Portugal, que padece una enfermedad derivada de la Lepra, no tiene muchos deseos, ya que acaba de ser derrotado por León, no se fía del monarca de Castilla, y su relación con El Vaticano es bastante complicada, ya que utilizaría las rentas eclesiásticas en proyectos nacionales, hecho por el que sería excomulgado por el Papa Honorio III.

Cuando llega la BULA PAPAL DE CRUZADA, enviada al arzobispo metropolitano de Toledo, Ruy Ximenez de Rada, este no tiene mucha prisa en hacérsela llegar al Rey de León; no desea que el monarca leonés, en la plenitud de sus 39 años, se lleve todos los blasones y la fama de la victoria, si esta se produjese.

No obstante, el Rey Alfonso IX de León acepta entusiasmado el ir al fecho de cruzada, pero la poderosa y libérrima Curia Regia Legionense; no olvidemos que las Cortes del Reino de León de 1188, ‘Cuna del Parlamentarismo’ según la Unesco en JUNIO DEL AÑO-2013, en el Registro de la Memoria del Mundo; eran muy representativas, con los Cives Singulis Electis Civitatibus con mucho poder, aconsejando a su monarca que piense bien lo que va a hacer, ya que su primo-carnal de Castilla tiene fortalezas, que siempre fueron leonesas, ahora conquistadas en la Tierra de Campos o los Campos Góticos leoneses, y si el Rey de León muere en la batalla, su primo, enemigo acérrimo de León, se haría con todo.

Ante este planteamiento tan inteligente, León exige a Castilla la devolución legionense de lo usurpado; la prepotencia del castellano se niega, y el monarca de León no irá a la batalla. Sus caballeros sí lo harán, y dirigirán el centro de la milicia, con un conde leonés y un hermanastro (el infante Sancho Fernández) del propio Rey de León a la cabeza.

Sea como sea, Alfonso VIII no estaba muy seguro de que la reclamación de su primo no fuese legítima o ética, por lo que cuando Alfonso de León reconquiste esas fortalezas, en el tiempo de Las Navas de Tolosa, Alfonso de Castilla ni se inmuta. El arzobispo navarro Rodrigo Jiménez de Rada no siente la más mínima tristeza de que el Rey Alfonso IX de León “el Legislador o el de las Cortes” no se presente a la batalla; y los almohades también respiran aliviados. No obstante, la batalla se ganará, como era de esperar; y todos los reinos incrementarán su reconquista; salvo el Reino de Navarra que se encuentra aprisionada en sus fronteras inferiores entre Castilla y Aragón, no obstante, será respetada su idiosincrasia.

LOS MONARCAS HISPÁNICOS DEL MOMENTO, SIGLO XIII, SON:

1º) ALFONSO IX DE LEÓN “EL LEGISLADOR O EL DE LAS CORTES” [Zamora, 15 de agosto de 1171-REY DE LEÓN, desde 1188 hasta, Sarria, 24 de septiembre de 1230. MEDÍA 1’90 metros de estatura].

2º) ALFONSO VIII DE CASTILLA “EL DE LAS NAVAS O EL NOBLE” [Soria, 11 de noviembre de 1155- REY DE CASTILLA entre 1158 y Gutierre-Muñoz, domingo 5 al lunes 6 de octubre de 1214. MEDÍA 1’80 metros de estatura].

3º) ALFONSO II DE PORTUGAL “EL GORDO” [Coímbra, 23 de abril de 1185-REY DE PORTUGAL desde 1211 hasta Coímbra, 25 de marzo de 1223].

4º) SANCHO VII “EL FUERTE” DE NAVARRA [Tudela, 17 de abril de 1154-REY DE NAVARRA entre 1194 y, Tudela, 7 de abril de 1234. MEDÍA entre 2’10 y 2’13 metros de estatura].

5º) PEDRO II “EL CATÓLICO” DE ARAGÓN [Huesca, julio de 1178-REY DE ARAGÓN entre 1196 y Muret, 13 de septiembre de 1213. MEDÍA 2’00 metros de estatura].

6º) MUHÁMMAD AN-NASIR, CALIFA DE LOS ALMOHADES, LLAMADO “EL MIRAMAMOLÍN” POR LOS CRISTIANOS [¿?-CALIFA ALMOHADE entre 1199 y Rabat, 25 de diciembre de 1213]. “Era alto, de barba bermeja entrecana, ojos garzos y tenía un defecto en la lengua que le hacía persona de pocas palabras. En general caminaba cabizbajo, era benévolo, poco sanguinario, y descuidado en lo que no le suscitaba interés, y era avaricioso. Joven tímido y solitario. Tras la derrota en Las Navas de Tolosa se volvió alcohólico, con tendencias maniaco-depresivas”.

II. PROCEDENCIA DE LAS TROPAS CRISTIANAS

La milicia estaba compuesta por la mesnada o ejército real, las mesnadas señoriales, las milicias de los concejos o asambleas vecinales o concejiles, las órdenes militares, que sobre todo eran leonesas, verbigracia la de Santiago, de Alcántara y de Calatrava y, para finalizar, estaban los mercenarios de allende los Pirineos.

La expedición bélica más importante era:

1ª) LA CABALGADA A DESCUBIERTA, que se realizaba con un muy importante contingente de soldados y sin ocultarse del enemigo. Asimismo, existía EL GOLPE DE MANO, realizado con un grupo pequeño de soldados, y actuando con celeridad. En ambos casos se trataba de perpetrar una importante depredación sobre el territorio enemigo y, de paso, obtener un beneficio lo más importante que se pudiese conseguir.

Así se citan estos hechos en los textos del CÓDIGO DE LAS SIETE PARTIDAS (Tomo-II, Partida-II, Título-XXIII-XXVIII) del rey Alfonso X el Sabio [Toledo, 23 de noviembre de 1221-REY DE LEÓN, DE CASTILLA Y DE ANDALUCÍA, entre 1252 y, Sevilla, 4 de abril de 1284]:

«...E estas caualgadas son en dos maneras, ca las unas se facen concejeramente e las otras en encubierta. E aquellas concejeras han de menester tan gran poder de gente, que se atrevan armar tiendas, e a hacer fuego mientras en las caualgadas anden e en la salida della. E en esta han de ir muy cabdillados, porque no sean descubiertos en la entrada, e puedan mejor acabar lo fecho. Ca después que lo ovieren acabado: bien se puede mostrar, según diximos, si fueren tantos, e tales que se atrevan a lidiar con los que contra ellos vinieren. La segunda, que se face encubiertamente, es quando los que van en caualgada, son poca compaña: e han tal fecho de facer; que no quieren ser descubiertos, mientras en la tierra de los enemigos fueren. E este nome de caualgada pusieron, de que han de caualgar apriessa. E non deven llevar las cosas que les embargue para ir aiua a fazer su fecho. Ca bien como los de la hueste poderosa convienen que vayan apriessa a los enemigos, cantando e metyendoles en miedo, así conviene a los de la caualgada de no ir de vagar. E deven mucho mas andar de noche que non de día. E ayan tales homes que la sepan guiar por lugares baxos e también en yendo como en pasando deven aver de día atalayas e descubridores e de noches escuchas e rondas porque no sean a deshoras desbenatados e todas estas cosas que dicho avemos, han de saber los cabdillos…» (Apud C. Vara Thorbeck; “LAS NAVAS DE TOLOSA”, Edhasa, 2012; pags. 190-191. Correcciones historiográficas por J. Mª M. García-Osuna y Rodríguez).

El rey o su alférez eran quienes dirigían la batalla, y las tropas eran auxiliadas en sus rutinas diarias por varones, mujeres y niños, quienes de esta forma se ganaban el sustento diario.

«…no dejaba a lado los humildes […] Las mugieres, los niños, los enfermos y demás incapacitados para el combate no eran ajenos a esta gracia. Mandoles catar et fallaron y mugieres, et omnes flacos que no eran a abtes para batalla, et moços chicos et servían en la hueste en las cosas que menester eran, asi como los menores a los mayores et vinieron otrossi allí, para remeir sus pecados, mandoles dar el noble rey D. Alffonso ración de comer no en razón de quitación como a los omnes de armas; que sobre esta ración que se ganasen ellos ses almosnas por la hueste e otras ganancias que eran muchas...» (Rodrigo Jiménez de Rada. “Historia de los Hechos de las Españas. Libro VIII, capítulo-IV; Apud C. Vara Thorbeck; Op. Cit., pág. 191).

«El ejército que mandaba Alfonso VIII se componía de ricos omes de pendón y caldera, acostados a terratenientes, omes de orden o caballeros de las órdenes militares, súbditos de los abades, priores y obispos y soldados de los concejos o mesnadas de las ciudades y villas. La predicación de la cruzada hizo que alrededor de este núcleo regular se agrupase en Toledo una muchedumbre de leoneses, gallegos, portugueses, navarros, aragoneses y castellanos, desprovistos en su mayoría de recursos y aun de armas. Contábanse entre estos contingentes irregulares gran número de, según LA CRÓNICA GENERAL O ESTORIA DE ESPAÑA DE ALFONSO X EL SABIO: “mugieres et omnes flacos que non eran a abtes pora batalla et moços chicos; et siruien en la hueste en las cosas que mester eran, assi como los menores a los mayores et uinieran otrossi allí, pora remeir sus peccados aquellos que los auien”» (Según A. Huici Miranda. “Estudio sobre la campaña de Las Navas de Tolosa”, edición de R. Jimeno Aranguren. Pamiela, 2011, pag. 155).

A los que acudieron a la batalla, el arzobispo Ruy Ximénez de Rada en la Crónica General los elogia e indica:

«Magar que en sus villas et en sus çipdades uiuien por gouernamiento et mantenimiento de un prinçep, pero del comienço de la su yent ouieron natura de auer uso de armas et nobleza de caualleria et ganaron de antiguo nombre de caualgar dándose siempre a ello de guisa que todauia fizieron muchos buenos fechos et grandes contra moros et otrossi a las uezes contra cristianos entre si mismos unos contra otros» (Apud A. Huici Miranda; Op. Cit., nota-148, pag. 252).

Las tropas regias de la alianza estaban formadas por los 3.000 caballeros del rey Pedro II “el Católico” de Aragón y los 200 o 300 del rey Sancho VII “el Fuerte” de Navarra, que deben ser multiplicados por 4, que serían sus escuderos, mientras que los ultramontanos francos y borgoñones serían alrededor de 20.000 hasta 60.000, proclives al pillaje y al exterminio o degollación; por lo que, guste o no guste, los castellanos y su rey Alfonso VIII “el Noble o el Chico o el de Las Navas de Tolosa” aportaron el esfuerzo más importante, pero sin olvidar, como se hace habitualmente, al resto de soldados de todos los reinos peninsulares, incluyendo leoneses y portugueses, aunque estos no viniesen con sus respectivos monarcas, por causas ya explicitadas.

-Iluminación de un privilegio de la Orden de Santiago sobre el castillo de Uclés de Leonor Plantagenêt de Castilla, Alfonso VIII de Castilla y el juglar-

III. EL EJÉRCITO DEL REY EN LA PLENA EDAD MEDIA

Se denominará como “mesnada real”; eran caballeros e hidalgos, vivían en el palacio del soberano, y es necesario establecer las diferencias entre la guardia personal del rey o milites regis.

Cuando un mesnadero fallecía, el caballo, la armadura y la lanza del fallecido pasaban a ser propiedad del rey. El monarca mantenía a estos sus soldados de confianza por medio de su propio pecunio e incluso les pagaba un sueldo:

«…Et ayuntó luego en la primavera los fijosdalgo et los otros omnes de armas de sus naturales, et fizo su corte con ellos et dixoles: Catad agora mios amigos quales sodes los que avedes menester de cauallos et nonles tenedes, et quales avedes menester de armas, et quales de pannos, et quales los diversos, et quales las otras cosas que menester sean; venid a mí, et demandatme, ca yo cumpliré a todos de todo» (“Primera Crónica General. Estoria de España”. Tomo-I; Según C. Vara Thorbeck; Op. Cit., págs. 193-194).

Estos soldados del rey son los herederos de los magnates llamados gardingos por los visigodos, que eran los hijos de la nobleza de los godos hispanos, los cuáles hacían el aprendizaje de las armas junto a la propia familia del soberano. Conformaban las tres élites de la alta nobleza de los visigodos toledanos, junto a los próceres y los duques.

La mesnada del monarca estaba bajo las órdenes del armiger regis o alférez real o jefe de la guardia real. Su oficio primigenio era el de portar las armas del rey cuando este salía de campaña bélica, por lo que se le denominaba “señalero”.

El puesto de alférez real no era vitalicio, sino que dependía del libre albedrío o del arbitrio de los monarcas del momento histórico a considerar. En las grandes ceremonias cortesanas portaba, en persona, la espada del soberano, por lo que sería denominado el espatario o comes spathariorum de los visigodos.

IV. LA CONFORMACIÓN DE LA MILICIA MUSULMANA

En la época califal, los sarracenos tenían siempre un ejército permanente, conformado por la leva o recluta andalusí obligatoria y los pertinentes soldados mercenarios, a estos dos cuerpos militares había que añadir los fanáticos voluntarios de la guerra santa o ahl al-ribat, los cuales eran semejantes a los miembros de las órdenes militares cristianas.

Además, poseían por pura y obvia necesidad un cuerpo de soldados dedicados a la intendencia y otros como burócratas, encargados especialmente de la financiación de las tropas, es decir conformaban el DIVÁN o cuerpo gubernamental de alto rango.

A) ALMOHADES O AL-MUWAHHIDUN O “LOS QUE RECONOCEN LA UNIDAD DE ALLAH-DIOS”:

El Mahdí o El Prometido es, según la creencia escatológica sostenida por los mahometanos, una figura de tipo mesiánico que regresará a la tierra al final de los tiempos para dirigirla los meses antes del juicio final, librándola del mal.

-Mapa de la extensión del Imperio de los Almohades, siglos XII-XIII-

En este momento histórico, de Las Navas de Tolosa, el califa de los almohades es Muhammad An-Nasir (1199-1213), el Amir Al-Muminím o “Príncipe de los Creyentes”, en deformación del castellano al atributo de Miramamolín. Tras su derrota en Las Navas de Tolosa se refugiará en su palacio de Marrakech donde se dedicará a la bebida desmesurada de vino, su síndrome ansioso-depresivo será evidente y contrastable, y parece ser que morirá envenenado.

  1. B) LOS ÁRABES:

Esta formación militar de los almohades se componía de beduinos nómadas llamados Banu Hilal. Los almohades los habían asimilado en el Magreb, sus tácticas guerreras eran propias y muy combativas; provenían del Alto Egipto, serían muy importantes para la arabización lingüística y cultural del Magreb. Liderados por Abu Zayd Al-Hilali, serían enviados por los fatimíes con la finalidad de aplastar a los beréberes ziríes (originarios de la Cabilia, una región montañosa de Argelia, tributarios de los fatimíes, llegados a Ifriquiya en el siglo X) por haber abandonado el chiismo.

Los fatimitas o fatimíes eran una dinastía beréber mahometana, que surgió a causa del éxito de la prédica de un proselitista chiita a finales del siglo IX, llamado Abu Abd Allah, que se estableció entre los beréberes kutama en el año 893.

Afirmaban descender de la hija del profeta Mahoma, Fátima y de su primo, yerno y cuarto califa del Islam, Alí, se consideraban imanes infalibles guiados por Allah. Fue el cuarto califato islámico y el único chiita de la historia, en Kairuán desde 909 hasta 972, y en El Cairo desde 972 hasta 1171.

El Miramamolín encuadraría a estos Banu Hilal o hilalienses en su ejército, al considerarlos muy necesarios tanto en el norte de África como en Al-Andalus. Eran indisciplinados pero muy tribales y corajudos.

Durante los dos días previos a Las Navas de Tolosa, al pie de la denominada como Mesa del Rey hostigaron continuamente a los soldados cristianos utilizando la táctica de “torna fuga”, que consistía en simular una huída para atraer al enemigo a una posición ventajosa.

Estos beduinos podían tener enfrentamientos con los almohades, pero sus jefes participaban con los sayyid o señores almohades en las ceremonias o actos oficiales. En origen el título de sayyid era honorífico y otorgado a los descendientes del profeta Mahoma, a través de sus nietos Hasan ibn Alí y Husayn ibn Alí, hijos de la hija del profeta Fátima az-Zahra y de su yerno Alí ibn Abi Talib.

Conformaron el 20% de la milicia almohade que había luchado, a priori, contra el rey Lobo o Muhámmad ibn Mardaníx [Abu Abd Al-Lah Muhámmad ibn Sa’d Ibn Muhámmad ibn Ahmad ibn Mardanis Al-Yudhami. Peñíscola 1124 o 1125-EMIR DE MURSIYYA Y BALANSIYYA. REY DE MURCIA. DOMINADOR DE TODA XARQ AL-ANDALUS, desde 1147 hasta, Murcia, 28 de marzo de 1172].

Estos hilalienses fueron reclutados por medio de una intensa propaganda de exaltación del yihad o guerra santa contra los infieles, y la anhelada recompensa de las huríes celestiales. Estos árabes luchaban por la promesa de un suculento botín que sería arrancado a los politeístas, la paga y la bendición carismática o gracia divina o baraka. Cobraban más que los militares almohades, 25 dinares frente a 10.

Si uno de los soldados musulmanes perdía su armamento en una batalla, recibía 8 dinares si era almohade y 15 si era árabe. Estos jinetes árabes eran preclaros en la carga con lanza y espada, por lo que sus bajas mortales solían ser muy numerosas, e iban a las guerras con sus mujeres, que eran las encargadas de darles agua en el fragor de la confrontación.

  1. C) LOS ANDALUSÍES:
Eran los primigenios habitantes musulmanes de la Península Ibérica, conformaban la caballería pesada mahometana, que se encargaba de rivalizar con la homónima de los cristianos, montaban a la brida, por lo que se puede colegir que eran unos muy expertos jinetes. No obstante, su relación con los almohades era pésima.

En el Libro de los Estados del infante Don Juan Manuel se escribe: «Que andan mucho en la guerra guerreada et pasan con muy poca vianda, van sin adaragas et sus armas son azagayas que lanzan y espadas con que fieren con gran ligereza».

  1. D) LOS CRISTIANOS:

No hubo soldados cristianos mercenarios en la batalla de Las Navas de Tolosa, ya que al ser calificada como cruzada por el Papa Inocencio III [Nacido en Anagni, h. 1161. Cardenal Lothario del Conti di Segni, HABEMUS PAPAM desde el 8 de enero de 1198 hasta, Perugia, el 16 de julio de 1216

Por el hecho de ser considerada una cruzada contra el infiel, los cristianos que apoyasen a los enemigos ismaelitas serían automáticamente excomulgados, lo que significaba una separación de los sacramentos de forma fulminante, este hecho era insoportable para la cultura social de la época. Los matrimonios y bautismos no se celebraban, y los muertos quedaban insepultos.

Aunque, sí existieron espías renegados cristianos que se iban a encargar de notificar, secretamente al khalifa Miramamolín sobre la deserción de los caballeros cruzados ultramontanos, y las evidentes dificultades existentes para el avituallamiento entre las numerosas tropas del rey Alfonso VIII de Castilla.

  1. E) LOS GUZZ o GOZZ:

Eran soldados de la etnia de los kurdos, provenientes del territorio del Kurdistán, descendientes probables de los medos. En la batalla de Las Navas de Tolosa eran denominados como agzaz o caballería ligera de arqueros.

Desde Asia Menor serían enviados por el gran caudillo kurdo Saladino [Al Nasir Salah ad Din Yusuf ibn Ayyub. Tikrit, 1138-SULTÁN DE EGIPTO Y DE SIRIA desde 1171 y desde 1174, hasta, Damasco, 4 de marzo de 1193] al califa almohade Abu Yusuf Ya’qub Al-Mansur [1160-1184-1199] para que le ayudase con su armada, en la defensa de la recién conquistada ciudad cristiana siria de San Juan de Acre (sitio de Acre desde el 28 de agosto de 1189 hasta el 12 de julio de 1191).

Eran arqueros preclaros sobre todo en el uso del arco compuesto o turco, y formaban escuadrones de caballería muy eficaces y valerosos. Su islamismo nunca ha estado demasiado fanatizado. En el momento de la batalla estaban mandados por su jefe mameluco llamado Qaraqus o Qaraqosh.

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