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Byung-Chul Han
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Byung-Chul Han (Foto: Archivo)

“¿ERES UN PHONO-SAPIENS?”

Por Álvaro Bermejo
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beralvatelefonicanet/7/7/18
sábado 24 de mayo de 2025, 12:11h

Cuando leí la noticia de la concesión del Princesa de Asturias de Humanidades a un perfecto desconocido para mí, Byung-Chul Han, me tentó pensar que se trataba de un nuevo Jianwei Xun. Jianwei, el autor de Hipnocracia, un presunto filósofo chino formado en Berlín, bajo el que se ocultaba una inteligencia artificial. Han, un filósofo coreano formado en Múnich, autor de una serie de libros en su misma línea, pero sin chatbots por medio, luego humano. Con una paradoja que dejo para el final.

La primera remite a su rango de filósofo superventas, desde la denuncia de un mundo abocado a lo peor. Un final de la historia nada feliz acelerado por el nuevo Gran Hermano, el neoliberalismo urbi et orbi, culpable de mercantilizar todas las dimensiones de nuestra vida. Ya no necesita adoptar medidas autoritarias. Siempre bajo una apariencia de libertad, le basta inocularnos los algoritmos del Big-Data en esa extensión de nuestra mente a la que llamamos Smartphone. La que nos convierte en una suerte de homínidos irrisorios, a los que Han llama ‘Phono Sapiens’.

Frente a la Hipnocracia de Jianwei, la Psicopolítica de Han. Superabundancia de información teledirigida al fetichismo de la mercancía. Sociedad del cansancio, una sociedad de quemados con todas sus derivadas psiquiátricas, precisamente por la sobreabundancia de positividad simulada en la que nos obligamos a vivir.

Resultado: ‘La agonía de Eros’, la muerte del amor y su suplantación por la pornografía emocional. El mundo de las ‘No-cosas’, donde todo es virtual. Y su corolario: ‘El infierno de lo igual’, aquello que celebramos tras expulsar lo distinto y lo auténtico, también lo complejo. Los lugares a los que viajamos, por más exóticos que parezcan, son todos iguales. Compramos en las mismas franquicias, globalizamos un estilo ecuménico en todo. ¿Qué somos?

Lo cuenta menor esa escena de Cómo ser John Malkovich en la que el propio Malkovich advierte con horror que todos cuantos le acompañan en un restaurante -los camareros, los comensales, hasta un perro que pasa-, tienen su rostro. El ‘Phono Sapiens’ como un replicante en modo avión. Pero, a fin de cuentas, ¿qué hay de nuevo en lo que cuenta Han?

Nada, porque todo estaba contado, salvo en su manera de contarlo: obras breves, ligeras, al gusto del público. O al de ese demiurgo multimedia, el Gran Hermano, bien capaz de convertir la filosofía en un producto de consumo, tan irrelevante como desechable.

La expresión exacta de lo que denuncia: un pensamiento crítico que se queda en cosmético, en las antípodas de los autores que no cesa de ensalzar -de Hegel a Heidegger-, y sus abordajes a la complejidad en tratados densos, que requieren una lectura detenida, paciente, reposada. Pero bienvenido sea, si nos ayuda a dejar de ser Phono Sapiens, al menos durante los nanosegundos que nos ocupen la lectura de sus nanolibros.

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