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artículo de opinión

07/07/2023@22:22:00
Si estamos de acuerdo en que casi todos los deportes son más que deportes, todavía lo estaremos más en una evidencia paralela: en el Tour de Francia siempre hay dos ganadores incontestables: el Tour y la misma Francia. Culto a lo propio, pero también apertura a lo mejor de lo ajeno. Tal vez por aquello de que siempre gana el Tour, casi parece secundario quién entra en París con el maillot amarillo.

Ahora que estamos en medio de una campaña política, ustedes pensarán que los que se prostituyen son los políticos cuando dejan a un lado sus ideales. Y tienen razón, pero en esta ocasión Azucena del Valle en su artículo "Bragas sin frontera" nos habla, muy a las claras, de la prostitución y la trata de mujeres. Vani y Puri nos ilustran de cómo se sigue haciendo esto después de tantos siglos. Se nos tenía que caer la cara de verguenza, pero como los políticos la tienen de cemento, todo seguirá igual sin quererse solucionar. Cien por cien, Azu.

Me encontraba en el lugar equivocado, me encontraba en el país correcto, Francia, en la ciudad correcta, París, aquella a la que 50 años antes había llegado como refugiado político expulsado desde la cárcel de Rancagua por la dictadura.

Introducirse en la Obra y en la Vida del profesor Óscar Pujol Riembau nos lleva a indagar fuera y dentro de nuestras fronteras y no solo eso… Ante la reciente aparicíón de “La Bhavad Gîtâ”, su autor no solo nos introduce en este meticuloso trabajo sino que nos hace volver a leer todas las obras que ha escrito anteriormente.

Hay noticias que suscitan de inmediato el célebre título de Sigmund Freud, El malestar de la cultura, publicado en Viena en 1930. Por ejemplo y sin abandonar aquella admirable ciudad, me entero de que el Wiener Zeitung, el diario vivo más antiguo del mundo, fundado en 1703 y cuyo primer número apareció el ocho de agosto de aquel remoto año, bajo la cabecera de Wiennerisches Diarium —el Diario vienés— deja de editarse en papel; continuará, cierto, pero en la red, privándonos de extenderlo ante un expreso cada vez que nos sentemos en el Demel, en el Sperl o en el majestuoso Central, mientras aguardamos su vuelta del Raimundhof donde ella descubrió una fruslería sin la que le resulta inconcebible que regresemos a Madrid.

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Vuelve la burra al trigo. No es la primera vez que la NASA nos vende una peli de extraterrestres. Un mix caduco de “La guerra de los mundos” y “Mars attack”. Un exoficial de la CIA asegura que el Pentágono tiene pruebas de la existencia de platillos volantes, incluso con especímenes marcianos dentro. Son patéticos, tío. Esto sí que es una cortina de humo y un órdago a lo bestia.

En tres días, tres millones de hectáreas de bosque calcinadas en Canadá. Al cuarto, una inmensa nube naranja preñada de cenizas cubre Nueva York, el aire se vuelve irrespirable. Aunque su paradero se oculte lejos de allá, en las Montañas Blancas de California, el viejo Matusalén tiene razones para esconderse. En 1964 la torpeza de un científico acabó con la vida de su hermano Prometheus. Sólo pretendía insertar su descorazonador, acabó cortándolo. Cuando se aplicó a examinar sus anillos, el vértigo. Aquel pino de la especie bristlecone -pinus longeva- remontaba cinco mil años. Entonces, el árbol más antiguo jamás registrado.

Lo tenía decidido; iba a escribirles sobre Juan Eduardo Cirlot con motivo del cincuentenario de su muerte, sobre todo, porque me resulta un tipo demasiado insólito para su tiempo, la plúmbea postguerra, incluso para su ciudad, Barcelona, por más que se lo intente encuadrar en el luminoso Dau al set. Por si fuera poco, durante mi último artículo les había hablado de Carlos Edmundo de Ory, con quien mantuvo una curiosa correspondencia a principios de los cincuenta y con quien la crítica lo empareja por la mera imposibilidad de situar a estos dos poetas en algún grupo.

Cuando se cerró la puerta del ascensor, permanecimos un buen rato en silencio, entre asombrados y admirados. Nos sentamos en el balcón y, sin más preámbulos, reconocimos que Mary es una ciudadana poco habitual. Acabábamos de vivir una tarde casera, acampados en el espacio de felicidad que proporciona el diálogo con una mujer que, además de saber leer y escribir, solo pudo estudiar cómo alimentar y educar a tres hijos limpiando casas. Con Mary, que nos visita con cierta frecuencia, no recordamos haber comentado nunca el último telediario ni asfixiarnos en la burbuja morbosa de Antena 3, Telecinco y similares pantallas despistantes.

Lo confieso, yo también he coqueteado con la muerte. Tenía un atenuante: la inconsciencia de la juventud, esa edad en la que te crees inmortal. Cada verano juntaba mi precario capital y embarcaba hacia los destinos más excitantes que pudiera imaginar. La selva centroafricana no fue el menor, pero allá, antes de adentrarme en los Virungas, donde paraban Dian Fossey y sus gorilas de espalda plateada, firmé un contrato muy parecido al suscrito por los tripulantes del Titán.

Me gustan la música y la letra de mis 70 principales. Por supuesto, unos temas más que otros, como ocurre con tantas cosas de la vida y de la edad o de la edad de la vida. Me apetece enumerar algunos para conocer lo que atesoro. Cuando paseo por la playa, por ejemplo, no me canso de oír el mar o de ver las nubes jugueteando con el viento, dibujándose a sí mismas.

Un ser humano adulto puede sobrevivir hasta tres minutos sin oxígeno, tres días sin agua, tres semanas sin alimento. Eran cuatro niños, con edades comprendidas entre los trece años y los once meses. La avioneta en la que viajaban con su madre y dos personas más colapsó cuando sobrevolaban el Caquetá. Los tres muertos. Los cuatro hermanos sobrevivieron cuarenta días perdidos en lo profundo de la selva colombiana “entre jaguares, serpientes y plantas venenosas”, subrayaban los teletipos, para acentuar el drama. Imaginemos ahora un giro de cámara. Otras junglas, otras evidencias ante las que la mirada occidental apenas parpadea.

Pocos espectáculos más patéticos que la aparición del presidente Sánchez el pasado miércoles, ante el grupo socialista del Senado. ¿Qué era aquello? ¿La Corea de Kim Jong-Un? ¿El último reducto de los davidianos? ¿La orquesta del Titanic viendo venir el iceberg? Todo el aforo puesto en pie ovacionándole -cada aplauso una puñalada- tan ajeno a la autocrítica como a la sanción de la derrota. Él avanzando, demacrado, la sonrisa una mueca, la mano en el pecho, como el caballero de El Greco mutado en el de la Triste Figura.

PLAZA DE GUIPUZCOA

Nadie está preparado para ser el tercer hombre más rico del mundo. Así entiendes que a Jeff Bezos se le vaya la olla. Su último capricho ha sido comprarse un yate de 500 millones de euros y pagarle unas tetas nuevas a su churri. Y si esto no te parece un dispendio exagerado, intenta imaginarte las gilipolleces de nuevo rico que harán el primero y el segundo de la lista Forbes.

Entre la muñeca hinchable que nos mostró Luis García Berlanga en "Tamaño natural", con un Michel Piccoli excelso, y el "Adiós, muñeca", de Raymond Chandler; yo me quedo con Humphrey Bogart cuando llámaba muñeca a sus partenaire en sus películas; ya que soy más de novela negra y de películas en blanco y negro. Hoy Azucena del Valle, nos cuenta en "Mi novio me llama muñeca..." todas las acepciones que tiene esa palabra y lo hace sin feminismos ni machismos porque, al fin y al cabo, todos tenemos nuestra parte femenina y masculina.