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artículo de opinión

14/03/2023@13:55:00
Alguna vez ya lo he dicho. O por lo menos lo he pensado. La trayectoria de Michel Houellebeq es diametralmente opuesta a la mía, aunque en ciertos aspectos resulte semejante. Su estreno como novelista fue tardío, como también me ocurrió a mí. Aquel primer libro suyo, Ampliación del campo de batalla, obviado por la crítica de su país, interesó sin embargo muchísimo a algunos obstinados lectores; un club que ya no ha dejado de crecer nunca, rebasando las fronteras galas y extendiéndose hasta el mismo alfoz de nuestra superpoblada aldea global.

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Tengo una semana complicada. En cuatro días empalmo Madrid y Barcelona. No es por darme el pegote de viajera cosmopolita, al contrario. Me justifico y me fustigo por ser tan voraz, insaciable y ansiosa. Si quisiera fardar de algún hito madrileño, ya hubiera contado que conozco bien “Ramsés”, ese local de moda pijo y exquisito que ahora mismo está en el ojo del huracán de la trama “Mediador”.

Eugene Cerman, Ronald Evans, Harrison Smith. ¿Les suenan estos nombres? Se trata de los tres tripulantes de la misión Apolo 17. La última en que los humanos caminaron sobre la Luna. Tan pronto como su cápsula amerizó en el Pacífico, un 19 de diciembre de 1972, cayó igualmente en el olvido. No fue el caso de la grabación iniciada ese día en el mítico estudio Abbey Road, con la misma hoja de ruta. Cuatro psiconautas del rock progresivo, Roger Waters, David Gilmour, Nick Mason y Richard Writgh, grabarían indeleblemente sus nombres en la cara oculta de nuestro inconsciente colectivo.

Cada año, al acercarse el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, me entristezco y siento vergüenza.

Aunque la guerra de Ucrania pueda convertirse en cualquier momento en la más irreparable catástrofe sufrida por el género humano, observo con estupor la pasividad occidental para promover un provisional armisticio que, al menos, disipe el peligro y procure algún endeble sosiego entre los contendientes; es más, allá donde mire, tanto da que sea una venerable cabecera periodística o un respetable gobierno democrático, encuentro solo un velado empeño por alentar los combates, o lo que es lo mismo: por ver caído y descuartizado al gran oso ruso, olvidando que el ogro, al verse acorralado y al borde de la derrota, puede tener la tentación de pulsar el botón rojo; ¿o acaso alguno de nosotros ignora el viejo y grosero refrán de «para lo que me queda en el convento…?»

Yo no soy lingüista. Solo sé algo de Filosofía, algo de Derecho Penal y Penitenciario y algo de Criminología. De lo demás, ni puta idea. He pasado, de manera demostrable, no tirándome el farol, cuarenta años en la cárcel y eso me da cierta autoridad para hablar de algunas cosas. El lenguaje – más como elemento de unión y de comunicación que de aislamiento- es esencial. Distingue al ser humano de otros animales que tienen algunas capacidades muy superiores a nosotros: la vista, el olfato, la sensibilidad, la velocidad, la resistencia, la capacidad de sobrevivir…

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Hay muchas cosas que han dejado de interesarme. Sobre todo, las que se refieren al “mundo de la cultura”: El mercadillo de arte Arco, el tocomocho del Planeta, los cineastas enchufados de los Goya y el merchandaisin populachero que potencia a “creadores” que tienen poco o nulo talento intrínseco.

Para nuestra Azucena del Valle del Tiétar, "el corazón tiene razones que la razón no entiende", tal es así que cuando tomamos muchas decisiones nos equivocamos y lo acabamos pagando. En "El futuro es... ahora" nos invita a encontrar el sentido y el próposito de nuestra existencia; bueno, por lo menos eso es lo que dice ella. Si lo leen, algo aprenderán, como yo.

GALERÍA DE ESCRITORAS SINGULARES

En la obra de Lidia Chukóvskaia destacan sus ensayos de contenido social, político y literario, redactados con una gran habilidad expresiva. Defensora de los derechos de las mujeres durante décadas convulsas en su país, escribía para resaltar y otorgar el papel que correspondía a sus compatriotas.

La polémica que ha armado Netflix al reescribir las obras del escritor británico Roald Dahl ha sido monumental. En esta publicación, nos han dado su opinión 20 escritores, solo uno de los que hemos preguntado no ha querido hacer declaraciones por temor a represalias y lo sustituimos rápidamente por cobardón. La propia Azucena del Valle se mostró contraría a esa barbaridad en el artículo "¿Se deben reescribir los libros con lenguaje inclusivo? Veinte escritores nos responden a esta pregunta" y en "Recucitando a Torquemada" cargas las tintas contra todos los apocalípticos del lenguaje y la literatura. Torquemadas han habido muchos en la historia, pero ninguno como Goebbels. En ningún caso, quemar los libros es la solución, más bien el problema. El pensamiento ha de ser libre y los escritores se deben acoger a este principio. Nosotros así lo hacemos, hubiesemos censurado los relatos de Azu y sus amigas la Vani y la Puri una y mil veces, pero no lo hacemos pese a su lenguaje descarado, faltón y poligonero. Sustituyan estos calificativos por otros más inclusivos ustedes mismos.

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Menos mal que me he dado cuenta a tiempo. Estoy entrando en bucle. Llevo tres columnas hablando del universo Preysler. Pero está vez está justificado. Lo último de Isabel es un bombazo. Se ha pillado un entrenador personal para ponerse a punto. Puedes pensar bien o mal. Bien, que tiene nuevo novio. Mal, que acaba de cumplir 72 castañas y le está viendo las orejas al lobo.

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Hemos tratado con demasiada benevolencia “la pichula” de Vargas Llosa. Dirás que soy muy drástica, pero te aseguro que, solo por llamar “pichula” a su pene, yo le hubiera quitado el Nobel.

Todos lo sabían. Antes de que comenzara a tramitarse la ley del Sólo sí es sí asociaciones de mujeres juristas y el mismo Consejo de Participación de la Mujer, adscrito al Ministerio de Igualdad, elevaron a Moncloa informes que alertaban acerca del grave riesgo judicial que depararían sus deficiencias. Este Gobierno los ocultó mientras iniciaba su tramitación, en julio de 2021. En un año no cambiaron ni una coma, desoyendo la doctrina del Constitucional, la jurisprudencia del Supremo, las garantías básicas que definen un Estado de Derecho.

Hace un par de sábados se cumplió un siglo y medio del advenimiento de la I República española, de quien ya dijo Castelar, en su discurso de proclamación, que nadie la traía, sino “todas las circunstancias”; y estas, encrespadas y fragorosas, se la llevaron por delante cuando no había cumplido todavía un año, para dejar a la nación bajo aquella dictadura de socorro de Paquito Serrano, el General Bonito, que al borde de los sesenta y cuatro años se hizo cargo del país y se metió a sofocar lo más urgente y cruento: la tercera carlistada. De modo que cuando Martínez Campos se pronunció en Sagunto, el 29 de diciembre de 1874, y repuso en el trono a la casa de Borbón; Serrano, enfrascado en la campaña de las vascongadas, casi lo saludó con alivio. Aquella España sin rey apenas había durado dos años.

Hace escasas semanas fue clausurada la exposición ‘Barrio Obrero América: las primeras viviendas públicas en Málaga [1907-1937]’ que habitó las salas expositivas de la Sociedad Económica de Málaga. De entre las curiosas interpretaciones y lecturas que a diario confluyeron en este espacio abierto a la cultura, adquirieron especial protagonismo aquellas que detuvieron su mirada para conocer la experiencia institucional como promotora de la Sección Iberoamericana (1917-1936). Esta histórica sección guardó el objetivo de construir sólidas redes culturales entre Málaga y América, tomando como punto de partida la memoria encarnada en las fuerzas reunidas por aquellas lejanas tierras, en la hazaña americana de hacer acopio de una extraordinaria fortaleza solidaria para socorrer a las víctimas de la catástrofe humanitaria protagonizada por el Guadalmedina y sus márgenes en la madrugada del 24 de septiembre de 1907, la noche de la riá. Por tanto, si hubiéramos de dar una primera definición de la Sección Iberoamericana de la Sociedad Económica de Málaga es la de basamento fértil para la conservación y la transmisión de la memoria de las redes tejidas entre las dos orillas, la americana y la malagueña.