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artículo literario

24/02/2020@09:48:27

De pronto he descubierto que escribir sobre un amigo se me antoja tan embarazoso como hacerlo sobre mí. Y más, tratándose de un tipo tan generoso como Alfons Cervera. Por supuesto, me queda el infalible recurso de emboscarme tras el engaño y, además, intuyo que si lo hiciera —que si me meciese sobre el sinuoso vaivén del embuste—, hasta puede que resultase más ameno cuánto quiero contarles. Suele suceder; y tanto que quizá por eso me dediqué a escribir novelas: para olvidarme de mí y revivir lo que me rodea engastando cuidadosamente trocitos de otras vidas que me surgen de nunca sabré dónde.

No era de noche. Apenas las ocho de la tarde. Pero ya se perfilaban las primeras sombras de la penumbra que anunciarían su muerte. Sombras aletargadas en la brisa del cercano Tévere y pérdidas entre las siluetas de las escasas personas que a esas horas todavía cruzaban la ciudad de Roma a través de la Piazza di Spagna. Había silencio y oscuridad en el entorno.

El profesor Juan Arnau con el paso de los años parece haberse convertido en el estudiante que ha sido. Últimamente ha sacado del disco duro de su ordenador todos los trabajos que entre clase y clase, viaje y viaje ha ido escribiendo a lo largo de los años. Desde unos lejanos estudios en torno al mundo del budismo o ese Manual de Filosofía Portatil con el que algunos le conocieron hasta esa Fuga de Dios o La invención de la Libertad y con un grupo de profesores de sánscrito ha coordinado Upanisad Correspondencia Ocultas una traducción de las principales Upanisad en donde no solo las traducen sino que realizan una pequeña introducción para invitar a lector situándonos en la medida de lo posible en que momento fueron realizadas.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra

El héroe de Lepanto, «católico y fiel cristiano» (El Quijote, I-XIX), y lector de unas Horas de Nuestra Señora, el 4 de junio de 1593 en Sevilla, no solo afirmó ser «hijo y nieto de personas que han sido familiares del Santo Oficio de Córdoba» (K. Sliwa, Documentos, 262-63), sino también aseveró creer «firme y verdaderamente en Dios y en todo aquello que tiene y cree la Santa Iglesia católica romana» (El Quijote, II-VIII), y estar en Roma, donde «besé los pies al Sumo Pontífice, confesé mis pecados con el mayor penitenciario, absolvió me de ellos, y dióme los recaudos necesarios que diesen fe de mi confesión y penitencia… visité los lugares tan santos como innumerables que hay en aquella Ciudad Santa» (La española inglesa).

Ya sabrán que el lunes pasado se cumplieron cien años de su nacimiento y tal vez que en su pueblo, Rímini, se ha inaugurado una ruta felliniana que va desde el cine Fulgor, en el corso d’Agusto —esa calle mayor que retratara en Amarcord (1973)—, hasta el castillo de Sismondo, a unos trescientos metros, según se sube desde el cine por la vía Malatesta.

Tal vez por aquello de que a la fuerza ahorcan, nos hemos habituado a calificar nuestra actualidad mediática con términos teatrales que oscilan desde la tragicomedia al esperpento. Pero, en realidad, la prefiguración de este escenario de la temperatura nacional, donde la vida parece cualquier cosa menos un sueño, se estrenó hace cuatro siglos de la mano de un implacable clérigo, paladín de furia integrista de la Contrarreforma y sin embargo padre de un hijo ilegítimo, portavoz de una multinacional llamada Monarquía Hispánica y víctima de su propia ortodoxia.

Nunca olvidaré aquel invierno. Me hallaba en el dispensario del cuartel, entre una pareja de MIR, viendo por tercera o cuarta vez Vidas rebeldes (1962), de John Huston, cuando, a su conclusión, el noticiario de la medianoche nos anunció que acababa de fallecer Carlos Barral, y un mes después, la misma tarde que regresaba a casa, con el trámite engorroso de la mili cumplido, el telediario difundía la muerte de Jaime Gil de Biedma.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra

Los nuevos testimonios legales, descubiertos por el madrileño Emilio Maganto Pavón, ex profesor asociado de la Universidad de Alcalá de Henares, legitiman definidamente que Isabel, hija de Ana Villafranca y Rojas, tenía familiares en Quauhtlemallan, «lugar de muchos árboles», Reino de Guatemala del Virreinato de Nueva España.

Lobo Sapiens/El Forastero-2020

En el presente trabajo monográfico y biográfico, que significa mi quinto libro (“URRACA I DE LEÓN. PRIMERA REINA Y EMPERATRIZ DE EUROPA”. Editorial EL LOBO SAPIENS/EL FORASTERO. León. 2020), me he acercado con un interés y rigor enormes, a una de las grandes reinas europeas y, ¡cómo no!, sobre todo lo es de León, pero ella sabe de dónde viene y a donde va, y por esta razón se intitula siempre como: “EMPERADORA DE LEÓN Y REYNA DE TODAS LAS ESPAÑAS”.

Como ya van dos consecutivos, siento la desazón de que, al elegir otro centenario como objeto de estas líneas, les suene a salvavidas de articulista sin recursos. Y sin embargo, la ocasión lo merece, pues se trata de Luces de bohemia, que pasa por ser la pieza teatral más importante del siglo pasado —y, tal vez, hasta del presente— en las letras hispanas.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
Conforme a mi artículo «Miguel de Cervantes Saavedra quiso emigrar dos veces a América Latina» (eHumanista, 2013), y no una vez como lo anuncian equivocadamente algunos eruditos. La carta autógrafa, del 17 de febrero de 1582 en Madrid, del autor de Las novelas ejemplares (1613) dirigida «al ilustre señor Antonio de Eraso, del Consejo de Indias de Lisboa», documenta que Cervantes pidió una vacante en el Nuevo Continente, y confesó que se entretenía «en criar La Galatea», la primera novela pastoril (K. Sliwa, Documentos, 124-25).

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra

Los documentos legales convalidan indiscutiblemente que el comisario del «Rey Católico» quiso emigrar dos veces a América Latina y no solo una vez como lo propagan algunos eruditos erróneamente («Miguel de Cervantes Saavedra quiso emigrar dos veces a América Latina» (eHumanista, 2013). La carta autógrafa, del 17 de febrero de 1582 en Madrid, del autor de El Trato de Argel (1582) remitida «al ilustre señor Antonio de Eraso, del Consejo de Indias de Lisboa», documenta que Cervantes pidió una vacante en el Nuevo Continente, y confesó que se entretenía «en criar La Galatea», la primera novela pastoril (Sliwa, Documentos, 124-25).

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra

Conforme al excelente libro La antemuralla de la Monarquía. Los Tercios españoles en el Reino de Sicilia en el Siglo XVI (Madrid, 2010), del benemérito historiador Carlos Belloso Martín, Universidad Europea Miguel de Cervantes, el héroe de Lepanto y su hermano Rodrigo, soldados de la compañía del capitán Manuel Ponce de León (1539-1549) del Tercio del Maestre de campo Diego Enríquez de Castañeda y Manrique (1535-1601), invernaron en la isla Μελίτη, «dulce como la miel», entre 1573-1574, sede de La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.

«Si usted está buscando un camino usted ya está en el camino» estas palabras del cabalista Shalom Sharabi (1720-1770) nos sirven para adentrarnos en dos obras que pretenden acercarnos a nosotros mismos. «La cábala. Psicología del misticismo judío» del Presidente de la Asociación Cultural Judía de España Tarburt Sefarad Mario J. Saban y «Asimetrías. Hibridismo y retroprogresión» del Ingeniero Industrial y Filósofo Salvador Pániker (1927- 2017) Al pasar sus páginas nos encontramos con dos obras que abarcan temas completamente diferentes pero mientras una nos habla del Misticismo judío y la Psicología en su volumen Pániker nos ofrece distintos temas que son totalmente complementarios aunque enfocados bajo un matiz o un punto de vista diferente.

Recogemos aquí una exposición en torno al escritor Quevedo y su relación con la sociedad de su época. La dividiremos en tres partes, a saber: “El hombre, la sociedad”; “La crítica como ‘función’ social” y “Obra y vinculación cívica”.