Ese registro en tono de revelaciones a sotto vocce, indica una dirección en la respuesta, un nuevo saber en la velocidad de la proposición propia del autor creando su paradigma estético. Un camino infinito por territorios existenciales, en lo que por si nos habla, lo que la letra aguijonea, cuando se rompe, deshace, alimenta, nubes deformadas en el cielo, escribe la pequeña seda para volver a escribir aunque no entendamos, ese es el juego ver estar, ser ahí. Hay un conversatorio entre la letra y el yo, una intimidad de renglón a renglón hasta el punto, un moverse libremente sin nota al pie. Las hormigas también son invitadas a la fiesta donde las voces se enroscan, voz-letra-dulce ritornelo- flotar donde la tristeza se suaviza. Ver las raíces, como caen los pensamientos en lluvia de letras, mientras transcurrimos este mundo del texto luminoso, como quien capta algo y lo enriquece en esa fusión objeto- sujeto, centradas en partes del cuerpo hace su constelación. Los pies, las rodillas, la boca, la corporeidad se desliza en letras llenas de cielo, para hablar de la otra sombra, la que nos avanza. El ser y el cosmos en esta conversación presentes, en un abrirse y cerrarse sobre sí mismos por sobre las actitudes estereotipadas dando sus pequeños ritornelos. Sostener una conversación, a la manera de Antonio Machado “converso con el hombre que siempre va conmigo”, para escuchar eso que suena, lo que llora, lloramos, las letras que siempre van más rápido que las manos en su sonoro de plegarias, eso hay que escuchar para no morir cada vez. Saltar el renglón para ver las letras, las llaves que te dejan afuera, adentro para volar al vasto mundo del sueño.
Bermellón
¿Si se cierra la puerta
quién queda afuera
quién queda adentro?
¿Qué afuera qué adentro?
Tiraste las llaves
tiraste las letras. Caían
(caían ante mí).
Tres flores rojas
se forjaran. Un rojo
bermellón
pintara el sueño.
Tres flores rojas
decías. Llevaste
las manos a los ojos
el cuerpo se movía
como lumbre
los ojos descubrían
tres vueltas
(circulares).
Las llaves
-su sonido de metal
de catástrofe-
derretían hasta las llamas
de las velas.
Barraban.
-Come la barra de chocolate
pequeña…
salteaste el renglón otra vez
entornabas la puerta.
Entonabas almacén
de la alegría.
(Siempre abiertas
y por eso tan difíciles
de ver esas
puertas. Rezaba
el cartel.)
Su rojo oro
decías y quitabas
sílabas
bisagras
puertas.
Si se cierran quedarás afuera.
Si se cierran quedarás adentro.
Las mujeres se agolpaban a leer
a reír a volar a morir y volver
a nadar en el vasto espacio del sueño.
En cada garganta se formaban caras
de pájaros gargantillas para rodear
cuellos mundos.
Los pájaros cantaban la puerta es
un nido (escondido en la garganta).
Tres flores rojas bermellón
más sulfuradas
más aguas
más rojas.
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