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"El libro (no) de los salmos", de Susana Swarc

miércoles 21 de mayo de 2025, 22:21h
El libro (no) de los salmos
El libro (no) de los salmos
Un libro como un mover de hojas tal vez eso sea la vida, letras entrecortadas que dicen de ojos de a uno por vez: bebamos de ese mar que los versos transforman en agua dulce, de boca en boca con el corazón en la boca, el libro-ente- pan- verbo-vida, con palabras que se sueltan al vuelo, al desmarque, como un flujo de máquina que avanza en su saber. Un libro corpóreo, corporal, un estandarte como un cielo una voz que te diga, te vuelva a decir todo eso que de por sí asoma palabra a palabra.

Ese registro en tono de revelaciones a sotto vocce, indica una dirección en la respuesta, un nuevo saber en la velocidad de la proposición propia del autor creando su paradigma estético. Un camino infinito por territorios existenciales, en lo que por si nos habla, lo que la letra aguijonea, cuando se rompe, deshace, alimenta, nubes deformadas en el cielo, escribe la pequeña seda para volver a escribir aunque no entendamos, ese es el juego ver estar, ser ahí. Hay un conversatorio entre la letra y el yo, una intimidad de renglón a renglón hasta el punto, un moverse libremente sin nota al pie. Las hormigas también son invitadas a la fiesta donde las voces se enroscan, voz-letra-dulce ritornelo- flotar donde la tristeza se suaviza. Ver las raíces, como caen los pensamientos en lluvia de letras, mientras transcurrimos este mundo del texto luminoso, como quien capta algo y lo enriquece en esa fusión objeto- sujeto, centradas en partes del cuerpo hace su constelación. Los pies, las rodillas, la boca, la corporeidad se desliza en letras llenas de cielo, para hablar de la otra sombra, la que nos avanza. El ser y el cosmos en esta conversación presentes, en un abrirse y cerrarse sobre sí mismos por sobre las actitudes estereotipadas dando sus pequeños ritornelos. Sostener una conversación, a la manera de Antonio Machado “converso con el hombre que siempre va conmigo”, para escuchar eso que suena, lo que llora, lloramos, las letras que siempre van más rápido que las manos en su sonoro de plegarias, eso hay que escuchar para no morir cada vez. Saltar el renglón para ver las letras, las llaves que te dejan afuera, adentro para volar al vasto mundo del sueño.

Bermellón

¿Si se cierra la puerta

quién queda afuera

quién queda adentro?

¿Qué afuera qué adentro?

Tiraste las llaves

tiraste las letras. Caían

(caían ante mí).

Tres flores rojas

se forjaran. Un rojo

bermellón

pintara el sueño.

Tres flores rojas

decías. Llevaste

las manos a los ojos

el cuerpo se movía

como lumbre

los ojos descubrían

tres vueltas

(circulares).

Las llaves

-su sonido de metal

de catástrofe-

derretían hasta las llamas

de las velas.

Barraban.

-Come la barra de chocolate

pequeña…

salteaste el renglón otra vez

entornabas la puerta.

Entonabas almacén

de la alegría.

(Siempre abiertas

y por eso tan difíciles

de ver esas

puertas. Rezaba

el cartel.)

Su rojo oro

decías y quitabas

sílabas

bisagras

puertas.

Si se cierran quedarás afuera.

Si se cierran quedarás adentro.

Las mujeres se agolpaban a leer

a reír a volar a morir y volver

a nadar en el vasto espacio del sueño.

En cada garganta se formaban caras

de pájaros gargantillas para rodear

cuellos mundos.

Los pájaros cantaban la puerta es

un nido (escondido en la garganta).

Tres flores rojas bermellón

más sulfuradas

más aguas

más rojas.

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