Cuántos documentos, archivos, informes, recuerdos quedaron relegados al olvido y, de esta manera, es imposible reconstruir lo que, realmente, ocurrió.
Es el caso del holocausto, del exterminio nazi, de las cosas nefandas que, por falta de transparencia, porque se han ocultado, por vergüenza, por escasez de información se nos pierden, no solamente en aquellos sucesos, sino también de forma habitual. ¡Madre mía, decimos, qué de tropelías, qué de desmanes, qué de engaños!, y de lo que no nos enteramos, habría que añadir.
Nos han llegado, es verdad, bastantes testimonios de aquella época aciaga del nazismo, del holocausto, de los campos de exterminio. ¿Cómo se puede olvidar aquello, y cómo se puede estar haciendo algo similar en estos tiempos? Pero, a lo que vamos. Teníamos información gráfica y testimonial de aquellos horrores, pero con Blaubeeren, nos llegan fotografías de aquella misma época donde se ven a alemanes, como si estuvieran en una casa de campo, en un retiro de naturaleza varia, hombres y mujeres, que parecen disfrutar de tiempos de solaz, recreo, casi sinfónicos, sin tener en cuenta los cuerpos desnutridos de los prisioneros, los llantos callados, las duchas de gas, los trabajos forzados y repletos de vejaciones a la condición humana.
Blaubeeren es la historia de las vidas cotidianas, del día a día de aquellos oficiales nazis que, dejaban de lado el tema de las ejecuciones, y trataban de pasar su estancia en Auschwitz de manera apacible, riendo, celebrando, como si alrededor no pasara nada. Blaubeeren significa arándanos, como cuando se pone en una tarta de queso mermelada de arándanos, indicando como normalidad algo que no lo era en absoluto.
El texto, a cargo de Moisés Kaufman y Amanda Gronich, es teatro documento, quizás porque es más sencillo tratarlo desde el punto de vista de la frialdad, del aporte de datos, aunque nos sea, a veces, increíble creerlo, pleonasmo en el término. Ponen la nota emocional las músicas en directo del piano, de la flauta, del clarinete, de la viola… y la voz de los intérpretes que no se quedan solo en la superficie, sino que emerge de ellos el sentimiento de aquel tiempo.
Lo dirige Sergio Peris-Mencheta, que sabe darle el toque emocional adecuado, donde no se olvida del mal y del desastre que aquello supuso, haciendo humano lo que resulta principalmente estudio, investigación, descubrimiento.
El elenco combate sin odios, sin aspavientos sobreactuados de aquel horror, sorprendidos de que en esas situaciones se quisiera aparentar calma, ausencia de reacciones y, posteriormente, excusas ante los tribunales para intentar salir indemne de un daño que ya había sido terriblemente irreversible.
En los tiempos que corren, tal y como está la situación política y social mundial, en muchos casos en regresión hacia la intolerancia, cada vez más drásticos en cuanto a ideas y acciones totalmente xenófobas, con deportaciones, guerras, invasiones, genocidios, violencias, no debemos caer en el costumbrismo de “esto sucede lejos de aquí”, en convertirlo en cotidianidad apelando al “y qué quieres que hagamos”, en normalizar las masacres, el horror, haciendo como si no pasara nada, porque cualquier día de estos nos puede pillar en medio de la refriega.
FICHA ARTÍSTICA
BLAUBEEREN
Dirección - Sergio Peris-Mencheta
Texto - Moisés Kaufman y Amanda Gronich
Reparto - Clara Alvarado, Víctor Clavijo, Eric de Loizaga, Nacho López, Irene Maquieira, Natxo Nuñez, María Pascual y Paloma Porcel
Diseño de escenografía - Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de iluminación - Pedro Yagüe
Diseño de vestuario - Elda Noriega (AAPEE)
Diseño de sonido - Benigno Moreno
Diseño de audiovisuales - Emilio Valenzuela
Composición musical - Joan Miquel Pérez
Producción - Barco Pirata en coproducción con Producciones Teatrales Contemporáneas Espacio: Teatros del Canal - Sala Verde