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Firma invitada

27/08/2023@17:38:41

La costumbre de contar historias responde a la persistente necesidad de oírlas que tienen todos, a todas las edades, siempre, en todas las épocas. Desde Aristóteles, los tratadistas han venido hablando de la verosimilitud como un requerimiento básico para aspirar a que quienes oyen los detalles o ven las escenas de una narración puedan viajar al mundo de sus protagonistas e identificarse con sus avatares, pretendiendo de esta manera hacer factible lo que es ficticio y conseguir que lo irreal parezca real.

La historia del destierro es tan antigua como la propia historia del hombre. En Grecia y en Roma, el destierro o el exilio era la pena máxima que se le atribuía a un ciudadano, cuyos actos eran considerados un delito en contra de la religión. El mismo destino le esperaba a la persona que se salía del marco de la legislación. El emigrante, el exilado o la persona que ha abandonado su país por causas económicas o sentimentales; deambula, a un principio, por senderos de inseguridad, de angustia y de temor. Tiene que renacer para adaptarse al país acogedor, a las costumbres, a la comida y a un nuevo idioma.

Aprovechándose de los clementes dictados de la excelentísima señora ministra doña Irene Montero Gil y de su jefe, don Pedro Sánchez Pérez-Castejón, un preso de Fontcalent se declaró transexual —aunque con los atributos todavía en su sitio y en excelente funcionamiento— para obtener el traslado a la sección femenina de la cárcel y, zas, dejó preñada a una compañera de penal. El caso es que el mozo ya avisaba como los pablorromero cuando salen de varas, porque también aseguró que era tan transexual como exigiese el reglamento pero, ojo, de orientación lesbiana. Comentario que debieron tomarse los funcionarios como una muestra de confianza, en cambio, ya digo, era toda una advertencia. Y ahora, ahí tenemos a la embarazada sin remiendo, mientras el muy lindo, aprovechando un permiso, se ha esfumado como los capitanes de Flandes en los romances antiguos, y eso que era búlgaro.

Hoy no hay lugar para nosotros. Y andaba, después de 10 años perdido en ese gran barco, lleno de aventuras, ninfas e hijas de titanes. De las ya muy mencionadas sirenas, del cómo nuestro jefe pudo contra ellas y cómo regresó a su tierra para recuperar su reino.

George Steiner en “The New Yorker” (F.C.E., México, 2009, pp. 257, 258), Steiner delinea acabadamente, a propósito de Gershom Scholem, el perfil del erudito, aquel que “se hace uno con su material, por abstruso, por recóndito que sea. Funde la fuerza de su propia personalidad y su virtuosismo técnico con la época histórica, el texto literario o filosófico, el tejido sociológico que está analizando y presentándonos. A su vez, ese tejido, ese conjunto de fuentes primarias, adoptarán algo de la voz y el estilo de su intérprete.”

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Thomas Hobbes, insigne filósofo del siglo XVI definió la vida como “desagradable, brutal y corta”. Depende con qué gafas la mires. Pregunta a Sánchez y Feijóo. Filosofa, especula y encarga a Michavila las encuestas que te dé la gana, al final te toca lo que te toca.

Científicos alemanes y suizos descubrieron hace unos años que los versos de Homero pueden ser un buen medicamento contra la hipertensión. Su lectura, dicen, acompasa los latidos del corazón porque nuestro cuerpo encuentra en ellos el ritmo adecuado. Casi tres mil años ha necesitado el poeta griego para que los humanos le encuentren utilidad a su obra.

Una mujer lúcida y apasionada escribió para sí misma un texto sobre la importancia de la felicidad. Leído hoy, casi tres siglos después, ayuda a abonar la paz interior y a tratar de entender los problemas que nos siguen mortificando. Discurso sobre la felicidad, de Madame du Châtelet (El Desvelo Ediciones, 2023, introducción y cuidada traducción de Marta Cerezales Laforet), me ha hecho reflexionar, además, sobre la actualidad del siglo XVIII.

FIRMA INVITADA

Por Eva Losada Casanova

Cuando hablo de la intencionalidad de la escritura, mi memoria regresa una y otra vez, como niño hambriento, a uno de los grandes personajes del escritor madrileño Luis Landero. Recuerdo como, a lo largo de la lectura de El guitarrista, este personaje se pasea por los rincones de su vida exclamando a los cuatro vientos que está escribiendo una novela, lo hace con una mezcla de altanería y desasosiego. ¡La novela del eterno novelista! Aquella que no solo nunca se acaba sino que comienza cien veces, quizá mil. La edad temprana es ese campo de cultivo en el que la romántica idea de ser escritores va y viene como una cometa. Colorida y libre. Queda muy bien hacer volar nuestra cometa mientras compartimos unas tapas en un bar o bajo un hipnótico y peligroso cielo estrellado. El problema es que llega un momento en el que ese trozo de tela se hace pequeño en un cielo limpio y azul o bien cae en picado y descompuesto a nuestros pies.

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Todo se ha consumado, vacaciones de verano, la Semana Grande, la elección de la Mesa del Congreso, Tamara y su luna de miel. Por cierto, ha vuelto feliz. De momento no sabe si está embarazada. Dice que el Onieva se ha portado como un jabato y lo han intentado a saco, pero la preñez será cuando Dios quiera.

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra
El benemérito historiador Fernando Jesús Bouza Álvarez, catedrático de Historia Moderna en la Universidad Complutense de Madrid, Director de la revista Cuadernos de Historia Moderna, y autor de los excelentes libros, sirva de ejemplo, Palabra, imagen y mirada en la Corte del siglo de Oro: historia cultural de las prácticas orales y visuales de la nobleza (Abada Editores, 2020); Del escribano a la biblioteca: la civilización escrita europea en la alta Edad Moderna (siglos XV-XVII), (Akal, 2018); Felipe II y el Portugal “dos povos”: imágenes de esperanza y revuelta (Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2010); descubrió dos nuevos documentos tocantes a la aprobación de la primera parte Don Quijote de la Mancha en las escribanías de la Real Cámara del Consejo de Castilla, cuyo presidente era el I duque de Peñaranda de Duero, Juan de Zúñiga Avellaneda y Bazán (1541-1608), para la tramitación de la licencia y el privilegio de impresión pedidos para «un libro llamado El ingenioso hidalgo de la Mancha compuesto por Miguel de Cervantes Saavedra» (F.J. Bouza Álvarez, Dásele…, 5).

PLAZA DE GUIPÚZCOA

Tienes que poner en cuarentena a esa amiga que jura y perjura lo ideal y empoderada que estás por dejarte las canas. No le creas. Estarás empoderada, pero más vieja.

En tiempos de fundamentalismos, de fanatismos orientales y occidentales, en época de turbulencias varias, de engaños y trampantojos masivos, de la ofensiva de los gurúes de la Inteligencia Artificial que buscan anular la inteligencia, el sentido común y la sensibilidad artística, es muy saludable aferrarse a salvavidas insumergibles y refugiarse entre las páginas de los clásicos del pensamiento, es decir, de todos aquellos que, desde hace muchos siglos, nos vienen alumbrando sobre la condición humana, la misma que observaron ellos y podemos ver hoy, la que no podemos cambiar, pero sí conocer mejor.

Aun a riesgo de que estos artículos, con tanto conmemorar decesos célebres, parecieran una sucesión de pomposas necrológicas, me había propuesto recordarles que el próximo jueves se cumplirán cien años de aquel viernes cuando, dadas ya las diez de la noche, moría en Cercedilla Joaquín Sorolla Bastida.

La alarma suscitada por los avances en Inteligencia Artificial no contemplaba el éxito arrollador de la comedia de moda, naturalmente ‘Barbie’, la primera película en imagen real de la terrorífica muñeca creada por Mattel, convertida en icono del feminismo posmoderno. La teoría de las sincronicidades sí contemplaba que pudiera coincidir con un biopic aparentemente antagónico como ‘Oppenheimer’, basado en la vida del físico teórico que inauguró la Era atómica.

PLAZA DE GUIPÚZCOA

He vuelto de Barcelona de uno de esos fiestones VIP que te obligan a rebuscar en el fondo de armario las sandalias Michael Kors print de cocodrilo. 10 centímetros de tacón aguja como para despeñarte. Menos mal que domino el arte de sortear obstáculos.

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Por Margarita Melgar, autora de "El verano de nunca acabar"

A la gente le extraña muchísimo que Margarita Melgar seamos dos (Ana Sanz-Magallón y Montse Ganges), y que escribamos novelas. También escribimos guiones, pero esto no sorprende tanto: como espectadores ya sabemos que las películas son cosa de muchos. Pero como lectores, seguimos esperando que el autor sea esa Sherezade que se sienta a nuestro lado para susurrarnos solo a nosotros una historia, así que una novela escrita a cuatro manos suscita más preguntas. Por lo menos dos: cómo y por qué.